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¿Son graves las variaciones en las diferentes ediciones de la Biblia?

By Mons. Vittorino Girardi S. Junio 23, 2022

“Monseñor: Se nos da una invasión de opiniones y con frecuencia encontradas, opuestas. Se está diciendo que la variedad de Biblias que se publican, conlleva a cambios de textos y traducciones, creando confusión en los lectores. Y es verdad, yo mismo he encontrado diferencias y no pequeñas. Aún más diversidad encontramos en las notas al pie de página. Todo esto, además, contrasta con la prohibición de parte de la Iglesia, durante siglos, de que se tradujera la Biblia a otros idiomas, y que cualquier fiel la pudiera leer integralmente. ¿Acaso que no fue perseguido John Wicleff por pretender la traducción de la Biblia? Quisiera escuchar su pensamiento, muchas gracias”.

 Jaime Aguilar Q. - Cartago

Estimado don Jaime, le agradezco su pregunta que me ha hecho recordar otra, casi idéntica, que me llegó hace algún tiempo. El hecho de que se repita, manifiesta que el tema al que se refiere es importante, actual, y de interés para nuestros lectores.

El texto de la Biblia ha sido transmitido a lo largo de muchos siglos y hay que tener presente, que hasta la invención de la imprenta, era transcrito a mano. Es comprensible entonces, que se hayan introducido las que los biblistas llaman “variantes” y que en otras ocasiones, alguna expresión o frase, hayan podido perder su sentido originario. Todo esto -como es lógico- vale particularmente para el Antiguo Testamento.

Sin embargo, cualquier experto en “crítica textual”, que es la ciencia bíblica que tiene como objetivo establecer cuál es el texto más seguro, bien sabe que las “variantes” nunca son tales que hayan podido cambiar el sentido global de cualquier página bíblica. Esto, además, se constata por la confrontación de muchos textos como nos han sido transmitidos… No cabe comparación entre el número y la antigüedad de los códigos y (a partir del uso de la imprenta) de los textos con que se nos ha transmitido cualquier obra antigua; por ejemplo, una del filósofo Cicerón, y el número de los que nos han llegado con el contenido bíblico. ¡Estos son muchísimos más!, y permiten así, un atento trabajo de comparación para establecer el valor de las “variantes”.

El caso, en la difusión de las Biblias, es muy distinto cuando algún grupo religioso o alguna denominación no católica, se han permitido introducir “variantes” de… peso y, a veces, de extrema importancia. He aquí un ejemplo, la edición del Evangelio según San Juan difundida por los Testigos de Jehová, nos sorprende y escandaliza. Según su edición, el contenido del primer versículo del capítulo primero, sería el siguiente: “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era un dios” (Jn 1,1). Se trata de un cambio arbitrario y gravísimo, que implica la negación de la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

En todas las ediciones, antiguas y modernas, del Evangelio de San Juan, leemos: “Y la Palabra era Dios”, ofreciendo con esta expresión, la clara e indiscutible afirmación de la divinidad de la Palabra o como prefieren otras ediciones, del Verbo… nos resulta realmente “absurdo” que para negar el Misterio Trinitario, introduzcan arbitrariamente el cambio en la “propia” edición de la Sagrada Escritura.

Con respecto a las notas al pie de página, las diferencias resultan mucho más explicables, en cuanto que el mismo texto bíblico permite distintos enfoques y distintas acentuaciones del sentido del texto al que se refieren. A veces podemos leer una afirmación bíblica desde una preocupación moral o espiritual, y otras veces desde un enfoque más histórico o teológico… Y de ahí las diferencias cuando estas no se deben a distintas intenciones doctrinales, como en el caso a que nos hemos referido, del texto de los Testigos de Jehová. Cuando se trata de variedad de intenciones doctrinales inevitablemente causan desconcierto y confusión. Tendremos que dejarlas todas al juicio de Dios que escudriña los corazones.

Es verdad, durante un largo período, la Iglesia Católica, preocupada por guardar la integridad y la exactitud del texto bíblico, y por temor a falsas o parciales interpretaciones, se ha resistido a las traducciones a otros idiomas. Inclusive para el trabajo misionero entre pueblos de muy diferentes cultura e idiomas, sólo se permitía la traducción del Nuevo Testamento.

Sin embargo, afirmar que John Wicleff (1330-1388) fuera perseguido sólo porque quiso traducir la Biblia al inglés, es del todo incorrecto. Las razones de su condena de parte de la Iglesia e inclusive de parte de Ricardo II, rey de Inglaterra, eran otras y, concretamente, la negación de varias verdades de nuestra fe católica como, por ejemplo, la negación de los Sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia o Reconciliación; además de insistir en la Iglesia entendida sólo como comunidad de creyentes, sin ninguna referencia a la Jerarquía y entonces, al Magisterio Eclesiástico.

Los responsables de la Reforma protestante lo consideraban como la “estrella matutina” que anunciaba el nuevo día del que ellos eran los responsables.

Frente al constante riesgo de “desvíos” del camino de la verdad bíblica nos acompaña la promesa de Jesús: “No los dejaré huérfanos y les enviaré al Espíritu Santo que les conducirá al conocimiento de toda la verdad” (Jn 16, 13).

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