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Domingo, 28 Abril 2024
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Los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

ante el aumento de la violencia homicida en nuestro país

“¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mi”

Gén 4,10

 

Hermanos y hermanas en Cristo Jesús

Hoy nuestra palabra brota entristecida por la gravísima situación que atraviesa nuestro país. Cerramos el 2023 con un aumento histórico de homicidios, llegando a contabilizar 907 asesinatos y, apenas en estos primeros días del 2024, somos testigos de horrendos nuevos crímenes que nos estremecen el corazón y nos motivan a asumir una posición firme y clara.

En particular, manifestamos nuestra cercanía con las comunidades que más sufren este flagelo, a saber, nuestras costas, tanto del Pacífico como del Caribe, así como de San José, nuestra ciudad capital, convertidas en escenarios casi cotidianos de balaceras y “ajustes de cuentas”.

Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

POR UNA EDUCACIÓN COSTARRICENSE QUE ABRA CAMINOS DE ESPERANZA

El tema de la educación ha sido prioridad histórica en la misión de la Iglesia Católica; basta con un breve recorrido en la historia para darse cuenta que el proceso educativo fue asumido con seriedad por la Iglesia en todas partes del mundo, desde el establecimiento de escuelas, hasta la fundación de prestigiosas universidades que aún hoy siguen siendo un referente en la formación del mayor rigor académico de las personas estudiantes. Costa Rica no es la excepción, un sacerdote fue el primer maestro y el fundador de la primera escuela en Cartago; asimismo, la primera universidad costarricense, la Universidad de Santo Tomás, surge de la mano de la Iglesia. Tampoco escapa a esto la educación técnica que se originó también bajo la tutela de la Iglesia en los ya lejanos años 50 del siglo pasado.

No podemos renunciar, por tanto, a cuidar lo que se ama y aquello en lo que se cree. La Iglesia mantiene viva la esperanza en los procesos educativos en los que la persona es colocada en el centro del proceso[1], y no puede dejar de interesarse y proponer alternativas ante la crisis que la afecta, porque, como señalaba el Papa Benedicto XVI, «todos nos preocupamos por el bien de las personas que amamos, en particular por nuestros niños, adolescentes y jóvenes»[2].  Por eso mismo decía: «Educar es formar a las nuevas generaciones, para que sepan entrar en relación con el mundo».  Por eso llamó y convocó a responder a lo que consideró «emergencia educativa».  Lamentablemente, creemos que esto es lo que experimentamos en nuestro sistema educativo nacional.

Más recientemente, el Papa Francisco ha propuesto un Pacto Educativo Global como alternativa para superar la crisis que afecta a la educación en todo el mundo; lo lanza como una invitación para iniciar «un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora»[3]. Propone este Pacto para «reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión»[4].  Estas son las grandes opciones que propone el Papa Francisco para un Pacto Educativo Global universal:

  1. Poner a la persona en el centro de todo el proceso educativo.
  2. Escuchar a las jóvenes generaciones, la voz de los niños, adolescentes y jóvenes.
  3. Promover a la mujer, favorecer la plena participación de las niñas y las jóvenes.
  4. Favorecer el ejercicio de la responsabilidad primera de la familia en la educación.
  5. Abrirse a la acogida, en particular de los más vulnerables y desfavorecidos.
  6. Renovar la economía y la política para el desarrollo humano integral.
  7. Cuidar la casa común, el medio ambiente y la justicia social.[5]

En línea con todo lo expuesto hasta ahora, queremos proponer, algunos aspectos para la consideración y la búsqueda de soluciones consensuadas:

