Casi nueve años después de aquel acontecimiento, con muchas dificultades y limitaciones, pero con un gran esfuerzo comunitario, los fieles pudieron celebrar por primera vez la Misa en el que será su nuevo templo, pues aun queda mucho por hacer.
Sin paredes, apenas la estructura, el piso de cemento, las columnas sin repellar y el techo de zinc, allí, un pueblo humilde se congregó, con alegría, para dar gracias al Señor.
La construcción inició en 2018 y ha sido levantada poco a poco. “El camino ha sido muy pesado, todo se ha hecho con el trabajo y el esfuerzo de las gentes del lugar y algunas personas de fuera de la parroquia que nos han dado su colaboración”, comentó el cura párroco, Dagoberto Moctezuma.
El 15 de agosto pasado, al finalizar la ceremonia litúrgica, comentó: “Saber que ya no nos mojamos, que tampoco estamos bajo el sol, es una gran motivación para seguir adelante. Muchas gracias a Dios porque nos ha concedido maravillas”.
“Es una felicidad, un gozo para mí y para todo el pueblo que ha trabajado y ha dado lo mejor de sí mismo en Su Nombre”, agradeció el sacerdote.
El sacerdote y misionero Servidor de la Palabra explicó que la obra se lleva a cabo “con gente pobre, luchando, haciendo tamaladas, rifas, ventas de comida… Ahí vamos recaudando”, dijo.
Efectivamente, el camino ha sido arduo, sobre todo si se tiene en cuenta que la Pandemia ha impedido un mayor avance en las obras, las obras avanzan conforme reciben fondos.
“Falta cerrar el contorno, el repello, hace falta poner cielorraso, poner cerámica, instalación eléctrica y abanicos. Todavía es mucho lo que se tiene que hacer, pero con la gracia de Dios es posible”, expresó el Padre Dagoberto.
Y agregó que confían en la colaboración de todos los fieles de buen corazón, tanto de la parroquia como de los miembros de la iglesia en general. El nuevo templo parroquial contará con espacio para 800 personas.
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