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“Necesitamos volver a lo esencial, a la persona de Cristo”

By Septiembre 30, 2022

El Padre Jafet Peytrequín, Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Misiones en nuestro país, fue nombrado como coordinador continental de las Obras Misionales Pontificias, OMP, servicio desde el cual impulsará una mayor cooperación misionera entra las iglesias de América, y de ahí para el mundo. Conversamos con él y este es un extracto del diálogo.

 

Padre, usted dijo a la Agencia Fides que sueña con “una América en salida”, ¿qué tan lejos estamos de ese ideal misionero?

La expresión “en salida”, tan querida por el Papa Francisco, no hace referencia únicamente a un movimiento geográfico, sino que también refiere a algo más profundo, un movimiento que podría llamarse, “existencial”. Primeramente nos invita salir de nosotros mismos, a vencer nuestro egoísmo, pero ante todo a salir de nuestra comodidad e ir siempre más allá  de los límites que por conveniencia le ponemos al anuncio del evangelio. Una “América en salida” es una Iglesia viva, que crece y madura, y se proyecta al mundo como un faro de esperanza, proclamando el Evangelio para el bien y el desarrollo integral de todos los pueblos.  El ideal es lo que nos mueve y configura, pero el ideal está en el corazón de Cristo, y por ende es más alto de lo que podemos desear, por eso debemos estar siempre en movimiento, en otras palabras, el ideal es estar siempre “en salida”, y cada vez con mayor ímpetu y pasión.  En América no es que no estemos “en salida”, pero debemos poner más ímpetu y pasión en ello, y dar cada día más desde nuestra pobreza.

 

¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades de la Iglesia en el continente para hacer ello una realidad?

Sobre esto hablaremos en el próximo Congreso Americano Misionero, a celebrarse en Puerto Rico. Es una pregunta latente, que debe ser respondida con el deseo de construir un modo de hacer misión acorde a las exigencias de nuestro tiempo.  América tiene la experiencia de los Congresos Americanos Misioneros y de las Conferencias del Episcopado Latinoamericano.  El aporte que desde estas experiencia sinodales se ha hecho han tenido gran eco en el Magisterio universal. Nuestra manera de pensar la misión en el Continente se aleja de la mentalidad colonialista, y se centra en el mensaje de vida, felicidad, liberación y plenitud que nos trae Jesucristo. Tenemos la gran responsabilidad de hacer presente en nuestra pastoral las grandes intuiciones que el Espíritu ha suscitado en la reflexión de nuestro Continente.  Debemos superar, por tanto, cualquier visión individualista, y proyectarnos hacia la universalidad.  La misión “ad gentes” debe ser paradigma e impulso de todos nuestro ser y quehacer eclesial.  Debemos fomentar cada vez más la cooperación entre las Iglesias, de modo que desaparezca la idea de iglesias pobres y menos pobres, y así cada comunidad eclesial sea expresión de la Iglesia universal.

 

¿Cómo aprovechar el actual contexto social, económico, cultural, religioso, educativo, etc. del continente, para cumplir el mandato misionero con todas sus riquezas, similitudes, y asimetrías?, ¿estamos leyendo y respondiendo como cristianos los signos de los tiempos que nos tocan vivir?

En el fondo estamos discerniendo ese “nuevo” modo de mantener fresco el anuncio de Jesucristo en un contexto que cree ya haberlo conocido y se siente capaz de prescindir de él para encontrar caminos y respuestas a sus grandes interrogantes y dificultades. Nos enfrentamos a una realidad creyente, donde sin embargo Dios pareciera no tener rostro, una supuesta fe en Dios, sin Jesucristo, pierde referencia, y se difumina entre los deseos y expectativas meramente humanos.  Necesitamos volver a lo esencial, a la persona de Cristo, que es algo concreto; y desde Cristo redescubrir lo que es verdaderamente humano, para potenciar en este mundo los verdaderos valores del Reino.  Más que preguntarnos si estamos respondiendo a los signos de los tiempos, la pregunta debería ser ¿qué estamos identificando como signo de los tiempos?

 

Como muchas cosas en la Iglesia, los esfuerzos y proyectos a gran escala se hacen realidad solo si en lo local son asumidos como propios, ¿de qué forma entusiasmar a las parroquias, sacerdotes y laicos con un renovado espíritu misionero? 

La misión hace a la Iglesia, y el compromiso misionero es el indicador de la madurez de una comunidad cristiana.  Sin espíritu misionero podríamos reunirnos como asamblea, pero esta no sería la comunidad cristiana querida por Cristo.  Por eso la misión es “medicina” que sana y cura la falta de identidad eclesial, y le devuelve a la Iglesia su verdadera fuerza. Toda renovación en la Iglesia es esencialmente un reavivar su espíritu misionero. El futuro de la misión es el futuro de la Iglesia, pues la Iglesia se reconfigura y renueva siempre para ser más misionera, para ser más Iglesia.

 

La pandemia nos hizo replantearnos y ser creativos en muchas cosas, ¿cómo aplicar esa audacia evangélica para hacer que las OMP se conviertan en punta de lanza de una renovada conciencia misionera en la Iglesia americana?

Las OMP deben ocupar el primer lugar en la vida diocesana (Cfr. AG 38).  Las OMP deben estar integradas en la pastoral ordinaria de la diócesis y de las parroquias, su ausencia evidenciaría una grave falta en el proceso evangelizador. Hoy tenemos un “sexto continente”, que es el generado en el Ciberespacio, en él son cada vez más necesarias las redes que garanticen seguridad y posibilidades de cooperación entre las diferentes iglesias particulares.  Las OMP son, en sí mismas, por su carácter mundial, una red que fácilmente encuentra lugar también en el espacio digital, e incluso sirven como referencia para crear nuevas redes.

 

¿Su nombramiento reconoce su visión, trayectoria y trabajo, pero esencialmente es una responsabilidad muy grande?, ¿cómo lo asume?, ¿cuáles son sus objetivos en este servicio al que ha sido llamado?

Como todo en la Iglesia, se trata de un servicio, que esencialmente procura articular las diferentes iniciativas de animación y cooperación misionera en el Continente. Lo considero un servicio de “puente” entre las diferentes direcciones nacionales, desde donde se permite convocar a todos los directores nacionales para compartir esfuerzos, expectativas, sueños, apoyarnos mutuamente y además reflexionar desde una visión global sobre puntos de interés común, y proponer iniciativas conjuntas.  Se trata de generar espacios de comunión, que a su vez impulsen la misión; pues la comunión es por sí misma misionera, y la misión es para la comunión. (Christifideles laici, 32). El coordinador continental además es un facilitador para el encuentro entre las direcciones nacionales con las autoridades mundiales respectivas, así como entre las direcciones de otros continentes entre sí.

Martín Rodríguez González

Periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación Colectiva y egresado de la maestría en Doctrina Social de la Iglesia. Trabaja en el Eco Católico desde el año 2002 y desde el 2009 es su director.

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