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El abrazo que cubre el mundo cumple 90 años

By Vatican News Noviembre 12, 2021

El Cristo Redentor, monumento simbólico de Río de Janeiro y del propio Brasil, extiende sus brazos desde la cima del monte Corcovado. Abraza el inmenso espacio del mar que tiene delante, pero parece extenderse para tocar todos los rincones del mundo y del cielo.

La colosal estatua de Cristo fue inaugurada el 12 de octubre de 1931, hace 90 años, pero la idea de la misma se había originado antes, cuando, a mediados del siglo XIX, el sacerdote católico Pedro María Bos solicitó a la princesa Isabel la construcción de un gran monumento religioso. En 1889 Brasil se convirtió en una república con la implantación de la división entre Iglesia y Estado y la propuesta parecía destinada a caer en el olvido debido a los cambiantes acontecimientos históricos.

En 1921, poco después de la Primera Guerra Mundial, para no perder las raíces cristianas de la nación y oponerse al ateísmo que parecía ganar terreno, impulsado por las influencias económicas y el socialismo europeo, la Arquidiócesis de Río de Janeiro, capital de Brasil en aquella época, volvió a proponer el proyecto, también a partir de una petición de 20 mil mujeres brasileñas. Se organizó la llamada “Semana del Monumento” para recaudar los fondos necesarios, que procedían principalmente de los católicos brasileños.

 

En la cima del Corcovado

 

La cumbre del Corcovado, de 710 m de altura, se encuentra en el Parque Nacional de Tijuca. Desde aquí se puede admirar el inmenso panorama de la ciudad de Río: el Pan de Azúcar, el lago Rodrigo de Freitas, las playas de Copacabana e Ipanema, el estadio de Maracanã y las favelas. Hay varias estatuas colosales en el mundo que han impreso su figura en el panorama, pero el Cristo de Río es quizá el que parece formar más que ningún otro un todo con su entorno, parte integrante de un símbolo espiritual que parece surgir de la roca para respirar con el mundo.

Inicialmente, la idea era la de un Cristo del tipo Salvator Mundi, con el globo terráqueo en una mano y la cruz al lado, pero luego prevaleció la idea que vemos hoy, un símbolo inconfundible de Brasil y, según la empresa suiza New Open World Corporation, una de las siete maravillas modernas del mundo.

La figura de Cristo, de pie, abre los brazos, dibujando la inconfundible silueta de la cruz. La figura emerge de la escarpada montaña y el pedestal como una enorme columna estriada. El rostro, obra del rumano Gheorghe Leonida, y las manos conservan toda la suavidad de la escultura, a pesar de su considerable tamaño. La estatua, incluido el pedestal, mide 38 m; de los pies a la cabeza, 30 m; la cabeza tiene 3,75 m de altura y las manos, 3,20 m. Pesa 1.100 toneladas.

El ingeniero brasileño Heitor da Silva Costa, encargado de la obra, imaginó al Redentor, colocado a tanta altura, emergiendo primero de la oscuridad de la noche, saludado por el lucero del alba e iluminado por la puesta de sol que formaría un halo de luz alrededor de su cabeza. 

 

Una invitación a la fraternidad

 

El Papa Francisco dirigió un mensaje al Arzobispo de Río de Janeiro, el cardenal Orani Joao Tempesta. Orani João Tempesta, con motivo del 90º aniversario de la inauguración de la estatua del Cristo Redentor en la cima del cerro Corcovado.

En un telegrama firmado por el Secretario de Estado, Card. Pietro Parolin, el Pontífice “comparte los sentimientos de júbilo y se une a la acción de gracias que el pueblo de Río de Janeiro eleva a Cristo Redentor”.

“Esta imagen, con los brazos abiertos en una incesante llamada a la reconciliación, retrata la invitación a la fraternidad que Nuestro Señor lanza a la ciudad y a todo el país para que se forme una comunidad en la que nadie se sienta solo, no deseado, rechazado, ignorado u olvidado, y en la que todos se esfuercen por un mundo más justo, más solidario y más feliz”.

A este respecto, el Santo Padre nos recuerda que, independientemente del nivel de educación o de riqueza, todas las personas tienen algo que aportar a la construcción de la fraternidad humana: nadie debe quedarse “con los brazos cruzados”, sino abrir los brazos a todos, como hace el Redentor.

Para ello, es fundamental el diálogo constructivo, porque “entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta siempre hay una opción: el diálogo”. Diálogo entre las generaciones, diálogo dentro del pueblo, porque todos somos pueblo (Carta Encíclica Fratelli fufri, 199).

Para ello, el Papa desea que en esta jornada se renueve el compromiso de acogerse mutuamente, “con la certeza de que es Cristo, por encima de todo, quien os acoge a todos: Él habita en la ciudad y os invita a acercaros a Él porque, estando cerca de Él, estaréis cerca unos de otros”.

El telegrama concluye con la petición de Francisco de seguir rezando por él y la concesión de la Bendición Apostólica a la ciudad de Río de Janeiro, extendida de forma especial a todos los que participaron en la misa conmemorativa del 12 de octubre, por intercesión de la Madre del pueblo brasileño, Nuestra Señora de Aparecida.

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