Los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
ante el aumento de la violencia homicida en nuestro país
“¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mi”
Gén 4,10
Hermanos y hermanas en Cristo Jesús
Hoy nuestra palabra brota entristecida por la gravísima situación que atraviesa nuestro país. Cerramos el 2023 con un aumento histórico de homicidios, llegando a contabilizar 907 asesinatos y, apenas en estos primeros días del 2024, somos testigos de horrendos nuevos crímenes que nos estremecen el corazón y nos motivan a asumir una posición firme y clara.
En particular, manifestamos nuestra cercanía con las comunidades que más sufren este flagelo, a saber, nuestras costas, tanto del Pacífico como del Caribe, así como de San José, nuestra ciudad capital, convertidas en escenarios casi cotidianos de balaceras y “ajustes de cuentas”.
POR UNA EDUCACIÓN COSTARRICENSE QUE ABRA CAMINOS DE ESPERANZA
El tema de la educación ha sido prioridad histórica en la misión de la Iglesia Católica; basta con un breve recorrido en la historia para darse cuenta que el proceso educativo fue asumido con seriedad por la Iglesia en todas partes del mundo, desde el establecimiento de escuelas, hasta la fundación de prestigiosas universidades que aún hoy siguen siendo un referente en la formación del mayor rigor académico de las personas estudiantes. Costa Rica no es la excepción, un sacerdote fue el primer maestro y el fundador de la primera escuela en Cartago; asimismo, la primera universidad costarricense, la Universidad de Santo Tomás, surge de la mano de la Iglesia. Tampoco escapa a esto la educación técnica que se originó también bajo la tutela de la Iglesia en los ya lejanos años 50 del siglo pasado.
No podemos renunciar, por tanto, a cuidar lo que se ama y aquello en lo que se cree. La Iglesia mantiene viva la esperanza en los procesos educativos en los que la persona es colocada en el centro del proceso[1], y no puede dejar de interesarse y proponer alternativas ante la crisis que la afecta, porque, como señalaba el Papa Benedicto XVI, «todos nos preocupamos por el bien de las personas que amamos, en particular por nuestros niños, adolescentes y jóvenes»[2]. Por eso mismo decía: «Educar es formar a las nuevas generaciones, para que sepan entrar en relación con el mundo». Por eso llamó y convocó a responder a lo que consideró «emergencia educativa». Lamentablemente, creemos que esto es lo que experimentamos en nuestro sistema educativo nacional.
Más recientemente, el Papa Francisco ha propuesto un Pacto Educativo Global como alternativa para superar la crisis que afecta a la educación en todo el mundo; lo lanza como una invitación para iniciar «un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora»[3]. Propone este Pacto para «reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión»[4]. Estas son las grandes opciones que propone el Papa Francisco para un Pacto Educativo Global universal:
En línea con todo lo expuesto hasta ahora, queremos proponer, algunos aspectos para la consideración y la búsqueda de soluciones consensuadas:
Es imprescindible que el ente constitucional encargado de la educación costarricense, el Consejo Superior de Educación (CSE), sea el que garantice los procesos de continuidad en el sistema educativo y, tal como corresponde, el MEP sea efectivamente el ejecutor de las disposiciones macro educativas que el CSE propone, como en el marco de la legalidad le corresponde.
El respaldo a la educación universitaria es imprescindible y se hace necesario el apoyo económico desde el marco de legalidad que ampara a las universidades, lo cual también exige los controles adecuados para evaluar el correcto uso de los presupuestos, con el fin de promover el mayor acceso de forma democrática del estudiantado a los estudios superiores, lo que ha distinguido históricamente a nuestro país.
«El que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios»
Lucas 1, 35b
Inicia un tiempo de esperanza y de alegría. Adviento viene del latín y significa «venida»; es la venida de nuestro Señor Jesucristo que nos trae la salvación.
Como pastores de la Iglesia enviamos nuestro mensaje de cercanía al Pueblo de Dios porque iniciamos un nuevo Año Litúrgico y lo hacemos con gozo: es un tiempo que nos permite reconocer que nuestro Salvador ha irrumpido en la humanidad.
El Adviento, en la liturgia de la Iglesia, tiene una doble dimensión, pues en su primera parte es tiempo en que renovamos nuestra fe en la espera de la segunda venida de Cristo al final de la historia y es también tiempo de preparación para la solemnidad de Navidad, haciendo presente la primera venida del Hijo de Dios a la humanidad.
«El que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1, 35b). Este anuncio del Arcángel Gabriel a la Virgen María nos colma y nos llena de esperanza; el nacimiento que se anuncia es el de nuestro Salvador. Él viene a redimirnos, a darnos vida y vida en abundancia (cfr. Juan 10,10b).
Es importante y necesario, entonces, que reflexionemos sobre el don de la vida que hemos recibido gratuita y maravillosamente por parte de Dios. Mientras algunos en la sociedad desprecian este don y derecho sagrado, nosotros vivimos un tiempo de gracia que nos permite apreciar el más importante regalo que se nos ha dado: la vida.
¡Ven, Señor Jesús!, se vuelve un clamor en medio de las oscuridades que se presentan en nuestra sociedad, para que pueda iluminar y guiar los corazones de las personas.
¡Ven, Señor Jesús!, se vuelve el grito que los creyentes y las personas de buena voluntad debemos llevar a nuestro país, para poner un freno a corrientes e ideologías que quieren privarnos del don de la vida.
Conscientes del dolor, del pecado, de las tensiones, de las limitaciones y dificultades de esta vida, de la inseguridad y hasta de la muerte, Adviento es una invitación a aguardar a Jesús, que siempre tiene un mensaje trascendental para nosotros: que el Reino de Dios es posible para todos.
Mensaje de la Conferencia Episcopal a la Iglesia y al pueblo de Costa Rica al finalizar la CXXIV Asamblea Ordinaria.
“La familia es la célula original de la vida social”
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2207)
Este jueves 19 de mayo de 2022, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica se reunieron en Casa Presidencial, con el presidente de la República, Rodrigo Chaves Robles, y con algunos ministros de Gobierno.
“Con actitud de escucha, tuvimos un diálogo franco y sincero, en busca de unir esfuerzos por el bien común de nuestra sociedad”, expresó Monseñor José Manuel Garita Herrera, presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.
Los obispos, una vez más, felicitaron al mandatario, y agradecieron el espacio de oración durante el Traspaso de Poderes. Manifestaron, durante la reunión, la disposición de ayuda de la Iglesia que históricamente ha dado siempre su aporte de manera constante en la construcción de Costa Rica.
Dentro de los temas abordados y que también fueron expuestos en carta pública de los obispos al mandatario, el pasado 4 de abril, estuvieron: una sana política, la economía al servicio del ser humano, la importancia de la familia y de la vida, el primordial abordaje integral de la salud, la atención impostergable de la educación, el fortalecimiento de la paz social y el cuidado del medio ambiente.
“En todos estos temas, el punto focal que la Iglesia ha puesto siempre en el centro es la persona humana y el respeto a su dignidad”, destacó Monseñor Garita.