“Buenos días, Monseñor. ¿Cómo se encuentra? Tengo una pregunta. Ahora están de moda los Ángeles y los Arcángeles. No quiero leer cosas superficiales, sobre ellos. ¿Qué me recomienda para documentarme sobre ellos? ¡Muchas gracias!”

Rosella Q. L. - San José

 

Estimada Rossella, lo primero que le aconsejo es ver y reflexionar lo que afirma el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, querido y aprobado por San Juan Pablo II y publicado en 1983.

Son suficientemente numerosos y amplios los números que el Catecismo dedica a los Ángeles. Empieza afirmando que “la existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente Ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición” (n° 328).

Una vez que el Catecismo afirma su existencia, algo nos dice de su naturaleza, es decir, de lo que ellos son: “En tanto que creaturas puramente espirituales (son puros espíritus), tienen inteligencia y voluntad, y entonces son criaturas personales e inmortales (cfr. Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las creaturas visibles” (n° 320).

Como hizo comprender Jesús cuando exhortó a no menospreciar ni a escandalizar a los niños, afirmó que los Ángeles gozan de la visión beatifica ya que contemplan el “rostro de mi Padre” (Mt 18, 10).

“Con todo su ser, los Ángeles son servidores y mensajeros de Dios; son “agentes de las órdenes de Dios y atentos a la voz de su palabra”” (Sal 103, 20).

A continuación, y concretamente en los números 331 – 333, el Catecismo va recordando las múltiples y variadas intervenciones de los Ángeles en la historia de la Salvación que culminan con el anuncio de parte del Arcángel Gabriel y que se prolongan a lo largo de la entera vida terrena de Jesús, y a quien acompañarán “cuando Él venga en su gloria” (Mt 25, 31).

De aquí que, como acompañaron la vida de Jesús, ahora están acompañando la vida de la Iglesia que se beneficia de la presencia y de la ayuda misteriosa y poderosa de los Ángeles (cfr. Hch 5, 18 – 20; 8, 26 – 29 …).

“Desde la infancia (cfr. Mt 18, 20) a la muerte (cfr. Lc 16, 22: los Ángeles llevaron al pobre Lázaro, cuando murió, a estar con Abraham), la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión” (n° 336).

Ya S. Basilio el Grande (339 – 379) recordaba a los cristianos de su tiempo que “cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para conducirlo a la Vida”. Es el “Ángel de la Guarda”, a quien desde pequeños hemos aprendido a pedirle su constante compañía y que no nos dejara … “ni de noche ni de día”.

De su parte, el grande experto de la Sagrada Escritura, que ha sido S. Jerónimo (342 – 420) ha escrito: “grande dignidad de las almas, tal que, cada una tenga desde su nacimiento un Ángel encargado de su custodia”.

Cuántos sean los Ángeles, nadie lo sabe. La Sagrada Escritura habla de miríadas, de ejércitos y de legiones.

De la misma Sagrada Escritura, sabemos el nombre de grupos de ellos, y así se ha ido fijando, a lo largo de la historia, una triple jerarquía en orden descendiente, de tal modo que tenemos, en el primer grupo, ols Serafines, Querubines y los Tronos; en el segundo, las Dominaciones, Virtudes y Potestades; y en el tercero, Principados, Arcángeles y Ángeles. Cuanto, a sus nombres, sólo se nos ha dado conocer a tres: Gabriel, Miguel y Rafael.

Estimada Rossella, le he expuesto aquí lo “esencial” de la doctrina católica a cerca de los Ángeles y es suficiente para motivar nuestra justa devoción hacia ellos y particularmente hacia nuestro Ángel de la Guarda. Sabemos que la Iglesia nos exhorta a un culto “equilibrado” hacia los Ángeles, primero celebrando de ellos dos fiestas, una en honor y agradecimiento hacia los Arcángeles, Gabriel, Miguel y Rafael (29 de septiembre), a quienes las Biblia concede tanto realce, y la segunda, el 2 de octubre, recordando y celebrando a los Ángeles Custodios.