El prejuicio jamás nos hace la vida más fácil. Es mucho más simple ver a una persona en determinado grupo y establecer que dicha persona tiene determinadas características y méritos para pertenecer a ese grupo, tomemos el tiempo de conocer, reflexionar, y analizar consciente y abiertamente lo que realmente pensamos sobre esa persona. Evidentemente, que sea más fácil no significa que sea mejor. De hecho, no lo es.
El prejuicio es una actitud negativa. El problema es que es algo que tenemos incorporado y que realizamos casi que inconscientemente. Porque se nos ha establecido así, y porque siempre hemos vivido en un entorno donde el prejuicio es moneda corriente. Prejuzgar tiene mucho que ver con la intolerancia. O una cosa lleva a la otra. Si nos ponemos a pensar, cuántas veces quizás el prejuicio nos privó de conocer a una persona que nos podría haber aportado mucho a nuestras vidas. Lo terrible es que esos antivalores los aprendemos y reproducimos en nuestras familias.
Ser prejuicioso es ser intolerante, y es negar la diversidad. Es cerrarse ante la posibilidad de la existencia de otros grupos sociales, o de otras ideas, o de otras etnias raciales, o de otras preferencias sexuales, etcétera. De lo que nos agarramos para prejuzgar suele ser tan superficial que a veces es hasta vergonzoso reconocerlo.
¿Cómo somos capaces de juzgar a alguien por cómo se viste, o por cómo se peina, o por cómo habla, o por la edad, o por la religión que profesa, o por un sinfín de características que no son parámetro de absolutamente nada? Porque si lo fueran, ya no sería prejuicio. Pero el hecho es que no lo son, que son cuestiones que no nos cuentan nada trascendente de la persona, o nada de lo que realmente debería importarnos.
¿Cómo evitar ser prejuicioso entonces? No es tarea fácil. Primero y primordial, ser conscientes y asumir que lo somos, que prejuzgamos.
Y luego, principalmente, se trata de ser sinceros con nosotros mismos y con la otra persona.
Hay que tomarse el tiempo para conocer al otro, borra todos los pensamientos previos que puedas haber generado, ¡es alguien que no conoces! No importa lo que te hayan dicho, lo que hayas escuchado, o lo que tu instinto te haga pensar.
La gente habla más de lo que no sabe, y nosotros nos equivocamos más de lo que creemos. Pregunta. Si tienes dudas, si crees algo y si no sabes si es así, pregunta. Es mejor preguntar que asumir una realidad inexistente. Y, por último, respeta.
El respeto es uno de los pilares más trascendentes para evitar el prejuicio. Si respetas al otro es muy probable que no lo prejuzgues, que le des la oportunidad de demostrarte quién y cómo es. Nadie es mejor o peor persona por cuestiones tan superficiales como las antes mencionadas. Siempre debes dar una oportunidad, te llevarás más de una sorpresa. Así como seguramente se la han llevado contigo más de una vez. Muchas veces fui juzgado por personas que ayude a salir adelante, no guardo rencor a nadie, a veces nos enseñan a odiar el inocente y abrazar al culpable. Hay que conocer, y dejarnos conocer.
Abandonemos los prejuicios. Hay gente llena de odio y rencor que van por la vida lastimando, destruyendo y juzgando, démonos el tiempo de conocer a las personas sin casarnos con los comentarios o referencias negativas que nos hagan, nos podemos llevar sorpresas.
“La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás”
Tales de Mileto