En su homilía, Monseñor Javier Román mencionó que , en efecto, “este año nos reunimos, con el dolor de no poder celebrar junto a los fieles que están a nuestro lado en las luchas y desvelos por llevar a todos la buena noticia de la salvación”.
Ellos y ellas, agregó, son “nuestros queridos laicos y agentes de pastoral son la fuerza que nos sostiene, anima y acompaña en la misión”.
En referencia a la emergencia nacional, el obispo manfestó que la crisis que vivimos por la pandemia del Coronavirus no es solo de carácter sanitario, ni siquiera un asunto exclusivo de la economía, o de la ciencia: “Estamos frente a un verdadero drama humano, una catástrofe de grandes dimensiones que repercute en la vida de todas las personas”.
Ante ello, como pastores, agregó, “no podemos ser indiferentes ante esta situación. Y no lo hemos sido, me consta la entrega y el sacrificio mostrado por muchos de ustedes en sus comunidades, exponiendo incluso la propia vida por el bien espiritual y material de quienes más necesitan. Son ustedes testimonio de la acción salvífica de Dios en el mundo, de su misericordia y de su providencia”.
“Encerrados en las sacristías o en las casas curales, pretendiendo solo la propia protección y poniendo la confianza únicamente en los bienes materiales no se puede dar testimonio de Cristo vivo y actuante en medio del mundo”, constató.
Por eso, declaró, como obispo se siente orgulloso “de un presbiterio que no tiene miedo de salir al encuentro, de ensuciarse, de sudarse y de caminar junto a su pueblo en sus alegrías pero también en sus penas”. Pero esto, insistió, no puede ser una actitud aislada, debe de ser un compromiso permanente, una actitud sostenida y dirigida a generar las condiciones sociales que permitan un desarrollo justo e integral para todos.
Adicionalmente, el pastor pidió no cansarse en esta misión ni pensar que la tarea termina en el servicio asistencial, “es el primer paso, necesario y urgente en muchos casos”, pero es “solo el inicio de una transformación que debe de llevarnos a la civilización del amor”, mencionó recordando la frase de San Pablo VI.
Un homenaje floral a la Virgen marcó el final del mes de mayo en la Diócesis de Limón, cuando además, Mons. Román celebró 5 años como obispo de esta Iglesia particular. Las rosas se compraron a agricultores de Llano Grande y se ofrecieron pidiendo por las personas enfermas y aquellas que han muerto por la pandemia.