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La mujer samaritana

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Noviembre 23, 2020

Ella experimentó la alegría de ser la primera persona a quien Jesús se reveló como el Cristo, como el Hijo del Dios vivo, como la verdadera fuente de agua viva, como Esposo y  como templo vivo.

Hemos tenido la oportunidad de presentar a esta mujer, en varios artículos del Eco Católico de años anteriores. Es muy conocida por todos nosotros. La Iglesia, especialmente en el ciclo A de la liturgia, nos la presenta en el Tercer Domingo de Cuaresma, en la catequesis bautismal preparatoria a la Vigilia Pascual (Jn 4,5-42, texto que se puede leer en cada uno de los ciclo A, B y C de ese domingo). Su presencia no puede faltar en la procesión del “Encuentro” en nuestras parroquias el Viernes Santo y quien la representa, hace el gesto de darle agua al Nazareno, favor que le había negado aquel día en el pozo de Jacob. No vamos a ver el texto de Jn 4,5-42 en este artículo, se lo dejamos como trabajo para la casa. Solo nos vamos fijar en los rasgos, condiciones y cualidades de esta mujer tan llamativa.

 

Condiciones de aquella mujer

 

Analicemos las condiciones de esta persona que llegó al pozo de Jacob cuando Jesús estaba allí sentado, cansado y con sed en su camino a Galilea:

 

  • En primer lugar, era un mujer de la cual no sabemos su nombre, solamente su lugar de origen: que era de Samaria, una región despreciada por los judíos, donde se practicaba la idolatría y cuyos habitantes no eran judíos puros, ya que eran descendientes de israelitas casados con paganos extranjeros (2 Rey 17,24-41)
  • Era mujer. Y ya sabemos lo que ser mujer significaba en la cultura de Israel: un ser marginado y postergado, sin voz ni voto como decimos (de esto ya hemos hablado en el Eco Católico ampliamente). En aquellos tiempos, un hombre no debía hablar nunca en público con ninguna mujer desconocida (Jn 4,27), y menos aún de temas de la ley. Al ir sola al pozo y en hora del mediodía, es indicativo que no tenía buena reputación.
  • Era samaritana: su lugar de origen era motivo de desprecio (Eclo 50,25-26)
  • Era pobre, ya que las mujeres ricas de ese tiempo no iban a los pozos a sacar agua.
  • Era pecadora: su pasado era de una vida irregular, pues había tenido cinco maridos (Jn 5,48), o había vivido en uniones ilegítimas con cinco hombres diferentes, que la trataban como concubina y no como esposa. Aunque hemos de decir, al respecto, que la región y el pueblo de Samaria, fue conformado por cinco pueblos que tenían sus “maridos” o divinidades paganas; luego, cuando se convirtió al Dios de Israel, no abandonó del todo sus ritos semi-idolátricos, situación que explica el encono o desprecio de los judíos por los samaritanos. Esta mujer es un símbolo de su pueblo en su culto a Dios mezclado de idolatría.

 

Pero tenía sus cualidades. Veamos:

 

  • Apertura y deseo de ver y conocer al Mesías, de una fe naciente que se transformó en una fe auténtica, plena y madura.
  • Esperanza en la búsqueda y deseo de corazón de encontrarse con el Mesías.
  • Moderada en su manera de hablar y comportarse, al reconocer su propia limitación o culpa ante Jesús, que no la condenó…
  • Entusiasmo que vive como nueva creyente de ir y hablar a otros de las maravillas que Jesús había hecho en su vida, aquel día en el pozo de Sicar.
  • Determinación de seguir escuchando a Jesús quién transformó su vida y la convirtió en discípula.
  • Mujer auténtica al hablar con Jesús y opinar con amplia libertad de lo que ella pensaba. Su alegría de haber encontrado y conocido al Cristo, al Mesías.
  • Experimentó la alegría de ser la primera persona a quién Jesús se reveló como el Cristo, como el Hijo del Dios vivo, como la verdadera fuente de agua viva, como Esposo y como templo vivo.
  • Testigo de Cristo: ella se convirtió en una verdadera testigo de Cristo y lo compartió con todos los que encontraba en su camino.
  • Adoradora auténtica de Cristo: su corazón experimentó un verdadero cambio al encontrarse con Cristo. Recibió la enseñanza de Jesús, de que la adoración verdadera es en espíritu y verdad: adorar a dios en espíritu y en verdad sin importar el lugar.
  • El don que le fue otorgado por Jesús: ser catequista, pues con gran entusiasmo corrió a dar las buenas nuevas y llevó a otros hasta Cristo. Este don de ser catequista, fue revelado y puesto en acción de inmediato.  La mujer samaritana, luego de su encuentro con Jesús, sembró la semilla de la palabra en Samaria y fue, junto a un pozo, donde se encontró con el verdadero amor de Jesús y fue Él quien transformó su vida para siempre.

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