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¿En qué radica la diferencia de nuestra fe con las demás?

By Mons. Vittorino Girardi S. Diciembre 29, 2023

“Monseñor: por la inquietud y pregunta que le voy a exponer, es fácil comprender que ya no soy un joven. Estoy constatando que se va utilizando un lenguaje con que ya no se apunta a la unidad de Costa Rica, sino a su diversidad. Se habla, entonces, de un país multirracial, multirreligioso, multiétnico, multicultural y, ya no de dos sexos, sino, de varios… Y para acentuar aún más la misma idea, se habla de decisiones políticas ya preparadas e impuestas desde afuera. Esta situación me hace surgir la pregunta: ¿ha llegado entonces el tiempo en que nuestro cristianismo debe renunciar a considerarse como la religión verdadera, para verse como una entre varias?”.

Héctor Salazar C. - Cartago

 

Como sacerdote, estimado don Héctor, en varias ocasiones, en encuentros de reflexión, me ha sido propuesta, aunque con diversidad de términos y de tonos, la pregunta: ¿Cómo pretende el cristianismo ser la religión verdadera, cuando hay muchas y no es tan fácil conocer a Dios? Lo normal, pues, -afirman algunos- sería más conveniente no atribuir al cristianismo una mayor veracidad que a las otras religiones.

Para situar la cuestión en su verdadera y adecuada luz, hay que tener bien presente la diferencia fundamental entre el cristianismo y las otras religiones.

Hablamos de “religiones históricas o proféticas” cuando cabe establecer su fundador, como es el caso del islam, del budismo, del confucionismo, del mazdeímo (Zoroastro)… y nos referimos a “religiones tradicionales”, cuando por el contrario, en ellas no se hace referencia a ningún fundador, sino, a las tradiciones de distintos pueblos, como es el caso del hinduismo, del shintoísmo (Japón)… y de las religiones que eran de nuestros pueblos indígenas.

Nuestra religión cristiana se diferencia de todas ellas (las proféticas y las tradicionales), porque su fundador, Jesucristo, es el Hijo de Dios hecho hombre, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Debemos enfatizar este hecho, único: nuestra religión tiene a Dios como su fundador y es por eso, que Jesús pudo afirmar: “Pasarán cielo y tierra, pero mi palabra no pasará” (Mt 24, 35). Él mismo testimonió la absoluta verdad de su revelación con milagros y prodigios, afirmando: “si no quieren creer en mí, crean en mis obras, que de mí dan testimonio” (Jn 10, 38)… y lo sabemos, el prodigio más asombroso ha sido su victoria sobre la muerte, su resurrección.

Conviene subrayarlo: De ningún fundador de religión, nadie se atrevió a decir, que había resucitado, mientras que Jesús dio pruebas más que contundentes de que había resucitado y que estaba vivo.

Al momento de no estar ya presente visiblemente entre los suyos, les declara: “Todo poder se me ha dado en la tierra y en el cielo. Vayan pues, por todo el mundo y hagan discípulos de todas las gentes […]; yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).

No debemos olvidar la otra muy consistente diferencia entre el cristianismo y las demás religiones, y es la siguiente. El cristianismo es la única religión que profesa y cree en los misterios, es decir, en verdades que no cabe entender en toda su profundidad y sentido, y que nadie, obviamente, puede haber inventado, precisamente por ser “incomprensibles”: nadie, por cuanto dotado de extraordinaria inteligencia, puede jamás inventar algo que a todas luces, supera su inteligencia… Los misterios son verdades que aceptamos, no en cuanto que las comprendamos, sino, porque Dios, por su benevolencia y amor, nos las ha revelado y, porque bien sabemos que, Él no se engaña ni nos engaña.

En radical contraste, las otras religiones, no tienen misterios, sino, “mitos”, es decir, relatos que, iluminando aspectos de la vida y de la realidad, todos podemos fácilmente entender.

Con lo que acabamos de afirmar, no queremos en absoluto menospreciar las otras religiones. Como lo afirmaban los Padres de la Iglesia y siempre se ha ido reconociendo en la auténtica tradición católica, en las otras religiones hay “semillas de la verdad”, que Dios, Padre de todos, providencialmente ha, como “sembrado” en ellas. La Iglesia considera entonces a las otras religiones, no en contraste con el cristianismo, sino, como portadoras de semillas de la verdad por las que se ordenan hacia la suprema Verdad que es Cristo.

Corresponde pues, a nosotros los cristianos, fieles al mandato de Cristo, ir, anunciar, la Verdad hacia la cual el corazón humano, por providencia divina y por las luces que le llegan de su religión, está orientado hacia el conocimiento pleno de la verdad. Nosotros, cristianos que sin ningún mérito conocemos a Aquel que ha proclamado con sus palabras, sus obras y su resurrección, “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) estamos urgidos a que se lo anunciemos a todos. “¡Ay de mí si no evangelizo”!, exclamaba san Pablo (1Cor 9, 16).

 

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