“Para mí el lugar más histórico de Cartago, la Basílica de los Ángeles, miles de fieles unidos en un solo corazón, por una promesa, una petición. Pedimos por la provincia que soñamos”.
Esto fue parte del discurso que pronunció Saymon Yoel Núñez Ortega, de 9 años de edad, como parte del Acto Cívico en Conmemoración del 202 Aniversario de la Independencia de Costa Rica.
"En la cruz con su costado abierto, el Señor nos dice que su amor, ternura y misericordia no tienen límite". Con estas palabras inició su predicación Mons. José Rafael Quirós, Arzobispo Metropolitano, en el Centenario del Voto Solemne y Consagración de Costa Rica al Sagrado Corazón de Jesús.
La ceremonia contó con la presencia de obispos de la Conferencia Episcopal y eméritos. Así como clero de la Arquidiócesis de San José. Monseñor recordó que consagrarse es manifestar la pertenencia exclusiva a Dios.
"Hoy somos llamados a no perder consciencia de tanta bondad recibida y proclamar ante este mundo narcotizado de orgullo y prepotencia que del Señor lo recibimos todo", dijo.
Asimismo, expuso que cuando el ser humano y las naciones se apartan del Señor se encaminan al fracaso, puso como ejemplo las veces que el Pueblo de Israel se alejó de Dios y quedó bajo el yugo de otros, pero aun en esos momentos, Él salió a su encuentro para su liberación.
"Solamente cuando somos conscientes de nuestras limitaciones podemos comprender la grandeza de Dios. El orgulloso y prepotente no podrá atender a la invitación tan sencilla y generosa del Señor, porque dirá yo lo puedo todo y no necesito de nadie".
Recordó las Palabras de Jesús: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños" (Mateo 11, 25)
“No olvidemos que Costa Rica ha sido y es una nación con profundos sentimientos religiosos de marcado y hondo contenido cristiano. Sin Dios no hay futuro real y, menos aún, realización y plenitud. Sacar a Dios de la vida nacional es empobrecer el presente y comprometer el futuro de Costa Rica. Sin Dios a nuestro lado estaríamos siendo infieles a la herencia de las generaciones pasadas que descubrieron en la riqueza de la fe el secreto de la identidad y de la unidad de la nación”