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Domingo, 28 Abril 2024
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MENSAJE PARA EL TIEMPO DE PASCUA DE LOS OBISPOS
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA

«¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado»

San Lucas 24, 5-6

Como pastores del pueblo de Dios enviamos nuestro gozoso saludo pascual al Pueblo de Dios en nuestro país, tras haber celebrado los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo durante la Semana Santa.

Luego de dos años de pandemia, provocada por el COVID-19, el pueblo fiel católico volvió a celebrar, en los templos y en las calles, los misterios de la fe, hecho que nos llena de regocijo y agradecimiento profundo en el Señor, pues nos ha permitido reavivar nuestro espíritu, encontrarnos presencialmente y alimentar nuestra esperanza común.

«Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe», (I Corintios 15, 14).  Hemos vivido y celebrado el misterio pascual con la mirada puesta en Cristo Resucitado, quien ha vencido la muerte.  Por ello, este tiempo de la Pascua, que vive la Iglesia, es tiempo de gracia y tiempo propicio para redescubrir que nuestro futuro no está en el frío y el vacío de un sepulcro, sino que está más allá, en la eternidad.  ¡Esto es lo que creemos y vivimos los cristianos!

Al mismo tiempo, la resurrección de Jesucristo nos abre el horizonte a la esperanza:  esperanza de una vida y un país mejores; esperanza de que la pandemia terminará y que podremos superar una serie de brechas que afectan a nuestros hermanos más vulnerables.

Sintámonos animados por lo que nos manifiesta el Papa Francisco:  «De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo:  ‘Alégrense’ (Mt 28, 9).  Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel.  El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13).  Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera» (17 de abril, 2020, meditación en revista española Vida Nueva).

La intensa y concurrida celebración de la Semana Santa, en cada una de nuestras comunidades parroquiales, a lo largo y ancho de todo el país, nos anima a redescubrir los valores de un pueblo creyente.  Agradecemos, también, el respeto con el cual esta fe se ha manifestado y vivido.  Sin embargo, esta celebración no se puede quedar sólo en un momento determinado o en una época especial.

Nos dice el Santo Padre, en su Encíclica Lumen Fidei, n. 51:  «La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común».

Precisamente, nuestro llamado es a continuar manifestando nuestra fe en cada lugar en que nos encontremos, en toda situación que enfrentemos, en todo momento que sea necesario para contribuir a mejorar nuestra sociedad.

Camino al cambio de mando en nuestras autoridades de gobierno, tanto en el Poder Ejecutivo como en el Poder Legislativo, les hacemos un llamado a poner la mirada en el mejoramiento y crecimiento del país, teniendo en cuenta sus principales problemáticas; más aún, poniendo en el centro de cada una de las decisiones que se tomarán a la persona humana.

Agradecemos a las autoridades salientes y saludamos de modo especial al presidente de la República Carlos Alvarado Quesada.  Agradecemos todos los esfuerzos que el gobierno, que está por terminar, ha realizado por Costa Rica; sabemos los duros momentos vividos a causa de la pandemia.

Una vez más, imploramos sobre el presidente electo, Rodrigo Chaves Robles, y por todos quienes ingresarán a trabajar en la función pública a partir del mes de mayo, la bendición del Señor para que puedan ejercer sus cargos con sabiduría, humildad y acierto.

Una familia unida

Febrero 02, 2022

Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica hacen llamado a que tras el proceso electoral se trabaje por el bien común.

2 de febrero, 2022.

A escasos días de las Elecciones Nacionales, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica han realizado un nuevo llamado para poner los intereses del país por encima de los intereses particulares.

Una vez que se dé la elección del próximo 6 de febrero, y aún si correspondiera continuar a una segunda ronda para elegir presidente y vicepresidentes, los Obispos llaman a “trabajar por el bien común, a unirnos como país, como una sola familia”.

Según recogen del Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 1906, los Obispos enfatizaron la necesidad de comprender el mensaje del Magisterio: “El bien común afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad”.

En un nuevo llamado a votar y apreciar el derecho sagrado del sufragio, los Obispos ponen especial atención a que electores y elegidos, a partir del 6 de febrero, “trabajen por el bien de Costa Rica”.

Así como en días anteriores, y desde los meses de las convenciones que se desarrollan en algunos partidos políticos, los Obispos confían en el fortalecimiento de la democracia, y que a 200 años de vida independiente “se siga madurando en el sistema sobre el cual se han sentado las bases de Costa Rica y el cual es motivo de orgullo en el mundo, por los sólidos valores que lo conforman”.

MENSAJE PARA EL TIEMPO DE ADVIENTO DE LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA

¡QUIEN CREE, VE CON UNA LUZ QUE ILUMINA TODO! (Cfr. Lumen Fidei, 1)

«Y darás a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (San Mateo 1, 21)

El Señor nos regala un momento de gracia, por medio de la Iglesia, al vivir el tiempo de Adviento, con el cual iniciamos un nuevo Año Litúrgico, y nos preparamos para recibir a Aquél que todo lo ilumina y que nos salva de las oscuridades existentes en nuestra vida.

