Hace dos días salí en barco desde el Puerto de Manaus en Amazonas. Ese día fue particularmente intenso: preparar el desayuno para las misioneras que estaban regresando de una itinerancia por la Guyana, alistar el equipaje y disponerme a ser recibido nuevamente por las aguas del gran río.
Y es navidad. Para nosotros, los franciscanos, es un tiempo especial. San Francisco de Asís abrazó el misterio del Dios que se hizo cercano, puso su tienda en medio de nosotros e hizo de su vida, ternura compartida con los más débiles.