Según el Evangelista san Juan la cruz es el trono de Jesús. La cruz expresa en su Evangelio, el retorno del Hijo al Padre: su venida al mundo había comenzado con la encarnación (Jn 1,14); en la cruz el retorno llega a su meta (ver Jn 17,1-5; 19,30 ["todo está cumplido": consummatum est]; Jn 20,17). En cambio, los demás evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas, se fijan en la dimensión dolorosa que tiene, especialmente cuando se trata de presentar la cruz en los relatos de la pasión del Señor.
Pues bien ¿A qué se refiere el evangelista cuando emplea en los mencionados pasajes el verbo levantar, exaltar o alzar? ¿Se trata sólo de una descripción física del modo en que murió Jesús? Si eso fuera así, y ese verbo fuera solamente otra manera de decir “crucificar” ¿Sería esa lectura compatible con el resto de su evangelio, así como de todo el Nuevo Testamento? ¿Se da razón con ello de que el Hijo del Hombre “atraiga todo hacia sí”? (Jn 12,32) ¿Cómo? Y ¿Por qué poco antes de Jn 12,32 se habla de la “hora” de Jesús como la hora de su glorificación? (Jn 12,23.27).
Cabe también preguntarse si la “exaltación” de la que habla San Juan, tiene relación con la descrita en otros lugares del Nuevo Testamento –que tal vez él conocía–, cuyo significado se refiere a la ascensión, o al sentarse Cristo a la derecha del Padre ¿No es ése –el de glorificación celeste– el sentido que san Pablo (Flp 2,9) y los Hechos de los Apóstoles dan a la palabra “exaltación”? Muchos autores, en efecto, afirman que la exaltación de la que habla San Juan es esa misma exaltación celeste que encontramos en Pablo y en los Hechos. Entonces: ¿crucifixión o glorificación?
Así, pues, la cuestión planteada es la siguiente: ¿Se refiere San Juan al emplear el término “exaltación” tanto a la cruz como a la ascensión? ¿Es quizás la cruz el comienzo de la exaltación gloriosa de Cristo? ¿Se trata de una interpretación del misterio de la ascensión o del significado de la cruz? ¿Qué significado, en definitiva, tiene la cruz para San Juan? (El próximo domingo, en relación con la cruz, veremos el tema de la serpiente de Jn 3,14-15).
En conjunto, cabría decir que desde los inicios del cristianismo ha sido entendida y puesta en relación con diversos temas: la crucifixión en sí misma, el reinado de Cristo desde la cruz, la recapitulación de todas las cosas en Él, la fecundidad de la cruz como salvación universal y cósmica. En ocasiones, el “ser exaltado” se ha entendido sobre todo como referencia a la resurrección, ascensión y glorificación de Cristo; otras veces, en cambio, es visto como una manera de mencionar el misterio pascual unitariamente, como un solo acontecimiento. También cabe afirmar que, en general, prevalece una visión abarcadora y victoriosa de la cruz de Cristo, que es bueno tener en cuenta, especialmente cuando es expuesta a la veneración de los fieles el Viernes Santo, después de escuchar el Evangelio correspondiente a San Juan en ese día.
En resumen: la cruz en Juan es el trono desde el cual Cristo reina. Por eso, él mismo la lleva al Calvario sin necesitar al Cirineo (en la práctica sí lo necesitaba). No es un patíbulo de muerte ni un cadalso en el que muere el Señor, sino “la escalera por la cual sube al cielo”. Es una cruz gloriosa, no un patíbulo de muerte, sino como un trono desde el cual Jesús reina como soberano (Jn 19,19). Desde esta situación aparentemente vergonzosa y humillante de Cristo clavado en ella, pero realmente gloriosa para los que miran con los ojos de la fe, Jesús atrae hacia sí a todos los que creen en Él y les comunica la vida eterna, simbolizada en la efusión de agua y sangre que brota de su costado traspasado (Jn 3,14-15; 12,32-34; 19,31-37). El Traspasado no es un hombre derrotado, sino el Cordero de la Nueva Pascua, cuya muerte nos ha abierto definitivamente el camino de la liberación.
La cruz, para San Juan, no es un lugar donde se mueren todas las esperanzas, como un escándalo insuperable para la fe, sino más bien, como el escenario donde se demuestra el amor ilimitado de Jesús, por cada uno de nosotros (Jn 15,13). Un amor que, en definitiva, revela el amor del Padre, capaz de entregar a la muerte a su propio Hijo, con tal de que lleguemos a disfrutar de la vida eterna (Jn 3,15).
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