San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
Juan Diego era para el pueblo “un indio bueno y cristiano”, o un “varón santo”; ya sólo estos títulos bastarían para entender la fortaleza de su fama.
Memoria: 9 de diciembre
Origen
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, a quien su memoria se une al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe nació en 1474, en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Su nombre original -Cuauhtlatoatzin- quiere decir “el que habla como águila” o “águila que habla”.
Hombre devoto
Según testifican las Informaciones Guadalupanas de 1666, Juan Diego era un hombre muy devoto y religioso, aspecto que lo ayudó a realizar una opción total por el Señor Jesús, bautizándose junto a su esposa, entre los años de 1524 y 1525. Él recibió el nombre de Juan Diego y ella el de María Lucía.
La oración en su vida
A Juan Diego le gustaba el silencio. Realizaba penitencias frecuentes entre las que solía caminar desde su poblado hasta Tenochtitlán, a 20 kilómetros de distancia, para recibir catequesis.
Encuentro con la madre
El sábado 9 de diciembre de 1531, muy de mañana, durante una de sus caminatas camino a Tenochtitlán, cuando el humilde indio llegó a las faldas del cerro llamado Tepeyac, se sintió atraído por un canto de pájaro que nunca había oído antes. Luego escuchó una dulce voz que lo llamó: “Juanito, Juan Dieguito”.
La Perfecta Siempre
El hombre subió a la cima de la colina y se encontró de frente a una joven con un vestido que brillaba como el sol. Se arrodilló adelante estupefacto y la escuchó presentarse: Soy la Perfecta Siempre Virgen María, La Madre del verdadero y único Dios”.
Fama de santidad
Desde el siglo XVI, existen documentos en donde se sabe de la vida y fama de santidad de Juan Diego, uno de los más importantes son las llamadas Informaciones Jurídicas de 1666, importante Proceso Canónico, aprobado por la Santa Sede y constituido como Proceso Apostólico, cuando se pidió la aprobación para celebrar la Fiesta de la Virgen de Guadalupe los días 12 de diciembre. San Juan Pablo II proclamó santo a Juan Diego el 31 de julio de 2002.
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