En su Encíclica Evangelium Vitae, San Juan Pablo II habla del heroísmo cotidiano, hecho de pequeños o grandes gestos de solidaridad, entre ellos, “merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas”.