  1. Avancemos decididamente hacia un Pacto Nacional por la Educación fruto de la participación de todas las instancias sociales, aportando la propia visión en un diálogo abierto y respetuoso para la búsqueda conjunta de caminos comunes satisfactorios para todos. De hecho, la ruptura del pacto educativo es el origen de los desequilibrios que experimentamos en la educación. Es urgente hoy un nuevo período de compromiso educativo que involucre a todos, que genere espacios para la participación y el entendimiento para que podamos unirnos con este objetivo.
  2. Prioricemos y fortalezcamos el rol educativo de las familias revitalizando el valor testimonial, la fuerza del cariño y del ejemplo, la autoridad moral, que brota de una vida íntegra, coherente con los valores que han iluminado el caminar de nuestro país. Garanticemos el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos de acuerdo con sus convicciones. Implementemos acciones estratégicas para que las familias asuman un rol protagónico en el proceso educativo de las personas menores de edad y establezcan una adecuada colaboración con los docentes y demás instancias educativas.
  3. Generemos un ambiente de comunidad educativa que propicie espacios de diálogo, de participación, para que todos los agentes del sistema educativo, estudiantes, docentes, administrativos y familias, sean escuchados y puedan presentar sus preocupaciones y recomendaciones, para así fomentar la sinergia dentro de este sistema en la mejora de la educación.
  4. Es imprescindible el fortalecimiento del rol formativo de las personas docentes; elevar la percepción de estima y motivación a su tarea, salvaguardar su autoridad, evitar la sobrecarga de trabajo no estrictamente educativo. Implementar procesos de formación continua con reconocimiento para su carrera profesional, garantizar su seguridad laboral, una justa remuneración, etc. Es necesario revisar la ley 9999 porque, aun con sus aportes positivos, quita autoridad y, con ello, motivación, a los docentes a la hora de intervenir en la educación.
  5. Propiciemos una educación integral, atenta a las diversas dimensiones del ser humano, incluyendo la dimensión espiritual, siempre desde el respeto a la libertad religiosa y libertad de culto. En este sentido, es de reconocer el aporte de la Iglesia en la materia de Educación Religiosa ya por más de ochenta años.
  6. La educación en valores debe ser el eje transversal en el quehacer educativo, desde una visión ética y humanística que valore la dignidad de la persona humana, la vida familiar, la relación armoniosa con el ambiente, la convivencia, el compromiso social y el valor de la exigencia personal para mejorar.
  7. Impulsemos una visión antropológica respetuosa de la tradición del humanismo cristiano que supere ideologías extrañas y deshumanizadoras. Negar la base biológica de la persona, como constitutiva fundamental de ella, es una clara ideologización que, lejos de contribuir a su dignidad, lo que hace es desposeerla de aquello que la fundamenta y dejarla a la deriva de los clichés antojadizos de las corrientes sociales del momento. Hacer estos planteamientos a los niños invitándoles a cuestionarse su identidad sexual a edades tempranas es desconocer la psicología evolutiva y equivocar la dosificación en la educación. El componente ético de la educación de la sexualidad es competencia de las familias en el ejercicio de su derecho a la educación de sus hijos. Es necesario favorecer la libre expresión de ideas por parte de todos los integrantes de la comunidad educativa y respetar al máximo la objeción de conciencia frente a estas propuestas.
  8. Favorezcamos una educación equitativa que compense las desigualdades sociales y garantice el acceso de toda persona estudiante a una educación de calidad. Atendamos las brechas sociales, la brecha digital y de acceso a recursos educativos básicos para crecer en igualdad de oportunidades en todo el país. Especial atención merecen el estudiantado y familias que están en vulnerabilidad, la deserción escolar que ha aumentado con la pandemia.
  9. Preocupa que cada cuatro años, con los cambios en la administración del ejecutivo, que, por supuesto supone el cambio de las autoridades en el Ministerio de Educación Pública (MEP), se tengan que hacer cambios especialmente en la parte técnica-curricular, sin un previo diálogo, revisión y análisis a profundidad y, sin considerar muchas veces, la política educativa y curricular vigente, para que se puedan hacer propuestas sólidas a partir de lo que existe, con el propósito de seguir mejorando.

Es imprescindible que el ente constitucional encargado de la educación costarricense, el Consejo Superior de Educación (CSE), sea el que garantice los procesos de continuidad en el sistema educativo y, tal como corresponde, el MEP sea efectivamente el ejecutor de las disposiciones macro educativas que el CSE propone, como en el marco de la legalidad le corresponde.

  1. Revisemos y garanticemos el funcionamiento idóneo de las Juntas de Educación, lo que supone la revisión de la elección de estas, a fin de que no se conviertan en trampolines políticos. Implica también una fiscalización del uso adecuado de los fondos económicos, en procura del interés superior de la persona menor que asiste a los centros educativos. Motivemos a las comunidades y familias a participar democráticamente en la conformación de las Juntas de Educación.
  2. Redoblemos esfuerzos para que el sistema educativo costarricense, alcance la implementación de la oferta completa del plan de estudios establecida por el Consejo Superior de Educación mediante el acuerdo 34-07. Si queremos una educación con equidad e igualdad de oportunidades para todo el estudiantado, no podemos conformarnos con que solo en el 8 %[6] de las escuelas de nuestro país se imparta el currículo completo establecido por el CSE. Por lo que, para caminar hacia el logro del currículo completo en el 100% de nuestras escuelas, convendría la unificación de centros educativos unidocentes en otros centros para potenciar recursos y poder tener una educación con verdadera equidad. El dinero que se ahorra de esta forma se invierte en el transporte de los alumnos de estas escuelas unidocentes.
  3. Atendamos con prontitud los problemas de infraestructura que obstaculizan la implementación de la oferta educativa completa; esta es otra urgencia más para enfrentar la crisis educativa, con esto se pueden evitar las desigualdades que se presentan entre centros educativos respecto a la oferta del currículo completo por falta de capacitad locativa u horaria. Además, se deben atender, con acciones efectivas, los problemas de conectividad, internet y tecnológicos de los centros educativos a fin de ofrecer una educación de calidad en equidad.
  4. Revisemos las plazas docentes (códigos presupuestarios) que, durante la pandemia fueron eliminados como una de las medidas paliativas de la situación económica; esto fue en su momento y sigue siendo una clara violación al derecho constitucional de la educación de las personas estudiantes, porque, aunque se les siguió dando clases, se les privó de recibir asignaturas específicas en un claro trato desigual, respecto a los que sí reciben la oferta completa de asignaturas.
  5. Atendamos de forma urgente el problema de violencia en centros educativos. Es necesaria la creación de equipos institucionales de diálogo y resolución de conflictos. Esto debe ser una tarea prioritaria; dichos equipos pueden conformarse con profesores, orientadores, padres de familia y estudiantes; deben ser capacitados para abordar las situaciones de conflicto, tanto la prevención como el conflicto propiamente, buscando generar diálogo y alternativas de solución distintas a la violencia.
  6. Valoremos el aporte a la educación nacional de los centros privados, muchos de ellos de inspiración católica, algunos con estímulo estatal. Respetemos su propia identidad y peculiaridades, siempre dentro de la oportuna supervisión nacional. Conviene explorar opciones de alianzas estratégicas, alianzas público-privadas para respaldar procesos de extensión, acción social, docencia e investigación que beneficien a la comunidad nacional.
  7. Trabajemos con las Universidades públicas y privadas que imparten carreras del ámbito educativo, para mejorar la calidad de la formación de los futuros profesionales y promover la mística de la profesión docente, fortaleciendo el perfil de la persona docente. Esto responderá a las necesidades de la Dirección de Recursos Humanos del MEP, la cual mantiene la figura de nombramientos por inopia ante la escasez de docentes calificados.

