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Sagradas Escrituras: Herodes Agripa I

By Pbro. Mario Montes M. Junio 12, 2022

Los apóstoles en el libro de los Hechos de los Apóstoles tuvieron que soportar incomprensión y persecuciones por el nombre de Cristo (Hech  5,17-42; 8, 1b-3). Pero, con el paso del tiempo, hasta la misma muerte comenzando por Santiago apóstol y la prisión de Pedro, a cargo de Herodes Agripa I, a quien hoy tenemos el “honor” de presentarles:

Por aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de  los panes ácimos. Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión… (Hech 12,1-6).

 

¿De cuál Herodes se trata aquí?

 

Esta persecución es obra de Herodes Agripa I, nieto del famoso Herodes el Grande. Agripa I reinó entre los años 41-44 d. C. Por congraciarse con los judíos (Hech 12,3) persigue a los discípulos y probablemente hacia la pascua del 42 hace matar a Santiago, el hermano de Juan, ambos hijos de Zebedeo, probablemente porque había sido un predicador especialmente activo y señalado, y un miembro representativo de la comunidad cristiana de Jerusalén. En todo caso esa nueva persecución va alcanzando a otros miembros destacados de la comunidad y llega hasta Pedro.

De los versículos 7 al 17 se nos cuenta con detalle cómo el Señor se encargó de liberar a Pedro de la prisión. La narración, llena de detalles pintorescos, se parece a lo que el mismo San Lucas nos cuenta en Hech 5,18-19, con la liberación de los apóstoles de la cárcel. A través de estos acontecimientos, el autor quiere subrayar la semejanza entre el apóstol y su Señor perseguido, pero manifestando también cómo las circunstancias desfavorables ponen de relieve la acción salvadora de Dios.

En efecto, a él atribuye Pedro su puesta en libertad (Hech 12,17). Así como también es significativo que la comunidad esté reunida orando por él mientras sucede su liberación (Hech 12,12)- Una vez más se muestra que las acciones humanas no pueden detener la expansión del mensaje cristiano. El contrapunto lo pone el final desgraciado del perseguidor Herodes, que aparece como un castigo divino (Hech 12,18-23):

Cuando amaneció, se produjo un gran alboroto entre los soldados, porque no podían explicarse qué había pasado con Pedro. Herodes lo hizo buscar, pero como no lo encontraron, después de haber interrogado a los guardias, dio orden de ejecutarlos. Luego descendió de Judea a Cesarea, y permaneció allí. Herodes estaba en grave conflicto con los habitantes de Tiro y Sidón. Estos se pusieron de acuerdo para ir a verlo, y después de haberse conquistado a Blasto, el camarero del rey, solicitaron la reconciliación, ya que importaban sus víveres del territorio del rey. El día fijado, Herodes se sentó en su trono con la vestidura real y les dirigió la palabra. El pueblo comenzó a gritar: “¡Es un dios el que habla, no un hombre!”. Pero en ese mismo instante, el Ángel del Señor lo hirió, por no haber dado gloria a Dios, y Herodes murió carcomido por los gusanos…

El relato, tras mencionar por una parte el alboroto ocasionado entre los soldados por la desaparición de Pedro y, por otra, la ejecución de los guardias ordenada por Herodes, narra la muerte de éste, que es la típica muerte del tirano soberbio y endiosado, herido por el Ángel del Señor y convertido en pasto de gusanos (ver también 2 Mac 9,5-9, con la muerte de Antíoco). La violencia que desató contra la Iglesia se vuelve ahora contra él mismo. Su muerte tuvo lugar en el año 44.

También el historiador judío Flavio Josefo se refiere a este mismo hecho de la muerte de Herodes en Cesárea (Antigüedades Judías 19, 8,2.6.) Entre uno y otro relato hay perfecta coincidencia en lo sustancial: un solemne acto público en que el rey Herodes se presenta deslumbrantemente vestido, adulaciones por parte del pueblo (evidentemente no judíos) aclamándole como a un dios, agrado de Herodes ante esas aclamaciones blasfemas y súbita muerte del rey.

Y en cuanto al “Ángel del Señor” que hiere al rey, muy bien puede considerarse simplemente como una manera de hablar de San Lucas, atribuyendo directamente a Dios, causa primera, lo que en nuestro lenguaje ordinario atribuimos a causas humanas, que es lo que haría Josefo. Esto es frecuente en la Biblia. Como, a fin de cuentas, es Dios quien en su admirable providencia -salva la libertad humana- lo mueve y orienta todo, los autores sagrados, que miran las cosas desde un plano muy alto, dan un salto hasta la causa primera, sin detenerse en la parte externa y visible de las causas segundas.

Lo más probable, a juzgar por los datos que da Flavio Josefo, es que se trate de un ataque de apendicitis con determinadas complicaciones, como una terrible peritonitis. Desde luego, San Lucas nunca dice que ese “ángel del Señor” que hiere a Herodes fuera visible ni al rey ni a los espectadores; y el hecho de que le hiere “al instante” de recibir los honores divinos, pero muere “comido de gusanos”, parece exigir algún intervalo de tiempo antes de su muerte.

¿Debemos entonces pensar que Dios lo castigó tan duramente?

Naturalmente no es que Dios se vengue de sus opositores; no lo necesita para glorificarse. Pero el autor del  libro de los Hechos de los Apóstoles, interpreta esta muerte para enseñanza de sus lectores: no se puede ir contra la salvación de Dios y ser soberbio contra él sin causarse daño a uno mismo. San Lucas quiere presentar así el fin teatral de Herodes Agripa como epílogo de la liberación de Pedro. El contraste es buscado: Pedro encarcelado; Herodes, aclamado como un dios. El Ángel del Señor libera a uno y hiere de muerte al otro… ¡Vaya final!

 

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