Si el mal que nos rodea nos puede infundir desánimo, la Palabra de Dios y el ejemplo de los Santos, nos animan y nos impulsan a volver a intentar, una y otra vez, a perseverar en el camino de la plena coherencia cristiana.
Es verdad, el Papa, gracias a la labor intensa de sus colaboradores, va proclamando a no pocos santos y santas. Si lo hace -como lo afirmaba S, Juan Pablo II- es que los santos los hay y que la santidad continúa floreciendo en la Iglesia… El 10 de octubre, como muchos ya saben, el Papa declaró beato a Carlos Acutis, el adolescente muerto como Santo Domingo Savio, a los 15 años, enamoradísimo de la Santa Eucaristía.
Pero hay otros en “lista de espera” y de entre ellos, otro joven, Mateo Farina, quien falleció en 2009, con solo 18 años. Desde cuando tenía 13 luchaba en contra de un cáncer, pero esto no le impidió, más bien lo motivó para crecer en su fe y en el anhelo de comunicarla a muchos otros jóvenes. No perdía ocasión para hablar de Dios y referirse a Él en todas las circunstancias de su vivir cotidiano. Cuando aún tenía 15 años, escribió: “quisiera sentirme parte aún más viva de mi grupo, pero sin renunciar a mis principios cristianos. Sí, es difícil Paula, pero no imposible”.
Para usted, Francisco, le recuerdo otro ejemplo, el de Sandra Sabatini. Ella había nacido en 1961 y falleció a los 23 años en 1984, en un muy grave accidente de carretera. Ya ha sido declarada Beata, pero la celebración pública ha sido postergada por causa del Covid-19. Ella, desde muy jovencita se integró en un grupo de vida cristiana llamado Juan XXIII. Cuando murió, ella estaba de novia de Guido, un joven de su edad… No hay situación ni circunstancia que nos impidan el heroísmo cristiano y la realización de la vocación a la santidad; esta no es sólo para sacerdotes, frailes y monjitas. Es para todo bautizado que crea en la Gracia de Dios y en el don de la propia libertad. Es con ella y con la ayuda de Dios que queremos hacer nuestra la declaración de la Virgen María: “hágase en mí según tu Palabra”, o la del joven Samuel que le dice a Dios, “habla Señor que tu siervo te escucha”.
Adelante pues, estimado Francisco, con renovada valentía y con grande confianza en Jesús que nos propone seguirle en el camino de una entrega incondicional.