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Domingo, 23 Noviembre 2025
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¿Insiste mucho la Iglesia en el pecado?

By Mons. Vittorino Girardi S. Octubre 24, 2025

“Ya le había escuchado en alguna charla y me quedé impresionado por su modo de hablar del pecado. Sobre este punto quiero presentarle mi inquietud. A veces, hablando con mis amigos, que son católicos, nos hemos preguntado: ¿no será que nuestra Iglesia insiste a lo mejor demasiado, sobre el pecado? Somos humanos, y el pecado, con mucha frecuencia, nos resulta atractivo. Ir al templo, para escuchar reproches, nos cansa. ¿Qué me dice, Monseñor?”

Marcos L. Oconitrillo - San José

 

Estimado Marcos, su inquietud, da para muchas reflexiones, sin embargo, tratándose de un texto para el Eco Católico, me voy a limitar a dos puntos esenciales: 1° ¿qué entendemos por pecado? y 2° ¿por qué Dios nos repite una y otra vez ¡No pequen!?

En el número 13 de la Constitución Gaudium et Spes (Alegría y Esperanza) del Concilio Vaticano II (1965) se nos ofrece una amplia y muy clara descripción de lo que debemos entender por pecado. En él leemos: “En el propio exordio de la historia, el hombre abusó de la libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin (la felicidad) al margen de Dios […]. Los hombres obscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la creatura, no al Creador […]. El hombre cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males que no pueden tener su origen en su Santo Creador”.

De este denso texto, hay dos afirmaciones particularmente importantes, para iluminar, estimado Marcos, su pregunta. Son estas dos: “pretender alcanzar el propio fin” (=la felicidad, o lo que es lo mismo, la propia plenitud) al margen o en contra de Dios y la segunda, “prefirieron servir a la creatura, no al Creador”.

Ahora bien, conscientes de que el ser humano vale más que cualquier otra criatura y de que todo lo que nos rodea, está a nuestro alcance, es finito, mientras que el ser humano es imagen de Dios que es infinito (cfr. Gen 1, 26). Y entonces, sólo lo infinito (Dios) puede llenar nuestras expectativas y esperanza… Todos conocemos la antigua afirmación del joven San Agustín: “¡Señor, nos hiciste para Ti e inquieto, desasosegado es nuestro corazón hasta que no descanse en Ti!”

De estas afirmaciones, estimado Marcos, deriva otra, muy importante y que un servidor repite con mucha frecuencia: “lo que alguien más desea, si eso no es Dios, eso mismo va a ser la causa de mayor sufrimiento para él”. Los ejemplos que podemos dar, son muchos, y están a la vista.

Si un joven pone en el centro de sus deseos, la droga, esa precisamente, va a ser la causa de sus mayores sufrimientos. Judas, el apóstol, puso el dinero en la cumbre de sus deseos y éste le llevó al suicidio. ¡Cuántas víctimas y daños propios y ajenos, crea el abuso del alcohol. Después de unos pasajeros momentos de placer, sigue la más dolorosa autodestrucción.

Pasemos ahora a su segunda pregunta, estimado Marcos: ¿por qué Dios y la Iglesia Madre y Maestra nos repiten insistentemente: ¡No pequen!?

Para responder hay que tener bien clara nuestra imagen de Dios. Dios no es un exigente Tirano que nos prohíbe lo que nos atrae y nos gusta. Él es nuestro Padre que nos ama, con amor infinito y que, entonces, quiere que evitemos lo que nos hace tanto daño y lo que nos destruye en nuestra dignidad infinita de hijos de Dios.

Estimado Marcos y amigos suyos, Dios no prohíbe el pecado porque así lo ha establecido, por su voluntad de soberano y Señor de Señores, sino, porque el pecado en todas sus formas, nos hace daño, y mucho… Cualquiera con un correcto uso de la razón, debe reconocer que al menos 80% del sufrimiento humano se debe a las múltiples expresiones del pecado, cuando, además, hay que gastar y no poco para pecar… ¡El Hijo pródigo lo gastó todo! (cfr. Lc 15, 11-32).

Le doy un ejemplo, estimado Marcos. Si estoy enfermo y el médico a quien pido ayuda, me da una receta a la que supuestamente debo obedecer para recuperar la salud, propiamente la obligación que se deriva de la misma receta, no depende del médico que me la prescribió, cuanto de la necesidad de poder recobrar la salud; ¡la receta es para mi bien! Así los Mandamientos del Señor son “caminos”, si quiere, son preciosas “recetas” para una vida sana, inclusive, alegre; y no sólo en el campo espiritual, sino también en el campo físico, ya que el vicio, el pecado repetido, en  todas sus formas, además de no asumir la voz de la conciencia, perjudica también nuestra salud física.

¿Insiste demasiado la Iglesia en los peligros del pecado? Puede ser que en alguna predicación se caiga en algún exceso, sin embargo, una mamá que deveras quiera el bien de sus hijos, les avisa una y otra vez acerca de lo que les puede dañar, y así debe hacer la Iglesia, nuestra Madre y Maestra.

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