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Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Máster en Comunicación Política, UCR. Mayo 27, 2024

Uno de los detalles de la personalidad de los seres humanos es que estamos acostumbrados a juzgar a las personas sin conocer sus capacidades o su talento profesional, y hablamos y escribimos o habilitamos perfiles falsos para desacreditarlas y creamos una mala imagen de las personas y, lo peor de todo, que nos dedicamos a desprestigiarlas sin antes saber su verdadero ser y valor. Considero que la mayoría erradamente lo hacemos: juzgamos sin conocer de cerca a las personas y nos damos a la tarea de no tratarles, para hacerle una vida de cuadritos, sin saber que la otra persona no es así. Y sucede en todos los ámbitos de la sociedad.

En mi vida profesional como comunicador y como Orientador Familiar, me toco ver como de manera perversa se destruye la imagen de una persona, solo porque alguien invento una historia falsa, yo de verdad le temo a lo que muchos llaman karma, nadie se va de este mundo sin pagar la factura de sus actos, sean buenos o malos, todo regresa.

Es importante darse a la tarea de conocer verdaderamente a una persona y valorar su talento humano, para hablar y comer pescado hay que tener cuidado, ese es nuestro lema en la vida, para no desacreditar a alguien sin conocerlo.

Tarde o temprano lo mismo le sucederá a alguien que, en determinado momento, por sus actos será bien o mal juzgada. Nos dedicamos a hablar de la vida privada de las personas, sin conocerlas. Grave error, porque se crea un acto de difamación, la persona afectada se puede cansar y decir: “Esta persona está equivocada de mi actuar o de meterse en lo que no le importa”. Y no dejamos vivir su vida a la persona que muchas veces con nuestros actos o palabras desacreditamos.

Este tipo de acto habla muy mal del ser humano y lo rebaja al nivel de no sentir vergüenza por meterse en lo que no le importa. Si tienes o no tienes, si eres, o no, lo importante es desacreditarlo, porque eso me hace o nos hace felices. En determinado momento, la vida te pasa factura y te sucederá lo mismo: sufrirás en carne propia los improperios que dijiste o hiciste en contra de la otra persona. Lo que se tira al universo, bueno o malo regresa.

Es difícil comprender el actuar de otras personas, porque lo único que logras con estas actitudes es ser infeliz, y sin ningún tipo de meta en la vida, más que meterte en lo que no te importa. Ojalá no seamos así, de criticar sin conocer bien a una persona, para que no nos vean como menos y, sobre todo, dedicarnos a fomentar actitudes que nos hagan ser mejores seres humanos. 

¿Víctimas o victimarios del prejuicio? Seguramente ambas. Todos hemos prejuzgado en algún momento, y también todos hemos sido prejuzgados.

¿Por qué lo hacemos? O una pregunta aún más productiva ¿Por qué no deberíamos hacerlo?

Empecemos por establecer qué es prejuzgar. Prejuzgar implica, como su palabra lo define, emitir un juicio apresurado, es decir, elaborar una opinión de algo o alguien, sin tener suficientes elementos previos que argumenten dicho concepto.

El prejuicio jamás nos hace la vida más fácil. Es mucho más simple ver a una persona en determinado grupo y establecer que dicha persona tiene determinadas características y méritos para pertenecer a ese grupo, tomemos el tiempo de conocer, reflexionar, y analizar consciente y abiertamente lo que realmente pensamos sobre esa persona. Evidentemente, que sea más fácil no significa que sea mejor. De hecho, no lo es.

El prejuicio es una actitud negativa. El problema es que es algo que tenemos incorporado y que realizamos casi que inconscientemente. Porque se nos ha establecido así, y porque siempre hemos vivido en un entorno donde el prejuicio es moneda corriente. Prejuzgar tiene mucho que ver con la intolerancia. O una cosa lleva a la otra. Si nos ponemos a pensar, cuántas veces quizás el prejuicio nos privó de conocer a una persona que nos podría haber aportado mucho a nuestras vidas. Lo terrible es que esos antivalores los aprendemos y reproducimos en nuestras familias.

Ser prejuicioso es ser intolerante, y es negar la diversidad. Es cerrarse ante la posibilidad de la existencia de otros grupos sociales, o de otras ideas, o de otras etnias raciales, o de otras preferencias sexuales, etcétera. De lo que nos agarramos para prejuzgar suele ser tan superficial que a veces es hasta vergonzoso reconocerlo. 

¿Cómo somos capaces de juzgar a alguien por cómo se viste, o por cómo se peina, o por cómo habla, o por la edad, o por la religión que profesa, o por un sinfín de características que no son parámetro de absolutamente nada? Porque si lo fueran, ya no sería prejuicio.  Pero el hecho es que no lo son, que son cuestiones que no nos cuentan nada trascendente de la persona, o nada de lo que realmente debería importarnos.

¿Cómo evitar ser prejuicioso entonces? No es tarea fácil. Primero y primordial, ser conscientes y asumir que lo somos, que prejuzgamos. 

Y luego, principalmente, se trata de ser sinceros con nosotros mismos y con la otra persona.

Hay que tomarse el tiempo para conocer al otro, borra todos los pensamientos previos que puedas haber generado, ¡es alguien que no conoces! No importa lo que te hayan dicho, lo que hayas escuchado, o lo que tu instinto te haga pensar. 

La gente habla más de lo que no sabe, y nosotros nos equivocamos más de lo que creemos. Pregunta. Si tienes dudas, si crees algo y si  no sabes si es así, pregunta. Es mejor preguntar que asumir una realidad inexistente. Y, por último, respeta.

El respeto es uno de los pilares más trascendentes para evitar el prejuicio. Si respetas al otro es muy probable que no lo prejuzgues, que le des la oportunidad de demostrarte quién y cómo es. Nadie es mejor o peor persona por cuestiones tan superficiales como las antes mencionadas. Siempre debes dar una oportunidad, te llevarás más de una sorpresa. Así como seguramente se la han llevado contigo más de una vez.  Muchas veces fui juzgado por personas que ayude a salir adelante, no guardo rencor a nadie, a veces nos enseñan a odiar el inocente y abrazar al culpable. Hay que conocer, y dejarnos conocer. 

Abandonemos los prejuicios. Hay gente llena de odio y rencor que van por la vida lastimando, destruyendo y juzgando, démonos el tiempo de conocer a las personas sin casarnos con los comentarios o referencias negativas que nos hagan, nos podemos llevar sorpresas.

 

La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás

Tales de Mileto

 

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