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El religioso guatemalteco que dio voz a pueblos masacrados

By Mayo 25, 2022
El sacerdote jesuita y antropólogo, Ricardo Falla, recibió el pasado martes 19 abril el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR) El sacerdote jesuita y antropólogo, Ricardo Falla, recibió el pasado martes 19 abril el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR) Laura Rodríguez/Universidad de Costa Rica.

Gracias a su trabajo de investigación, masacres como las ocurridas en la Finca San Francisco Netón (17 de julio 1982) y el Ixcán durante la década de 1980 en Guatemala, han sido reconocidas como genocidio.

El sacerdote jesuita y antropólogo, Ricardo Falla, recibió el pasado martes 19 abril el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR). Él mismo impartió la lección inaugural del curso lectivo 2022 y compartió parte de su experiencia.

Gustavo Gutiérrez, rector de la UCR, describió a este sacerdote jesuita como un portavoz de las personas más perjudicadas por las guerras, las guerrillas y la violencia en Centroamérica
“Es una de las personas que reveló al mundo las atrocidades de la guerra en la región centroamericana y probablemente el investigador en ciencias sociales más activo en Centroamérica”, expresó Gutiérrez.

El sociólogo y presbítero, David Solano, comentó que el sacerdote jesuita y antropólogo, Ricardo Falla, es quizás el mejor ejemplo de la conjunción fe y ciencia. “Su rigor científico aunado a su vocación religiosa le permiten tener una mirada diversa de las complejidades que plantean una pastoral que acompaña y milita con las causas de los más débiles (...) Su disertación revela que sí es posible integrar la ciencia, lo humano y lo religioso en una vida que, según sus palabras “en el atardecer… será juzgada por el amor que pusiste en lo que has hecho”.

Portavoz de un pueblo masacrado

La lección inaugural se tituló: “Al atardecer de la vida: fe, investigación y violencia”. Nacido en Guatemala, en el seno de una familia de clase alta, decidió dejarlo todo para entrar en la Compañía de Jesús.

Estudió Teología en Austria y se doctoró en Antropología por la Universidad de Texas. Supo equilibrar su sacerdocio y labor pastoral, con el trabajo antropológico e investigativo.

Compartió unas palabras sobre un momento de crisis afectiva profunda, en el que estuvo cerca de dejar su vocación sacerdotal y contraer matrimonio, sin embargo, dice haber sentido un llamado muy fuerte. “La dejé con lágrimas en el corazón que hasta hoy perduran, pero salí reluciente”, se sinceró.

A inicios de la década de 1980 entró en territorios que sufrieron la política de tierra arrasada practicada en Guatemala, a través de la cual el ejército guatemalteco buscaba eliminar y destruir todos aquellos poblados donde la guerrilla pudiera recibir algún tipo de apoyo (alimento, información…).

En medio de su trabajo pastoral y de investigación, tuvo conocimiento de la Masacre en la Finca San Francisco, donde habitaban unas 50 familias, entonces se trasladó a Chiapas, México, para buscar entre los campos de refugiados al testigo principal de este hecho, alguien que había logrado escapar, llamado Mateo.

El hombre relató al padre Falla que estaba en las milpas a eso de las 6:00 a.m. del 17 de julio de 1982 cuando entró el ejército y estableció un cerco alrededor de las casas. “Nadie sale, nadie va a entrar”, explicó el investigador.

Bajó un helicóptero con cajas de alimentos y después encerraron a los hombres en una Alcaldía Auxiliar y a las mujeres en un oratorio.

Don Mateo escuchó la primera descarga que provino del lugar donde tenían a las mujeres, ellas gritaron, luego, las llevaron a las casas, las violaron y las mataron. Según cuenta el testigo, 10 días después, encontraron sus cuerpos tirados en el suelo con las faldas levantadas.

Los soldados continuaron la operación, esta vez fueron por los niños, les metían un cuchillo en el vientre para sacar sus tripas, los pequeños gritaban de dolor y entonces los tomaban de un pie y los golpeaban contra algo para romperles la cabeza. Mateo miraba esto desde una rendija de la Alcaldía Auxiliar, donde estaba encerrado con el resto de varones.

Los militares tomaron un descanso y comieron, cocinaron novillos que traían. “Fue una masacre planificada, en la que había tiempo hasta para descansar”, indicó el padre Falla.

Terminada la pausa, comenzaron a matar a los hombres. Mateo mencionó que en un momento dado, un capitán (según supieron después) se lanzó sobre un cuerpo, le hizo un corte y sacó el corazón. “Eran kaibiles entrenados para hacer esto, era una manera de darse fuerza en medio de la masacre”, detalló el expositor.

Mateo quedó debajo del montón de cadáveres, solo quedaban vivos él y otro, se quitó las botas de hule, saltó por la ventana y huyó a rastras. El otro no se había quitado las botas y al saltar se escuchó el ruido al caer, los soldados que tocaban la guitarra y escuchaban la radio, oyeron el golpe, lo persiguieron y lo mataron.

El padre Falla registró este testimonio. En México conoció a un periodista de New York Times, quien visitó el lugar de la masacre, recogió otros testimonios y escribió un reportaje, el cual fue publicado tres meses después de los hechos.

El sacerdote también presentó este testimonio en la Asociación Americana de Antropología, en Estados Unidos, más tarde al Tribunal de los Pueblos, en España, el cual condenó lo ocurrido y lo consideró como un genocidio.

El jesuita también contó su experiencia en Ixcán, con los llamados pueblos en resistencia, donde tuvieron lugar masacres parecidas. Su manejo del quiché (lengua maya) le facilitó su acercamiento a la gente. En medio de la clandestinidad y los riesgos, tomó registro del impacto causado por la guerra en estos pueblos indígenas.

A sus 90 años de edad, el Padre Falla sigue publicando, habla sobre la necesidad de elaborar investigaciones no partidistas y de luchar a favor de los más vulnerables.

Danny Solano Gómez

Periodista, licenciado en Producción de Medios, especializado en temas de fe católica, trabaja en el Eco Católico desde el año 2009.

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