La llegada de las primeras vacunas contra el Covid-19 al país y el inicio de su aplicación, coincide con el llamado de la Academia Pontificia para la Vida, cuyos integrantes recuerdan que es una responsabilidad moral aceptar la vacuna no sólo para la salud individual sino también para la salud pública.
En un mensaje hecho público la semana pasada, la Academia se hace eco del mensaje de Navidad del Papa Francisco e insta a los líderes mundiales a resistir la tentación de adherirse a un “nacionalismo de la vacuna” y a los estados nacionales a cooperar. Las vacunas, para que “iluminen y den esperanza al mundo entero”, dijo el Pontífice el pasado 25 de diciembre, “deben estar disponibles para todos”.
Principios
La justicia, la solidaridad y la inclusión son los principales criterios que se deben seguir para hacer frente a los desafíos que plantea esta emergencia planetaria.
Las empresas que pueden ser evaluadas de forma positiva, según dijo el Papa Francisco en la audiencia general del pasado 19 de agosto, son aquellas que “contribuyen a la inclusión de los marginados, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación”. La brújula imprescindible es, por tanto, el amplio horizonte que se vincula a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, “como la dignidad humana y la opción preferencial por los pobres, la solidaridad y la subsidiariedad, el bien común y la custodia de la casa común, la justicia y el destino universal de los bienes”.
Pero no es sólo el momento final de la administración de la vacuna lo que hay que considerar. Debe considerarse todo su “ciclo de vida”. Las primeras etapas de este camino se refieren a la investigación y la producción. Una cuestión, que se plantea con frecuencia, se refiere a los materiales biológicos utilizados en el desarrollo de vacunas.
“De la información disponible -se lee en el documento- se desprende que sólo algunas de las vacunas que ahora están a punto de ser aprobadas emplean en varias etapas del proceso líneas celulares de fetos abortados voluntariamente hace unos decenios, mientras que otras sólo las utilizan en fases puntuales de pruebas de laboratorio”.
Sobre este tema -abordado con referencia específica a las vacunas anti-Covid19 también en la reciente nota, aprobada por el Papa Francisco, de la Congregación para la Doctrina de la Fe- la Academia Pontificia para la Vida descartó recientemente “que exista una colaboración moralmente relevante entre quienes utilizan estas vacunas hoy en día y la práctica del aborto voluntario”. Por lo tanto, el documento dice que “todas las vacunas clínicamente recomendadas pueden ser utilizadas con la conciencia segura de que el uso de tales vacunas no significa una especie de cooperación con el aborto voluntario”.
Cuestiones éticas
En cuanto a la responsabilidad moral de someterse a la vacunación, la Comisión Vaticana Covid-19 y la Academia Pontificia para la Vida reiteran que esta cuestión implica “una relación entre la salud personal y la salud pública, mostrando su estrecha interdependencia”.
El rechazo de la vacuna también puede suponer un riesgo para los demás. “Esto es cierto incluso si, a falta de una alternativa, la motivación era evitar beneficiarse de los resultados de un aborto voluntario”.
Se recuerda, entre otras cosas, que “el hecho de enfermarse lleva a un aumento de las hospitalizaciones que sobrecarga a los sistemas de salud, hasta un posible colapso, como está ocurriendo en varios países durante esta pandemia, lo que dificulta el acceso a la atención médica, una vez más a expensas de los que tienen menos recursos”.
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