“El ejemplo de los santos es para nosotros un estímulo a seguir el mismo camino, a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, porque la única verdadera causa de tristeza e infelicidad para el hombre es vivir lejos de él”, agregaba entonces el Santo Padre.
Precisamente, este espíritu anima la presente edición especial, dedicada a los “santos nuestros de cada día”, una selección de biografías organizadas en categorías para que la historia de sus vida, entrelazadas por el amor de Dios, nos confirmen en la vocación a la Dios nos llama independientemente de nuestra edad, sexo, ocupación o servicio en la Iglesia.
Al encuentro con Jesús
En su Exhortación Apostólica “Gaudete et Exsultate”, sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo, el Papa Francisco insiste en la necesidad de caminar por el camino de la santidad, que es el camino cristiano hacia el encuentro con Jesús.
La Iglesia, observa el Papa, “no rechaza a los pecadores”, los acoge y los invita a dejarse “contagiar por la santidad de Dios”.
Al respecto, Francisco cita a menudo al escritor francés Léon Bloy quien declaró, en los últimos días de su vida, que “sólo hay una tristeza en la vida, la de no ser santos”.
Los santos, subraya el Papa, son “los amigos de Dios”, porque en su vida “vivieron en profunda comunión con Dios”. Francisco traza un retrato de los santos que, advierte inmediatamente, “no son superhéroes, ni nacieron perfectos”.
Los santos, reitera, “son como nosotros, como todos nosotros”, han vivido “una vida normal”, pero han “conocido el amor de Dios” y “lo han seguido incondicionalmente, sin límites ni hipocresías”. ¿De qué manera se reconoce entonces esta santidad? “Los santos -responde- son hombres y mujeres que tienen alegría en sus corazones y la transmiten a los demás”.
La alegría, por lo tanto, es un sello distintivo de los santos, a diferencia de esa “cara de funeral” que, como dice el Obispo de Roma muchas veces, tienen algunos cristianos que no viven bien su fe.
Nadie está excluido
Otra característica de los santos es la humildad. En su homilía matutina en Casa Santa Marta, el 9 de mayo de 2014, Francisco se enfocaba en la figura de San Juan Pablo II, observando como “el gran atleta de Dios” termina “aniquilado por la enfermedad. Humillado como Jesús”. El testimonio de Karol Wojtyla, recuerda Francisco, muestra que la regla de santidad “es disminuir para que el Señor crezca”, y para esto necesitamos “nuestra humillación”.
Nada más lejos de la imagen de personas con “superpoderes”. “La diferencia entre los héroes y los santos - explica nuevamente- es el testimonio, la imitación de Jesucristo: seguir el camino de Jesús”. Incluso los santos tienen sus pecados, pero saben cómo arrepentirse y pedir perdón.
Por otra parte, Francisco pone en guardia sobre la idea de que ser santo no es poner “cara de estampita”. Es algo mucho más profundo y está alimentado por gestos, “muchos pequeños pasos”, que todos pueden hacer donde vive y trabaja. “Cada fase de la vida, es su exhortación, conduce a la santidad, ¡siempre!”.