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Jueves, 28 Marzo 2024
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Martín de Porres nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1579. Fue hijo de Juan de Porres, caballero español de la Orden de Calatrava, y Ana Velázquez, negra libre panameña. A los doce años empezó a aprender los oficios de peluquero, asistente de dentista y medicina natural.

Más tarde, llegó a ser cirujano. La casa de Martín se llenó de mendigos y personas que no tenían la capacidad económica, pues eran atendidos gratuitamente y con mucho esmero por el famoso barbero y cirujano de Lima.

Martín decide entrar al convento de Nuestra Señora del Rosario en Lima.  Sin embargo, debido a su condición de mulato, ingresa a la comunidad como “donado”. En el convento se le confió el oficio de la limpieza; su escoba fue, con la cruz, la gran compañera de su vida. De ahí que fuera popularmente conocido como Fray Escoba.

El 2 de junio de 1603, hizo su profesión religiosa y fue hermano cooperador. Martín se destacaba por el cuidado que brindaba a los enfermos. A todos amaba y curaba sin distingo de su procedencia étnica (indígenas, españoles y negros). Por sus cuidados pasaban todos los sectores de la sociedad limeña. Fue un verdadero ejemplo de unidad en una sociedad fracturada por diversos conflictos. 

Memoria: 17 de noviembre. 

La Iglesia Católica ha visto en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y de su vida entera a favor de los pobres y de los enfermos.

 

Origen noble

Su padre era rey de Hungría y fue hermana de Santa Eduviges. Nacida en 1207, vivió en la tierra solamente 24 años, y fue canonizada apenas cuatro años después de su muerte. 

 

Opción por la caridad

Cuando tenía veinte años y su hijo menor estaba recién nacido, su esposo murió luchando en las Cruzadas. La santa estuvo a punto de sucumbir a la desesperanza, pero luego aceptó la voluntad de Dios. Renunció a propuestas que le hacían para nuevos matrimonios y decidió que el resto de su vida sería para vivir totalmente pobre y dedicarse a los más pobres. Daba de comer cada día a 900 pobres en el castillo.

 

Espíritu franciscano

Un día, después de las ceremonias, cuando ya habían quitado los manteles a los altares, la santa se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente pobre, como San Francisco de Asís hasta el final de su vida y de dedicarse por completo a ayudar a los más pobres. Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana.

 

Muerte y prodigios

Cuando apenas iba a cumplir sus 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. Los milagros que sucedieron en su sepulcro movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.

 

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