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“A los ticos nos falta ponernos en los zapatos del otro”

By Agosto 29, 2021
Pbro. Luis Carlos Aguilar Badilla Pbro. Luis Carlos Aguilar Badilla

Familias enfrentadas en media calle, conductores furiosos, casos de agresión doméstica y graves irrespetos a la autoridad… los costarricenses nos estamos habituando a noticias que reflejan un aumento en los niveles de violencia en nuestra sociedad.

¿Qué está pasando, cómo podemos devolver paz a nuestras relaciones con los demás?, ¿influye el ambiente restrictivo creado por la pandemia o sus efectos en la economía, el empleo y las dinámicas familiares?

Conversamos al respecto con el Padre Luis Carlos Aguilar, quien además de ser el Vicario General de la Diócesis de Puntarenas y responsable de la Pastoral Social-Cáritas en dicha Iglesia particular, es psicólogo de profesión. A continuación un extracto del diálogo:

 

¿Padre, cómo podemos entender la situación de creciente violencia que hemos notado en los últimos días y semanas en nuestro país?

Para contestar esta pregunta es necesario clarificar qué vamos a entender por violencia y en al ámbito de tu pregunta desde la salud mental. La Organización Mundial de la Salud, considera la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de producir lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. Esta definición considera las numerosas consecuencias del comportamiento violento, el suicida, los conflictos armados, la muerte, las lesiones, la violencia intrafamiliar. Cubre también una amplia gama de actos que van más allá del acto físico, para incluir amenazas e intimidaciones. También los daños psíquicos, las privaciones y deficiencias del desarrollo que comprometan el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades. Esta expresión de violencia en nuestras calles son un síntoma de un “cuerpo social” que está enfermo, que necesita apalabrar, ponerle nombre a su malestar.

 

¿Es producto de un estrés ocasionado por la crisis pandémica?

El Covid-19 es un detonante. La sociedad costarricense actual desciende de una estructura social pobre y con pocos habitantes. Como lo describe el historiador, don Carlos Monge Alfaro: “La concepción campesina de la vida y la ausencia de Estado, crearon a su vez tres características esenciales de la psicología colectiva costarricense: libertad, igualdad e individualismo”. Pero Costa Rica se ha convertido en una sociedad compleja en la que persisten problemas heredados como la pobreza y el individualismo y se han acentuado otros como la indiferencia ante los problemas y la respuesta solidaria. Los conflictos vecinales o de la calle, han evolucionado hacia actos más violentos y la sociedad se ve afectada por mayores índices de violencia, que ha incidido en la inseguridad ciudadana.

 

¿Entendemos la diferencia entre respeto y tolerancia?

Una pregunta muy compleja, pero al mismo tiempo dos conceptos muy importantes y además muy bien trabajados por el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti sobre la fraternidad y la amistad social. Respeto y tolerancia son dos de los valores más importantes para la convivencia social y humana. El respeto hacia alguien significa reconocer al otro o la otra como una persona válida en la posición que está: de madre, de padre, de pareja, de compañeros y compañeras de trabajo o de amigos. El respeto entonces se refleja en la ponderación de acciones que romperían el vínculo creado. La tolerancia significa reconocer que todos somos diferentes y aunque no compartimos las mismas opiniones, no hay juicios ni culpas en cambio, hay un espacio de libertad para cada punto de vista, grupo étnico, cultura y pensamiento en un espacio de respeto. Respeto y tolerancia son dos virtudes muy íntimas porque, no existen uno sin la otra. Respetar al otro y ser tolerantes con sus diferencias nos hace seres humanos más serenos y con mentes más abiertas que nos permiten solucionar positivamente cualquier situación. La tolerancia detiene la violencia, el espíritu de la tolerancia es el arte de ser feliz en compañía de otros. Para ello es necesario cultivar varios elementos como el nivel de empatía, cuando respetamos lo hacemos porque nos importan las opiniones de los demás. Es importante una buena autoestima, a una mejor autoestima mayor grado de respeto propio y por los demás. Alimentar nuestra capacidad de análisis, para respetar una opinión diferente a la nuestra hace falta tener la capacidad de entender los distintos factores que rodean esa opinión por parte de la otra persona. Fortalecer las habilidades sociales, nos permiten un mejor manejo de nuestros impulsos y por ende más capacidad de respetar los pensamientos ajenos a pesar de no coincidir con ellos.

 

¿La crisis socioeconómica actual cómo afecta nuestra salud mental?

