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María, mujer de Cleofás

By Pbro. Mario Montes M. Agosto 29, 2021

Seguimos con las mujeres presentes en el Calvario, en los últimos momentos de la Pasión del Señor y de las cuales nos cuenta San Juan lo siguiente:

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena (Jn 19,25).

Vemos en el texto cuatro designaciones de personajes femeninos: su madre y la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Se plantea la cuestión del número de mujeres que quiere señalar el evangelista. La posibilidad de cuatro mujeres queda descartada por faltar la partícula griega “kai” (que es nuestra conjunción española “y”), entre la segunda y la tercera denominación (ver también Jn 21,2).

Puede, pues, tratarse de tres mujeres: la madre, su hermana, llamada María la de Cleofás, y una tercera, María Magdalena; o bien, de dos mujeres, la madre y su hermana, que se llamaban, respectivamente, María la de Cleofás y María Magdalena. A ellas, si fueran tres, las conocemos por al arte, el cine y en nuestras procesiones del Viernes Santo, como “Las tres Marías”.

Para resolver el problema hay que tener presente que, dada la orientación teológica de su obra, cuando San Juan nombra a un personaje, es porque le atribuye algún rol o papel significativo. Así, Juan Bautista, Andrés, Simón Pedro, Felipe, Natanael, Nicodemo, Judas Iscariote, Lázaro, María, Marta, Tomás. Incluso el otro Judas, aunque mencionado una sola vez, intervino en la Cena con una objeción bien definida (ver Jn 14,22). Los hermanos Zebedeos (Santiago y Juan), por otra parte, que se integran en el grupo de los siete (Jn 21,2), participan en el episodio de la última pesca milagrosa, texto que escuchamos en el Tiempo Pascual (Jn 21,1-14).

Lo cierto es que aquí aparece una tal María, mujer de Cleofás. El domingo 20 de setiembre del año pasado, planteábamos que probablemente el nombre de Cleofás,de Lc 24,18, sea la misma persona mencionada por Jn 19,25, es decir, el esposo de María. Y como anotábamos en nuestro artículo del Eco Católico:

“Bien sabemos que a ellas (las mujeres) se les encargó anunciar el acontecimiento de la resurrección de Jesús, pero lo tanto los apóstoles como los demás discípulos, no les creyeron pensando que eran “cosas de mujeres” (Mc 16,14; Lc 24,8-11). Y, por lo que deducimos del texto lucano, pudo haber sucedido que María fue a contarle a su esposo Cleofás la gran noticia: que Jesús había resucitado pero él no la cree y entonces decide ponerse en camino huyendo a Emaús, saliendo rápidamente de la ciudad de Jerusalén a esconderse en su casa.

Es Cleofás el que se sobresalta ante el anuncio de las mujeres (en el que incluimos a su esposa María), se alarma, se desconcierta y se atemoriza, por eso se escapa a su pueblo, distante de Jerusalén unos diez kilómetros. Aun ante la fe firme de su mujer y siendo casi obligada, no le quedó más que irse con su esposo. En esa huida se encuentran con Jesús, irreconocible por su transformación pascual y es entonces Cleofás quien le hace saber de sus dudas y preocupaciones. Pero es a los dos que Jesús les da la clave de su incredulidad (Lc 24,17-25)…”

La presencia de María de Cleofás en el Calvario se debe gracias a su parentesco con la familia de Jesús. Allí la vemos defendiendo su inocencia y mostrando amor, simparía, compasión y cercanía por la madre de Jesús. Al igual que las demás, demuestra su valentía y su presencia ante la cruz, aporta una luz de esperanza, en ausencia de los Doce, exceptuando el discípulo amado.

Destacamos en ella su valentía en tiempos de sufrimiento, su firmeza en circunstancias de intolerancia política, de tensión, de amenaza y peligro real y su integridad en una situación en la que ella, probablemente, iba a ocultar su vergüenza y la de su familia, comportándose como una mujer de coraje, fuerza y honor. Reconoció la justicia y la injusticia y se determinó de demostrar, al pie de la cruz, que no tenía miedo de aquellos que injustamente ajusticiaron cruelmente a Jesús. Ella es modelo de quienes, hombres o mujeres, hoy trabajan por la justicia, protestando de forma silenciosa, pero efectiva, en nombre de aquellos que no pueden hacerlo y no pueden defender sus derechos.

Y en aquel primer domingo pascual, en que tuvo la dicha de reconocer al Resucitado en la fracción del pan, allá en Emaús, una tarde en su casa, junto a su esposo Cleofás, lo pudieron convencer de que se quedar aquella noche con ellos. Habían “saboreado” la pena amarga de la pasión de Jesús y de su muerte y hasta su sepultura y por ello necesitaban desahogar su pena… Y ¿quién mejor que el Señor, que fue invitado a cenar y compartir, el gozo de su nueva vida, el amigo que los escucharía? Necesitaban asimilar aquellos acontecimientos pero, en adelante, no olvidarían el inmenso gozo de haber reconocido a Jesús resucitado y glorificado y sus vidas ya no serían las mismas, desde aquellos intensos momentos pascuales. Hoy ¿qué podemos aprender de María y su esposo Cleofás?

 

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