Es importante aclarar que no se trata de rechazar la familia natural o la concepción de los hijos, de acuerdo con el sacerdote “simplemente, entender que mi vocación es vivir mi consagración bautismal como laico soltero”.
El llamado de Dios
El Padre Arturo expone que una constante en la vida de la Iglesia es que el Señor ha llamado a todos, lo sigue haciendo y lo seguirá haciendo, pues no quiere que ninguno se pierda, y sobre todo, que sus hijos lleguen al conocimiento de la Verdad.
“El proyecto de vida cristiano -explica- es ser feliz, respondiéndole a Dios, y colaborando con Él en la construcción de la civilización del amor. Este proyecto siempre va unido a la comunidad, familia de Dios, y que como Iglesia nos identifica como servidores del Reino”.
Y añade: “No todos los bautizados somos llamados al matrimonio o al orden sacerdotal, que son los sacramentos de servicio. Algunos responderán al Señor y serán muy felices dentro de expresiones de vida consagrada, pero otros laicos se realizarán como solteros”.
¿Cómo vive un cristiano su soltería? Alimenta su vida de fe y de piedad con la oración, la vivencia personal de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión, como fruto de su iniciación cristiana, que se traduce en un abundante ejercicio de obras de misericordia y penitencia.
“Un distintivo del soltero será un apostolado alegre y que contagia de los valores de Reino”, comentó el encargado de Pastoral Vocacional Arquidiocesana.
En ese sentido menciona las palabras de la Exhortación Apostólica Christifideles Laici: “La misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no sólo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los fieles laicos”.
Y continúa: “En efecto, éstos, en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, participan en el oficio sacerdotal, profético y real de Jesucristo, cada uno en su propia medida” (Núm. 23).
El Padre Arturo lo resume con estas palabras: “Feliz como laico, algunos solteros, otros casados, otros en diversas expresiones de la vida consagrada, pero todos como signos de la alegría de comunicar el amor y la misericordia de Jesús ¡Sé feliz!”.
“Me preguntan ¿cuánto te casas o te haces monja?”
Yamileth Mena Villalta de la Parroquia Dulce Nombre de Jesús, en Cartago, cuenta que fue llamada a acompañar a sus papás, adultos mayores, con quienes convive y a quienes asiste, con apoyo de sus siete hermanos.
Asimismo, a servir al Señor en la evangelización y en la construcción de su Reino. De hecho, en su comunidad colabora como catequista y ha sido parte del equipo formador parroquial, ha sido Ministra Extraordinaria de la Comunión, Ministra Lectora y actualmente como guía en los Talleres de Oración y Vida del Padre Ignacio Larrañaga.
Yamileth es contadora pública de profesión y presta sus servicios profesionales en varias Parroquias de la Diócesis de Cartago. “Todos somos llamados a vivir la comunión de amor, en la entrega total de nuestro ser a Dios y al prójimo”, dice ella.
Yamileth también comenta: “Dios me ha llevado por sus caminos y yo trato de escucharle en mi oración diaria para poder servir con amor en donde Él me necesite. Lo más importante es que como nos dice Cristo; “Sean santos como su Padre es Santo” (Mt 5,48).
Respecto a su decisión de permanecer soltera, afirma que sus familiares poco a poco lo han asimilado. No obstante hay quienes le preguntan: ¿Cuándo te casas, te haces monja o haces algo con tu vida? “Yo solo me digo a mí misma: “Sigue, ya estás haciendo todo en tu vida”.
“No me arrepiento, soy muy feliz”
Luis Enrique Picado Corrales, sirve en la Catedral Metropolitana, tiene 67 años y cuenta que su sueño fue ser sacerdote. Su familia era muy escasos recursos, él era monaguillo y el párroco le ayudó a entrar en el Seminario Menor en Tres Ríos. No obstante, los problemas de alcoholismo de su padre y las limitaciones en su hogar, lo llevaron a tomar la decisión de dejar la idea para ayudar a su madre con el hogar.
“Mi mamá tenía que trabajar para darnos alimentos y poder sacarnos adelante, en mi dolor entendí que tenía que ayudarla, darle lo que nunca tuvo, una casa”, comentó.
Terminó estudios en Administración de Negocios y entró a laborar en una empresa donde estuvo 40 años hasta su jubilación. “Dios me favoreció con un trabajo maravilloso”, indicó.
Tuvo noviazgos pero también el anhelo de ser sacerdote siempre estuvo presente. Una y otra cosa hicieron que decidiera permanecer soltero. Cuando las dificultades económicas en su casa habían sido superadas, su atención se dirigió a su padre.
“Duré 30 años pidiéndole a Dios para que mi papá dejara de tomar, día a día, en cada Eucaristía y Dios me concedió ese regalo, pasó luego 30 años en abstinencia hasta que falleció, cambió su forma de vida. No lo culpo, es una enfermedad muy triste, hace sufrir mucho a las familias, uno aprende a perdonar por todo el sufrimiento”, relató.
Luis no se lamenta de nada. “Dios me puso esa carga diferente, y no me arrepiento, porque soy muy feliz, mi vida es esa y es un sentir a Dios en mi corazón”, aseguró.
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