Cada uno de nosotros sabemos que por la Gracia del Bautismo pertenecemos a una tría munera (somos profetas, sacerdotes y reyes), Pero en este caso este artículo se enfoca en la vocación al llamado de la vida sacerdotal, que cada uno de nosotros tenemos la Gracia y la Búsqueda de estar atentos a la voz de Dios, sin temor de estar abiertos, porque sabemos que sus caminos nos conducen para alcanzar la vida eterna.

Es curioso cuando el Señor hace el llamado a sus elegidos, sin mirar las debilidades que tengan; lo vemos en el ejemplo de la vocación de San Mateo: quién era un cobrador de impuestos, o de San Pablo: quién era un perseguidor de cristianos, pero al recibir su llamado se convirtió para Evangelizar al Pueblo de Dios. Estimado lector a Dios no le importa nuestras imperfecciones, el nos busca para ser sus instrumentos de evangelización en medio de este mundo tan convulso y disperso, para que juntos nos salvemos y salvemos a todo aquel que necesite de Él.

Como les mencionaba existen dos tipos de Sacerdocio: el que se nos da por el Bautismo, y el Ministerial; este ultimo es el que ejercen los sacerdotes para ser In Persona Christi en este mundo hasta que el vuelva. La vocación a ejercer este Ministerio es de valientes, se ocupa de un discernimiento transparente y sincero consigo mismo; claro esta que es una Respuesta de abandono total al mundo y entregarle la vida completa a Dios, que implica esto: Renuncia a la familia y a las herencias (Mt 10 ,29) y lo digo en serio: es necesario para Servir con Total entrega al Pueblo Santo de Dios, por eso es tener ánimo y seguirle, aunque nadie dijo que este camino iba a ser fácil; pero con la confianza en Él sabemos que se podrá alcanzar.

Pero a todo esto el sacerdocio Ministerial no es lo que buscamos, nuestra mente debe estar enfocada en un norte que es la Santidad, quisiera compartirles un testimonio que tiene rasgos de ser santo: Mons. José Rafael Barquero Arce, un pastor cercano con sus ovejas, que no le temía andar en “Panga” o andar a caballo por ir a Anunciar el Evangelio de Cristo, verlo acercarse al que sufre y darle aliento como lo hizo Cristo acá en la tierra. Ellos han escuchado la voz del Señor para conmemorar su sacrificio santo: la Eucaristía, que nos renueva y nos da la capacidad de tener a Cristo como el centro de nuestra vida.