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Testimonio: “Tú me has llamado y te voy a hacer caso Señor”

By Octubre 28, 2022

Doña Sonia Artavia tiene 22 años de ser catequista de infancia temprana, lo que se conoce en las parroquias como catekinder. Se trata del primer acercamiento que muchos niños tienen con la fe, por lo que para ella se trata de una misión muy especial que asume con responsabilidad.

Pero no siempre lo tuvo así de claro doña Sonia. Cuenta que más bien, al principio, se negaba a la posibilidad de ser catequista, dadas las obligaciones con sus seis hijos y siendo ella viuda, pues su esposo recién había perdido la vida trabajando como guarda de seguridad.

Cuando su hija menor llegó a la edad en que debía recibir catekinder reflexionó y tomó conciencia de que no podía decirle más a Dios que no. “Tú me has llamado y te voy hacer caso Señor”, fue el sentimiento con el cual comenzó este apostolado que con el tiempo le ha dado sentido y respuesta a toda su vida.

Adicionalmente, en el tiempo en que su esposo falleció, había participado de una actividad en la que se presentaron varios payasos. Ella, con múltiples necesidades económicas, pensó que aquello podría servirle, ya que sentía que tenía el carisma para hacerlo.

Con una amiga, esta vecina de Escazú consiguió la tela del traje, lo mandaron a hacer, aprendieron de maquillaje y se convirtieron en las payasas Pili y Colochita, con la consigna de compartir alegría, esperanza y fe especialmente con los niños que lo necesitaran.

Recuerda que incluso sus hijos la acompañaban a las presentaciones. Ella siempre ha visto este trabajo como una bendición, y como una extensión de su servicio como catequista, pues siempre comparte mensajes de bien, de valores y principios acordes con su fe.

En este trabajo, una de las cosas que más agradece a Dios doña Sonia es poder tener la posibilidad de servirle en medio de los niños enfermos del Hospital Nacional de Niños.

Recuerda como si fuera hoy el día en que una nuera suya le avisó de una audición que estaba planeando la institución para reclutar payasos que alegraran a los pequeños en medio de su dolor y sufrimiento.

Con los pies en la tierra y su mente en el cielo pidió a Dios poder entrar al hospital. Recuerda que invocó al Espíritu Santo y le dijo “yo quiero, yo quiero, yo quiero”. En sus palabras, asegura que “se me hizo porque yo ya era payaso, empecé a asistir a reuniones y me sentí muy motivada de ir a los hospitales para hacer reír a los niños”, cuenta.

Como agradecimiento a Dios por esta gracia, doña Sonia cada fin de año regala una presentación en alguna comunidad o a alguna familia en necesidad. “Es como pagarle a Dios a cómodos abonos semanales, a pagos de polaco, por todo lo bueno que ha sido en mi vida, uno aprende mucho”, aseguró.

Cuenta que en ocasiones los padres de familia de los niños enfermitos se le acercan y le cuentan la historia de sus hijos con lágrimas en los ojos, por lo que siempre con todo el respeto, les da palabras de aliento y esperanza al oído, para no causar ningún problema, pues el protocolo del hospital les impide hablar abiertamente de religión.

Una vez -recuerda- un papá que tenía un niño en Cuidados Intensivos se le acercó y le contó que para la gloria de Dios su hijo había reaccionado luego de que ella estuviera haciendo piruetas con otros niños. “Me lo iban a desconectar para dármelo por muerto, pero sacó la tarea”, recuerda que le dijo. Impactada por aquello, ella se puso a hablar de esperanza. “Cómo no hablar de Dios frente a aquel milagro”, recuerda.

Según nos contó, ahora está en un proyecto en el Museo de los Niños para cumplir el deseo de ocho menores que están en Cuidados Paliativos y que quieren ser superhéroes .

Ya en actividades privadas con sus otros personajes, su presentación siempre inicia con una dinámica donde Dios es primero. “Estos personajes no tienen límite, a la gente les gusta mucho. Dios me dio por donde era, me encantan los niños”, asegura.

Por algunos meses, la payasita Pili trabajó también en el Tren de la Alegría de la emisora católica Radio María, espacio que está fuera de programación en estos momentos.

En su reflexión final, doña Sonia da gracias a Dios por la vocación de catequista a la cual le llamó. Asegura que toda su familia es catequista tras el telón, pues son quienes le ayudan a hacer todo lo que necesita para sus presentaciones. Incluso ve la mano de Dios ahora que su hija menor, Stephanny, persevera en su deseo de ser misionera comboniana. Luego de un proceso de discernimiento de cuatro años, la semana pasada partió a México para comenzar el postulantado. (Ver edición digital del domingo 11 de setiembre, p.11)

“Me mataron a mi esposo, unos ladrones le dieron en la cabeza y me quedé con 6 hijos a los que saqué adelante. Siempre he sentido la presencia de Dios y la oración de mis hermanas catequistas, hoy tengo la certeza de que con fe y amor se puede superar cualquier problema en la vida”, concluye doña Sonia.

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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