A partir del domingo 28 de noviembre iniciaremos como católicos el tiempo de Adviento, mediante el cual nos preparamos espiritualmente, para celebrar con inmenso gozo, el nacimiento de Jesús, como única Luz que nos salva de toda oscuridad en nuestra vida.

Este es un tiempo para volver la mirada a lo que trasciende más allá de lo que podemos ver. Las dificultades que todavía vivimos por la pandemia que ha golpeado y desnudado la oscuridad de una sociedad que descarta al más débil, al que menos tiene, que ha profundizado las desigualdades y oscurecido el futuro de muchos, nos lleva a proclamar el Evangelio de la Esperanza.

En este tiempo, estamos llamados a hacer brillar las buenas obras para dar gloria a Dios (cfr. Mateo 5, 16); y a que nuestras acciones reflejen los sentimientos de Jesús (cfr. Filipenses 2, 5), con ello podremos llenar de luz la vida entera, que es pasajera, pero que tiene un futuro esperanzador junto al Señor en la eternidad.

Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica abogan por tomar con seriedad el rumbo educativo de nuestro país, libre de ideologías. Así lo dieron a conocer este lunes 22 de noviembre en un comunicado sobre el tema, que compartimos a continuación:

Sobre el rumbo de la educación en Costa Rica

En los últimos años, los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica han expuesto su preocupación por el rumbo que está tomando la educación en nuestro país.

Este 25 de marzo la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el momento en el que el ángel le anuncia a la Virgen María que será la madre del Redentor. Este contexto anima la celebración del Día de la Vida antes de Nacer, que involucra todos los esfuerzos a favor de la vida y contra todas sus amenazas, especialmente el aborto. Para esta ocasión los obispos del país han dado a conocer un mensaje en el que reiteran su llamado a los fieles, así como una respetuosa exhortación a toda la ciudadanía, "a proteger y amparar, siempre y en toda circunstancia toda vida, desde su concepción hasta su fin natural". Se trata, de  "salvar y proteger las dos vidas, tanto la del niño como la de su madre", pues "nunca el aborto procurado y realizado será un bien social, sino más bien la dramática ocasión del irracional retroceso en una sociedad que se dice civilizada y heredera de aquellos principios indelebles que la forjaron como nación y que están acuñados en su Constitución Política".

A continuación su mensaje íntegro:

 

“Levántate, José…” (Cfr. Mt. 2, 13b)

Mensaje de los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, con ocasión de la solemnidad de la Anunciación del Señor.

 

Con gran alegría y compromiso pastoral hemos asumido la convocatoria del Santo Padre Francisco del Año dedicado a San José, padre adoptivo de nuestro Señor Jesucristo, esposo castísimo de Santa María Virgen y patrono de la Iglesia Universal. Un año particularmente dedicado a contemplar su persona, vocación y misión, inserta en el plan eterno de la salvación humana.

Contemplar a San José en la solemnidad de la Anunciación del Señor y, por tanto, del misterio de su Encarnación, de hacerse hombre en el vientre purísimo de su bienaventurada Madre, es contemplar el designio eterno del Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cfr. I Tim. 2,4), y ver en San José un vivo ejemplo de colaboración en la obra de Dios.

Una vez más deseamos, en el marco de este designio amoroso, manifestar y proclamar la grandeza del ser humano, hombre y mujer, creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen. 1, 27). Tanto más, que Dios se hizo hombre (cfr. Jn. 1,14), asumiendo plenamente nuestra condición, menos en el pecado, pues, «Él que es “imagen de Dios invisible” (Col. 1,15), es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado» (G.S. 22), entrando en nuestra historia en el seno de una familia, abrazado, amado y formado por una madre y un padre.

Cristo, el Señor, por obra del Espíritu Santo recibió su humanidad de su bendita Madre, unida en matrimonio con el bienaventurado José, cuya integridad virtudes y obediencia hicieron que fuera considerado justo (cfr. Mt. 1, 19), y que recibiera de Dios Padre la irrenunciable misión de amparar, proteger, custodiar y formar a su santísimo Hijo, nuestro Salvador. De ellos, unido siempre a su Padre Dios, Jesucristo recibió, cual imborrable sello, la formación que imprimiera la vida y la fe que experimentó en el Hogar de Nazaret.

Esta irrenunciable misión que, a lo largo de toda su vida, realizaron José y María, resplandeció sobremanera cuando les tocó enfrentarse a aquel soberbio poder que pretendía destruir la vida de Jesús en su más vulnerable infancia. San José responde a Herodes obedeciendo al designio de Dios, quien le habló en sueños (cfr. Mt. 1, 20-21), «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt. 2, 13b-14).

También, a nosotros creyentes, y a toda persona de buena voluntad, en este momento de la historia, el Señor Dios nos invita a colaborar en sus designios de amor y de vida, proclamando con toda fuerza el Evangelio de la Vida, en nuestro contexto cultural, social y mediático. Máxime cuando, por nuestra misma racionalidad, podemos reconocer el derecho inviolable a la vida, fundamento del derecho natural y anterior a todo derecho positivo.

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