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Martes, 07 Mayo 2024
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Queridas familias:

Para mí es una gran alegría estar aquí hoy con vosotros, después de los impactantes acontecimientos que, en los últimos tiempos, han marcado nuestras vidas. Primero la pandemia y, ahora, la guerra en Europa, que se añade a otras guerras que afligen a la familia humana.

Agradezco al Cardenal Farrell, al Cardenal De Donatis y a todos los colaboradores del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, así como de la Diócesis de Roma, que con su dedicación han hecho posible este Encuentro.

También quiero dar las gracias a las familias presentes, que han venido de tantas partes del mundo; y en particular a las que nos han regalado sus testimonios: ¡Gracias de corazón! No es fácil hablar ante un público tan grande de la propia vida, de las dificultades o de los dones maravillosos, pero íntimos y personales, que habéis recibido del Señor. Vuestros testimonios han sido como “amplificadores”, habéis dado voz a la experiencia de muchas otras familias en el mundo que, como vosotros, experimentan las mismas alegrías, inquietudes, sufrimientos y esperanzas.

 

Por eso ahora me dirijo tanto a vosotros aquí presentes como a los esposos y a las familias que nos escuchan en el mundo. Quisiera haceros sentir mi cercanía precisamente allí donde os encontráis, en vuestra concreta condición de vida. La palabra de aliento es sobre todo esta: partir de vuestra situación real y desde allí intentar caminar juntos, juntos como esposos, juntos en vuestra familia, juntos con las demás familias, juntos con la Iglesia. Pienso en la parábola del buen samaritano, que encuentra a un hombre herido en el camino, se le acerca, se hace cargo de él y lo ayuda a reanudar el viaje. Justamente esto quisiera que la Iglesia fuera para vosotros. Un buen samaritano que se os acerca y os ayuda a proseguir vuestro camino y a dar “un paso más”, aunque sea pequeño. No olvidemos que la cercanía es el estilo de Dios. Cercanía, compasión, ternura, el estilo de Dios. Trataré de indicar estos “pasos más” para dar juntos, retomando los testimonios que hemos escuchado.

1. “Un paso más” hacia el matrimonio. Os agradezco, Luigi y Serena, que nos hayáis compartido con gran honestidad vuestra experiencia, con sus dificultades y sus aspiraciones. Pienso que sea doloroso para todos lo que habéis contado: “No encontramos una comunidad que nos sostuviera afectuosamente por lo que somos”. Esto es duro. Esto nos debe hacer reflexionar. Debemos convertirnos y caminar como Iglesia, para que nuestras diócesis y parroquias sean cada vez más “comunidades que sostienen a todos con los brazos abiertos”. Es muy necesario en esta cultura de la indiferencia. ¡Es indispensable! Y vosotros, providencialmente, habéis encontrado apoyo en otras familias, que son, de hecho, pequeñas iglesias.

Me sentí muy consolado cuando habéis explicado el motivo que os impulsó a bautizar a vuestros hijos. Habéis dicho una frase muy hermosa: “A pesar de los esfuerzos humanos más nobles, nosotros no nos bastamos”. Es verdad, podemos tener los sueños más hermosos, los ideales más altos, pero al final descubrimos también nuestros límites, que no podemos superar por nosotros mismos, sino sólo abriéndonos al Padre, a su amor, a su gracia. Este es el significado de los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio, son la ayuda concreta que Dios nos da para no dejarnos solos, porque “nosotros no nos bastamos”.

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