Lleva razón la Iglesia Católica al levantar la voz por lo que considera es una “emergencia social” de grandes proporciones que debe de ser atendida de inmediato por las autoridades y demás actores de la sociedad civil, cada cual desde sus ámbitos y competencias.
Recientemente, los limonenses han sido testigos de masacres y ajusticiamientos, y entre los últimos, dos sicarios asesinaron a una persona en el interior de la iglesia de La Emilia, en Guápiles, en plena Semana Santa, mientras otro fue acribillado en el interior de una escuela católica mientras dejaba a su hija menor de edad.
En este último caso, nos unimos al dolor de la familia de don Juan José Ortiz, el conserje de la institución que murió mientras protegía precisamente a la niña de la balacera. Se trata de una víctima inocente, cuya sangre clama al cielo por justicia y paz para Limón y para toda Costa Rica.
“Esta ola de violencia tiene que ser enfrentada por todos con determinación y valor, reitero mi llamado a las autoridades para una acción conjunta frente a esta emergencia social. Don Juan José será recordado como héroe, dio la vida protegiendo otra, no hay amor más grande que este, nos enseña el Señor, cuyo divino rostro, en definitiva, ya contempla”, escribió en su memoria Monseñor Javier Román, obispo diocesano.
Al cierre de esta edición, se informaba que el presidente Rodrigo Chaves valoraba la posibilidad de decretar un estado de emergencia en Limón, por la violencia desatada en las últimas semanas. Dicha declaratoria permitiría destinar recursos humanos y materiales de forma prioritaria para evitar que siga corriendo la sangre en la provincia.
De su parte, los obispos del país se solidarizan con la provincia caribeña, y, constatando que de hecho la violencia no es solo un problema de Limón, sino de todo el país, denuncian que aunque por años los ticos nos hemos alegrado de ser un país de paz, la realidad nos golpea día a día, con hechos de violencia, incremento de la criminalidad e incursión del narcotráfico. “Es inaceptable que, a la vista de gente buena y honrada, la ola de corrupción y criminalidad haga estragos en nuestra sociedad”, sostienen.
Y junto con el llamado a no perder la esperanza y a poner nuestra confianza en Jesucristo, que con su paz nos ayude a tener calma y consuelo ante hechos tan dolorosos que ocurren en muchas de nuestras comunidades en todo el país, insisten en el llamado a las autoridades para que, contando con el apoyo de la ciudadanía, se redoblen los esfuerzos que permitan devolver la tranquilidad y la paz a nuestra nación.
Quiera Dios que este problema sea asumido con la responsabilidad y diligencia necesaria antes de que genere una descomposición social a gran escala que cause la pérdida lamentable de más vidas inocentes.