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Sábado, 21 Junio 2025

Memoria: 31 de enero

En 1815 nació en Piamonte (Italia). A los dieciséis años, ingresó en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar. 

Después de haber recibido el diaconado, pasó al seminario mayor de Turín y ahí empezó, con la aprobación de sus superiores, a reunir todos los domingos a un grupo de chiquillos abandonados de la ciudad en una especie de escuela y lugar de recreo al que llamó “Oratorio Festivo”.

Al poco tiempo, había ya 40 jóvenes, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía por sus chicos, se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje.

Los dos primeros fueron inaugurados en 1853. En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran 500. En diciembre de 1859, Don Bosco y sus 22 compañeros decidieron organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. 

El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma del hábito de 27 jóvenes a las que el santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos.

San Jerónimo nació en Estridón (actual Croacia y Eslovenia) alrededor del año 347, en una familia cristiana que le dio una esmerada formación, enviándolo incluso a Roma para que perfeccionara sus estudios. Siendo joven sintió el atractivo de la vida mundana (cf. Ep 22, 7), pero prevaleció en él el deseo y el interés por la religión cristiana. Tras recibir el bautismo hacia el año 366, se orientó hacia la vida ascética.

En Oriente vivió como eremita en el desierto de Calcis, al sur de Alepo, dedicándose seriamente a los estudios. La meditación, la soledad y el contacto con la Palabra de Dios hicieron madurar su sensibilidad cristiana.

San Antonio de Padua

Junio 10, 2024

Memoria: 13 de junio.


Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo nació en Lisboa, Portugal, en 1195; a los 15 años ingresó a los Canónigos Regulares de San Agustín, pero diez años después ingresó a los Frailes Menores Franciscanos donde a los 25 años adoptó el nombre de Antonio.

Tras un breve noviciado, e impulsado por el ejemplo de los mártires franciscanos, parece que embarcó hacia Marruecos junto con otro hermano de orden, fray Felipe de Castilla, para alcanzar él mismo el martirio. Sin embargo, al poco de desembarcar contrajo la malaria, enfermedad que le dejaría secuelas para toda la vida; convaleciente todo el invierno, se vio obligado a abandonar el país.

Su provincial le nombró predicador y le encargó ejercer su ministerio por todo el norte de Italia, donde se extendía por muchos lugares el catarismo. Recorrió así, enseñando, numerosos lugares. 

Memoria: 26 de octubre. 

Pauline Marie Jaricot, nació en Lyon el 22 de julio de 1799; donde vivió una infancia feliz, en una familia adinerada.

Durante la adolescencia disfrutó de la abundancia de dinero, enorgulleciéndose de su belleza, sus joyas y su preciosa ropa que la convertían en la reina de los encuentros sociales. Sin embargo, también tuvo que lidiar con su carácter fuerte y decidido, que a menudo la conducía a sufrir por la ira. Fue durante esta época cuando Pauline experimentó un período de sufrimiento doloroso como resultado de un grave accidente en casa: una caída desastrosa desde un taburete. Sufrió algunas heridas, pero sobre todo las lesiones de ese accidente, la llevaron a una larga y dolorosa depresión. Los médicos no veían ninguna mejora a pesar del tratamiento. Además, durante el transcurso de la enfermedad, murió uno de sus amados hermanos y su madre. Precisamente en este período de sufrimiento, Pauline, a través de su participación en el misterio pascual de Cristo, comenzó a sentir una profunda cercanía con Dios.

Memoria: 21 de junio. 

San Luis Gonzaga, nacido en Castiglione, Italia, en 1568, fue de niño, de joven y hasta su muerte, un hombre de retos. El primer reto que se impuso fue el de decir y hacer sólo lo que sirviera realmente para el progreso y el perfeccionamiento de la humanidad. No quería imponer a nadie sus ideas, pero las pregonaba como caminos que en la práctica podrían hacer a hombres y mujeres superiores.

Otra cosa que se preguntaba era: “¿De qué sirve esto para la eternidad?”. Y si su examen racional de las cosas concluía que algo no servía para la humanidad, ni para la eternidad, simplemente no lo hacía, ni lo decía. Así que por eso en materia de educar a los jóvenes para ser verdaderos imitadores de Cristo fue puntual y competente.

Otra cosa que Luis Gonzaga prometió ante una imagen de la Virgen María, en Florencia, fue la de mantenerse casto. Proclamó su voto de pureza como permanente oración para que los disparates y corrupciones de la juventud, se transformaran en contención y vida familiar con Dios y para Dios. Tuvo que hacer muchos sacrificios para poder mantenerse siempre puro y por eso la Iglesia Católica le ha nombrado Patrono de los jóvenes que quieren conservar la pureza.

Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino que le aconsejó tres medios para llegar a ser santo: confesión y frecuente comunión, mucha devoción a María y leer vidas de santos.

El Padre de Luis, observando la entrega de su hijo a la oración, lo llevaba a fiestas en palacios y casas de juego para que compartiera con la alta sociedad, pero el joven se mantenía en corrección absoluta y solicitando al papá permiso para hacerse religioso.

Las negativas del padre fueron constantes hasta que muchos meses después de la primera petitoria, por razones que la historia jamás ha explicado, el Marqués de Gonzaga le autorizó a ingresar en un seminario jesuita.

En 1581, feliz en su carrera hacia el sacerdocio, se dedicó a auxiliar a los enfermos de una plaga de “tifo negro”. Trataba de aliviar tanto dolor y tanta miseria. En una ocasión encontró a un enfermo casi agonizando tirado en la calle. Lo levantó como pudo, se lo echó al hombro y a pie lo llevó al Hospital para que lo atendieran. Pero se le contagió el tifo y Luis murió el 21 de junio de 1591 a la edad de sólo 23 años.

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