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Que una persona sea incurable no significa que sea “in-cuidable”

By Octubre 25, 2020

La Iglesia rechaza la eutanasia: “es un crimen contra la vida”

Una fuerte condena a toda forma de eutanasia y de suicidio asistido contiene la Carta “Samaritanus bonus”, dada a conocer el martes 22 de setiembre por la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano.

El documento, que cuenta con el aval del Papa Francisco, surge ante la aparición de fuerzas que en varias sociedades que actualmente defienden y hasta legislan a favor de la eutanasia y el suicidio asistido, especialmente en casos de pacientes con enfermedades incurables.

“Incurable no es nunca sinónimo de ‘in-cuidable’”: quien sufre una enfermedad en fase terminal, así como quien nace con una predicción de supervivencia limitada, tiene derecho a ser acogido, cuidado, rodeado de afecto. La Iglesia es contraria al ensañamiento terapéutico, pero reitera como “enseñanza definitiva” que "la eutanasia es un crimen contra la vida humana", y que "toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave" que “ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo”.

El texto, que reafirma la posición ya expresada varias veces por la Iglesia sobre el tema, tiene como propósito proporcionar indicaciones concretas para actualizar el mensaje del Buen Samaritano: también cuando “la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería, psicológico y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo".

 

Valor de la vida

 

“El valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico”, afirma la Carta. “Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque éste lo pida”.

Suprimir un enfermo que pide la eutanasia “no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla”, sino al contrario, significa “desconocer el valor de su libertad, fuertemente condicionada por la enfermedad y el dolor, y el valor de su vida”.

Actuando de este modo “se decide al puesto de Dios el momento de la muerte”. Por eso, “aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador”.

El documento menciona algunos factores que limitan la capacidad de acoger el valor de la vida. El primero es un uso equívoco del concepto de "muerte digna" en relación con el de "calidad de vida", con una perspectiva antropológica utilitarista. En este caso, la vida se considera "digna" sólo en presencia de ciertas características psíquicas o físicas.

Un segundo obstáculo es una comprensión errónea de la "compasión". La verdadera compasión humana "no consiste en provocar la muerte, sino en acoger al enfermo, en sostenerlo", ofreciéndole afecto y medios para aliviar su sufrimiento.

Otro obstáculo es el creciente individualismo, que es la raíz de la "enfermedad más latente de nuestro tiempo: la soledad". Ante las leyes que legalizan las prácticas eutanásicas, "surgen a veces dilemas infundados sobre la moralidad de las acciones que, en realidad, no son más que actos debidos de simple cuidado de la persona, como hidratar y alimentar a un enfermo en estado de inconsciencia sin perspectivas de curación".

 

No al ensañamiento

 

El documento explica que “tutelar la dignidad del morir significa tanto excluir la anticipación de la muerte como el retrasarla con el llamado ‘ensañamiento terapéutico’”, que es posible gracias a los medios de la medicina moderna, que es capaz de "retrasar artificialmente la muerte, sin que el paciente reciba en tales casos un beneficio real".

Y por lo tanto, ante la inminencia de una muerte inevitable, "es lícito en ciencia y en conciencia tomar la decisión de renunciar a los tratamientos que procurarían solamente una prolongación precaria y penosa de la vida", pero sin interrumpir el tratamiento normal debido al enfermo.

En el tratamiento es esencial que el paciente no se sienta una carga, sino que "tenga la cercanía y el aprecio de sus seres queridos. En esta misión, la familia necesita la ayuda y los medios adecuados". Por consiguiente, es necesario, dice la carta, que los Estados “reconozcan la función social primaria y fundamental de la familia y su papel insustituible, también en este ámbito, destinando los recursos y las estructuras necesarias para ayudarla”.

El documento también aborda el caso de los niños que desde su concepción sufren malformaciones o patologías de cualquier tipo: "Son pequeños pacientes que la medicina hoy es capaz de asistir y acompañar de manera respetuosa de la vida".

La Carta explica que "en el caso de las llamadas patologías prenatales ‘incompatibles con la vida’ – es decir que seguramente lo llevaran a la muerte dentro de un breve lapso– y en ausencia de tratamientos capaces de mejorar las condiciones de salud de estos niños, de ninguna manera son abandonados en el plano asistencial, sino que son acompañados hasta la consecución de la muerte natural" sin suspender la nutrición y la hidratación.

 

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Last modified on Domingo, 25 Octubre 2020 11:47
Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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