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Sábado, 04 Mayo 2024
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Queridos hermanos párrocos:

El encuentro internacional “Los párrocos por el Sínodo” y el diálogo con quienes han participado en él son la ocasión para recordar en mi oración a todos los párrocos del mundo, a los que dirijo estas palabras con gran afecto.

La Iglesia no podría ir adelante sin vuestro compromiso y servicio; es tan obvio que decirlo suena casi banal, pero esto no lo hace menos verdadero. Por eso quiero ante todo expresar mi gratitud y estima por el generoso trabajo que ustedes hacen cada día, sembrando el Evangelio en todo tipo de terreno (cf. Mc 4,1-25).

Como están experimentando en estos días de intercambio, las parroquias en las que ustedes desarrollan su ministerio se encuentran en contextos muy diferentes; desde aquellas situadas en las periferias de las grandes ciudades —las conocí directamente en Buenos Aires— a aquellas vastas como provincias en las regiones menos densamente pobladas; desde aquellas que están en los centros urbanos de muchos países europeos, en las que antiguas basílicas acogen comunidades cada vez más pequeñas y más envejecidas, hasta aquellas donde se celebra bajo un gran árbol y el canto de los pájaros se mezcla con la voz de tantos niños.

Los párrocos conocen todo esto muy bien, conocen la vida del Pueblo de Dios desde dentro, sus fatigas y sus alegrías, sus necesidades y sus riquezas. Por eso una Iglesia sinodal necesita a sus párrocos; sin ellos nunca podremos aprender a caminar juntos, nunca podremos recorrer ese camino de la sinodalidad que «es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio»[1].

El Santo Padre el Papa Francisco animó, a través de un mensaje, los esfuerzos de las Iglesias de Panamá, Colombia y Costa Rica que sirven a los hermanos migrantes que cada día cruzan la selva del Darién en su objetivo de llegar a Estados Unidos. El trayecto está lleno de peligros y no pocas personas han perdido la vida en él. Se calcula que al menos, medio millón de personas pasó por las fronteras de los tres países el año pasado, muchos de ellos son niños o tienen condiciones de vulnerabilidad.

Era una de las hipótesis de viaje para 2020, junto a Indonesia y Timor Oriental, antes de que la pandemia de Covid-19 frenara todos los planes: el Papa podría visitar Papúa Nueva Guinea el próximo agosto.

“Un momento privilegiado para redescubrir la necesidad de la oración diaria”. Así fue presentado el Año de la Oración para este 2024, un año que servirá de preparación para el Jubileo 2025: “Peregrinos de esperanza”.

De esta forma, el Año de la Oración busca ser un tiempo privilegiado para redescubrir el valor de la oración, para reflexionar sobre “cómo orar, y sobre todo cómo educar a orar hoy, en la época de la cultura digital, para que la oración sea eficaz y fecunda”, según precisó Mons. Rino Fisichella, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización.

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