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Tus dudas: ¿Hay pruebas del más allá?

By Mons. Vittorino Girardi S. Mayo 18, 2022

“Leí una respuesta suya a una duda acerca de lo que ha ido comunicando el exorcista Padre Amorth y he creído conveniente exponerle unas observaciones. El Padre Amorth ha manifestado que tenía una “colección” de objetos (clavos, objetos metálicos, etc.) que se iban materializando en la boca de algunos poseídos. Si esto es cierto, y lo es, ¿no debería ser una impresionante prueba del más allá, tan buscada y no encontrada por la ciencia, la cual ha invertido tanto tiempo y recursos en analizar la Sábana Santa de Turín, la tilma de San Juan Diego y el milagro de Lanciano? El hecho de poder observar aparecer de objetos metálicos en la boca de personas, vaya que si me parece algo que todo el mundo debería reconocer: es prueba cabal de la existencia del enemigo de Dios y, entonces, obviamente, también de la misma existencia de Dios. Saludos, Monseñor”.

José Pablo Blanco – Argentina

 

Estimado don José Pablo: considero su correo desde Argentina, como una confirmación de la utilidad de este humilde servicio que presto desde hace ya más de 25 años, semana tras semana, a nuestros lectores. Usted me ha enviado varias observaciones y preguntas. Aquí voy a tomar en consideración sólo la primera, pero con el compromiso de comentar las otras, apenas sea posible.

He aquí una primera constatación. Afirma que la ciencia ha buscado insistentemente pruebas del más allá y que no las ha encontrado. Pues bien, debemos saber que la ciencia, jamás las podrá encontrar.

Aquí por “ciencia”, o saber científico, entendemos la búsqueda de lo desconocido, es decir, pasar de la ya conocido a lo aún no conocido, guiados por la experiencia, por lo constatable y medible, mientras bien sabemos, y es del todo patente, que el más allá, precisamente como lo indica el mismo término, más allá, se escapa de lo medible y constatable. Si lo fuera, ya no sería el más allá. Le doy un sencillo ejemplo. Cuando el joven astronauta Gagarin fue enviado por los Rusos al primer viaje espacial, al volver, en tono de burla, para gustar al ateísmo oficial de la Rusia de aquel tiempo, afirmó que él no se había encontrado ni había visto, en su largo viaje, allá por los cielos, a Dios, que supuestamente “está en el Cielo”… No advirtió que estaba diciendo una tontería. Dios no es objeto de experiencia sensible o de cálculo matemático, como son todas las realidades que por su naturaleza sensible, son objeto de la ciencia, que por eso son llamadas precisamente, “ciencias experimentales”.

Sin embargo, bien sabemos que la inteligencia humana no reduce su capacidad cognoscitiva sólo a lo experimentable y a lo medible. He aquí un ejemplo. Los biólogos que estudian los complejos fenómenos de las distintas formas de vida, con sus experiencias de laboratorio y con sus cálculos, solo pueden tener acceso a los componentes químicos de los seres vivos, y los biólogos bien saben que ninguno de esos elementos es “vivo”, pero no por eso se les ocurre a los biólogos negar el hecho patente y maravilloso de la vida.

Es un ejemplo sencillo, pero claro para que no caigamos en el error de afirmar que sólo lo experimentable científicamente es real. Se trataría de una afirmación, a todas luces, “no científica”.

Hay hechos y realidades no experimentables y no cuantificables y, entonces, que no son objeto de la ciencia experimental, y que sin embargo, se nos imponen, como son la vida, el amor, la belleza, el alma… y Dios mismo.

Y ahora, una segunda observación. Es verdad, hay motivos y razones más que suficientemente claras, para afirmar el “mundo más allá de lo sensible”, a saber, la existencia de Dios, de sus atributos, y de cuanto Él nos ha revelado. Sin embargo, el ser humano no es sólo “inteligencia neutra”, es también emoción, intereses, recuerdos, condicionamientos sociales, egoísmo y pecado, por lo cual puede imponerse a lo que es evidente para así… negarlo.

Un caso sorprendente y muy doloroso es el que nos describe San Juan en su Evangelio. Él nos asegura en su capítulo 11, que el mismo hecho, el del inesperado milagro de la resurrección de Lázaro, después de cuatro días en el sepulcro y, entonces, ya oliendo, como lo afirma su hermana Marta, hace que “muchos creyeran en Jesús” (Jn 11, 45) y, por el contrario, los jefes de los judíos, “a pesar de que no encontraron causa alguna digna de muerte” (Hech 13, 28), tomaron ese milagro como el motivo determinante para tomar la decisión de matar a Jesús y si fuera necesario, al mismo Lázaro…

¡Qué mundo de contradicciones es el ser humano! A tal punto que lo evidente, lo totalmente claro, pueda parecérsele a otros completamente oscuro e irracional.

Como lo ha repetidamente afirmado el Papa Emérito Benedicto XVI, es el amor el que lo decide todo, no la razón. Pidamos al Espíritu Santo, la luz, su Luz, para no vivir en el engaño del error.

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