Compartimos el testimonio que nos escribe Fray Marcos Vinicio Segura González, oriundo de la Asunción en Tejar de El Guarco, Cartago.
“Tras haber iniciado mi proceso de discernimiento vocacional con los Padres Agustinos en la Parroquia Santa Marta de Ciudad Neily, en el año 2015, el Superior Mayor de entonces, decidió enviarme a España a continuar con mi proceso de discernimiento.
Desde hace siete años vivo en España, aquí he ido viviendo las diferentes etapas formativas en diferentes lugares. Tras haber hecho un año de Prenoviciado, un año de Noviciado y cinco de Profesorio, me preparo ahora para dar un paso definitivo en mi vida, y ese paso es la Profesión Solemne de los Consejos Evangélicos de pobreza, obediencia y castidad.
Cuando me plantean la pregunta ¿Cómo te sentís? Vienen a mi mente dos cosas: la primera de ellas es un agradecimiento profundo al Señor por haberse fijado en mí y llamarme a un estado de vida tan apasionante; la segunda es darme cuenta de mi pequeñez, de lo frágil y débil que soy. Sin duda alguna, en mí no puede brotar otro sentimiento que sea el agradecimiento al Señor por ir obrando poco a poco en mi vida cual Alfarero amoroso.
A pesar de estar lejos de casa, de las personas que tanto quiero y me han ayudado en este proceso, nunca me he sentido solo, pues sé que el Señor es quien ha ido iluminando el camino y que Nuestra Madre, Reina de los Ángeles, nunca me ha dejado de proteger.
Como decía, me siento débil, frágil, pero sé que el Señor ha moldeado mucho en mí y confío en que aquello que haya que mejorar, Él me dará la gracia de mirar a su corazón para transformar el mío a su imagen. Resuenan en mi las palabras de San Pablo: “Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad” (2 Cor 12, 9). Sin duda alguna, sin la gracia que procede de lo alto, nada tendría sentido, ni podría llegar a buen fin.
Por último, quiero extender una palabra de agradecimiento a todas y cada una de las personas que han influido en mi proceso de discernimiento: mis padres, hermanos, hermana, sobrinas, sobrino, familiares, padrinos, sacerdotes, religiosos, religiosas, amigos y conocidos.
Que el Señor les pague tanta bondad para conmigo, y les pido a ellos y a quienes leen estas líneas, que sigan rezando por mí y por aquellos que han decidido entregar su vida al Señor, para que el que ha iniciado esta obra en nosotros, la lleve a buen término”.
Lo invitamos a compartir nuestro contenido