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Sagradas Escrituras: Simón el mago

By Pbro. Mario Montes M. Marzo 20, 2022

Hoy conoceremos al “simpático” mago llamado Simón, quien tuvo la oportunidad de conocer la Buena Nueva de la salvación de boca de Felipe, allá en Samaria y ser bautizado, pero se equivocó gravemente al tratar de comprar los signos del Espíritu Santo, que los apóstoles Pedro y Juan impartieron, en aquella comunidad recién evangelizada. Veamos su historia:

Desde hacía un tiempo, vivía en esa ciudad un hombre llamado Simón, el cual con sus artes mágicas tenía deslumbrados a los samaritanos y pretendía ser un gran personaje. Todos, desde el más pequeño al más grande, lo seguían y decían: “Este hombre es la Fuerza de Dios, esa que es llamada Grande”. Y lo seguían, porque desde hacía tiempo los tenía seducidos con su magia. Pero cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba la Buena Noticia del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, todos, hombres y mujeres, se hicieron bautizar. Simón también creyó y, una vez bautizado, no se separaba de Felipe. Al ver los signos y los grandes prodigios que se realizaban, él no salía de su asombro…

Al ver que por la imposición de las manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, Simón les ofreció dinero, diciéndoles: “Les ruego que me den ese poder a mí también, para que aquel a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo”. Pedro le contestó: “Maldito sea tu dinero y tú mismo, porque has creído que el don de Dios se compra con dinero. Tú no tendrás ninguna participación en ese poder, porque tu corazón no es recto a los ojos de Dios. Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor: quizá él te perdone este mal deseo de tu corazón, porque veo que estás sumido en la amargura de la hiel y envuelto en los lazos de la iniquidad”.

 Simón respondió: “Rueguen más bien ustedes al Señor, para que no me suceda nada de lo que acabas de decir”. Y los Apóstoles, después de haber dado testimonio y predicado la Palabra del Señor, mientras regresaban a Jerusalén, anunciaron la Buena Noticia a numerosas aldeas samaritanas

 

Contexto histórico

 

“La magia había sustituido a la religión en amplios sectores del imperio romano, lanzados a la búsqueda de una salvación, que no encontraban en la religión oficial. El cambio de actitud de los habitantes de Samaria, cuando Felipe les anuncia el evangelio, indica que la buena noticia del reino y de Jesucristo es el único camino de salvación. La fe y la conversión quedan selladas por el bautismo, pero en la visión unificadora de Lucas, es necesario que le evangelización de Samaria sea confirmada por la presencia de dos apóstoles, a través de los cuales desciende el Espíritu Santo y se prolonga el acontecimiento de Pentecostés” (Comentario al presente texto de la Biblia de América, Hechos de los Apóstoles, página 1656).

Por eso, en el presente relato, se nos relatan dos acontecimientos: la evangelización de Felipe acompañada de signos (ver Hech 8,4-7), y  la historia de Simón el Mago (ver el texto completo de Hech 8,9-25), intercalada por la visita y  la “confirmación” de los apóstoles a los samaritanos (ver Hech 8,14-17, que no mencionamos acá).

 

Simón y sus ocurrencias…

 

Viendo y analizando el texto, cualquiera de nosotros hubiéramos dicho: “¡Oh Simón! ¿A quién se le ocurre tratar de comprar con dinero los dones de Dios?”. Todo iba bien: Simón estaba admirado del trabajo evangelizador de Felipe y se hizo bautizar… La “metida de pata”, como decimos, de este mago samaritano, es querer comprar el don del Espíritu Santo a los apóstoles, que lo conferían a aquellos primeros creyentes, pensando que, con eso, él podría realizar acciones maravillosas. De allí la fuerte regañada de Pedro: “Maldito sea tu dinero y tú mismo, porque has creído que el don de Dios se compra con dinero. Tú no tendrás ninguna participación en ese poder, porque tu corazón no es recto a los ojos de Dios” (Hech 8,20-21).

Por eso a este pecado se le llama simonía, que es la compra o venta deliberada de cosas espirituales, como los sacramentos y sacramentales o temporales inseparablemente ajenas a las espirituales, como las prebendas y beneficios eclesiásticos, o lucrar con las cosas sagradas. Lamentablemente, esto ha sucedido en la historia de la Iglesia y puede seguir sucediendo entre nosotros. Por eso, las duras palabras de San Pedro, ponen de manifiesto la gravedad del pecado, de quienes confunden al Espíritu Santo con un poder mágico y con dinero quieren comprar las cosas de Dios (ver Lc 12,10). Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, n° 2121:

La simonía (cf Hch 8, 9-24) se define como la compra o venta de cosas espirituales. A Simón el mago, que quiso comprar el poder espiritual del que vio dotado a los Apóstoles, Pedro le responde: “Vaya tu dinero a la perdición y tú con él, pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero” (Hch 8, 20). Así se ajustaba a las palabras de Jesús: “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10, 8; cf Is 55, 1). Es imposible apropiarse de los bienes espirituales y de comportarse respecto a ellos como un poseedor o un dueño, pues tienen su fuente en Dios. Sólo es posible recibirlos gratuitamente de Él.

San Lucas al contarnos este bochornoso episodio de la Iglesia de Samaria en sus comienzos, constata que ese mago fue desenmascarado por los apóstoles Pedro y Juan, quien se presentaba como una especie de médium por el que hablaba la divinidad. Frente a esta creencia, procedente del mundo de la gnosis (“conocimiento”), que hablaba de distintos reveladores del mundo de arriba al de abajo, acentúa en este relato que el único revelador es Jesús. Y nos previene a nosotros de nunca confundir la fe con la magia, ni tratar de manipular a Dios a nuestro antojo o intereses, en nuestra forma de relacionarnos con Él.

 

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