Toda crisis es multicausal y genera un enorme sufrimiento a la sociedad, empobreciendo a muchas familias y sumiéndonos en profundas inseguridades. Sus efectos negativos pueden hacerse sentir casi inmediatamente, sobre todo en los grupos de población más vulnerables. Aun cuando los números nos indiquen que una crisis ya ha pasado de largo, sus cicatrices seguirán siendo visibles durante mucho tiempo, puesto que la recuperación no llega a la misma velocidad para todos. Una de las dimensiones más negativamente afectadas es la salud mental. Existen diferentes mecanismos que pueden explicar la relación entre las crisis y la salud mental. El primero es el incremento de estrés generado por el riesgo de desempleo y precariedad laboral, las migraciones y los cambios forzados de vivienda (por ejemplo, desalojos por impago de hipotecas). La propia anticipación de los posibles problemas futuros, el desvanecimiento de la esperanza o el incremento de conflictos de pareja están estrechamente asociados a este primer elemento.

Un segundo mecanismo es el de la frustración percibida por no recibir una recompensa merecida y la sensación de recibir un trato injusto. Ello puede traducirse en agresiones, comportamientos antisociales, violencia intrafamiliar y al consumo de alcohol y otras drogas.

Existe un tercer mecanismo, que recibe el nombre de “efecto presupuesto”. Tiene que ver con la gestión que hacemos de nuestros recursos –tiempo, dinero, energía–, y pueden desencadenar o agravar problemas de ansiedad y otros trastornos mentales. Adicionalmente, la pérdida del empleo o la imposibilidad de encontrar otro pueden suponer un serio golpe para la autoestima de muchas personas, comprometiendo su sentido de la identidad y contribuyendo a su aislamiento social.

 

¿Debemos callar ante situaciones conflictivas o hablar sobre lo que nos molesta?

Lo que no se nombra se sintomatiza. Lo que no se habla nos enferma. Lo que nos falta a la sociedad costarricense es ser más empáticos, palabra muy de moda en estos últimos días. ¿Y nos preguntamos qué es eso? El término empatía proviene de los vocablos griegos “dentro de él” y “sentimientos”. Sus orígenes ya nos permiten vislumbrar el significado de este término: a grandes rasgos, es la capacidad que todo ser humano tiene (otra cosa es que la tenga trabajada y la ponga en funcionamiento) de ponerse en la situación del otro. Es decir, como decimos coloquialmente, “ponerse en los zapatos del otro”. La empatía, por tanto, forma parte esencial de nuestro desarrollo social, y podemos ponerla en marcha en cualquier entorno en el que tengamos que sociabilizarnos (trabajo, familia, cuando conducimos, amigos). Para desarrollar la empatía, hay algunas acciones que te permitirán aumentar tu nivel de desempeño en esta destreza:

  1. Entrenemos la escucha activa: es la escucha que nos permitirá no solo entender toda la información que una persona nos está dando con sus palabras, sino también tiene en cuenta la comunicación emocional.
  2. Mostremos interés por las emociones ligadas a los sucesos: la mayoría de nosotros tenemos mayor interés por conocer los detalles de las situaciones que por saber cuáles fueron los sentimientos y emociones que le despertaron los hechos. Preguntar "¿cómo te sentiste?" o "¿cómo te afecta lo que ha pasado?" es una buena forma de conocer a las personas, de establecer un vínculo emocional y de desarrollar nuestra empatía.
  3. Practiquemos la empatía con nosotros mismos: eliminemos el juicio hacia nosotros mismos y comprenderemos mejor las reacciones del otro, que siempre están fundamentadas en una emoción (la identifiques o no). Establezcamos una relación saludable con nosotros mismos porque es la base para relacionarnos con los demás de la misma manera.
  4. Salgamos varias veces al día de nuestros zapatos para ponerlos en los de los demás.Podemos hacerlo con gente que conocemos más o menos, pero es un ejercicio fabuloso para activar la empatía en nuestro cerebro.

 

¿Llegamos al mismo punto de que falta Dios en el corazón de las personas?

A pesar de los escenarios tan complejos como las violencias a las que estamos expuestos y que afectan nuestra salud mental y a nuestra salud en general, la fe es un elemento sanador y motivador. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien.

Las personas pueden desarrollar algunas actitudes que presentan como valores morales: fortaleza, sobriedad, laboriosidad y otras virtudes. Pero para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es necesario considerar también en qué medida estos realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas. Ese dinamismo es la caridad que Dios infunde. (cf Fratelli Tutti, 91)

La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es “el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana”. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13).

El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.

El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal. Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos decía: “Todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8).

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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