El respaldo a la educación universitaria es imprescindible y se hace necesario el apoyo económico desde el marco de legalidad que ampara a las universidades, lo cual también exige los controles adecuados para evaluar el correcto uso de los presupuestos, con el fin de promover el mayor acceso de forma democrática del estudiantado a los estudios superiores, lo que ha distinguido históricamente a nuestro país.

MENSAJE PARA EL TIEMPO DE ADVIENTO DE LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA

«El que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios»

Lucas 1, 35b

Inicia un tiempo de esperanza y de alegría.  Adviento viene del latín y significa «venida»; es la venida de nuestro Señor Jesucristo que nos trae la salvación.

Como pastores de la Iglesia enviamos nuestro mensaje de cercanía al Pueblo de Dios porque iniciamos un nuevo Año Litúrgico y lo hacemos con gozo:  es un tiempo que nos permite reconocer que nuestro Salvador ha irrumpido en la humanidad.

El Adviento, en la liturgia de la Iglesia, tiene una doble dimensión, pues en su primera parte es tiempo en que renovamos nuestra fe en la espera de la segunda venida de Cristo al final de la historia y es también tiempo de preparación para la solemnidad de Navidad, haciendo presente la primera venida del Hijo de Dios a la humanidad.

«El que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1, 35b).  Este anuncio del Arcángel Gabriel a la Virgen María nos colma y nos llena de esperanza; el nacimiento que se anuncia es el de nuestro Salvador.  Él viene a redimirnos, a darnos vida y vida en abundancia (cfr. Juan 10,10b).

Es importante y necesario, entonces, que reflexionemos sobre el don de la vida que hemos recibido gratuita y maravillosamente por parte de Dios.  Mientras algunos en la sociedad desprecian este don y derecho sagrado, nosotros vivimos un tiempo de gracia que nos permite apreciar el más importante regalo que se nos ha dado: la vida.

¡Ven, Señor Jesús!, se vuelve un clamor en medio de las oscuridades que se presentan en nuestra sociedad, para que pueda iluminar y guiar los corazones de las personas.

¡Ven, Señor Jesús!, se vuelve el grito que los creyentes y las personas de buena voluntad debemos llevar a nuestro país, para poner un freno a corrientes e ideologías que quieren privarnos del don de la vida.

Conscientes del dolor, del pecado, de las tensiones, de las limitaciones y dificultades de esta vida, de la inseguridad y hasta de la muerte, Adviento es una invitación a aguardar a Jesús, que siempre tiene un mensaje trascendental para nosotros: que el Reino de Dios es posible para todos.

Mensaje de la Conferencia Episcopal a la Iglesia y al pueblo de Costa Rica al finalizar la CXXIV Asamblea Ordinaria.

 

“La familia es la célula original de la vida social”

(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2207)

 

Este jueves 19 de mayo de 2022, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica se reunieron en Casa Presidencial, con el presidente de la República, Rodrigo Chaves Robles, y con algunos ministros de Gobierno. 

“Con actitud de escucha, tuvimos un diálogo franco y sincero, en busca de unir esfuerzos por el bien común de nuestra sociedad”, expresó Monseñor José Manuel Garita Herrera, presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.
Los obispos, una vez más, felicitaron al mandatario, y agradecieron el espacio de oración durante el Traspaso de Poderes. Manifestaron, durante la reunión, la disposición de ayuda de la Iglesia que históricamente ha dado siempre su aporte de manera constante en la construcción de Costa Rica.

Dentro de los temas abordados y que también fueron expuestos en carta pública de los obispos al mandatario, el pasado 4 de abril, estuvieron: una sana política, la economía al servicio del ser humano, la importancia de la familia y de la vida, el primordial abordaje integral de la salud, la atención impostergable de la educación, el fortalecimiento de la paz social y el cuidado del medio ambiente.

“En todos estos temas, el punto focal que la Iglesia ha puesto siempre en el centro es la persona humana y el respeto a su dignidad”, destacó Monseñor Garita.

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