La vida es un don sagrado, un regalo de Dios que debemos custodiar y respetar. Cada acto de violencia, especialmente aquel que arrebata la vida de quienes dedican sus esfuerzos a proteger y servir a la comunidad, es un atentado contra la dignidad humana y contra el plan de amor que Dios tiene para cada uno de nosotros.
Dicen los obispos “Estas tragedias nos recuerdan la urgencia de trabajar juntos por la paz, la justicia y la reconciliación. No podemos permitir que el miedo, la indiferencia o la impunidad se instalen en nuestro corazón. Como nos enseña el Evangelio, estamos llamados a ser constructores de paz, a promover el diálogo y a buscar soluciones que fortalezcan el tejido social de nuestra nación.”
Invitamos a todas las personas de buena voluntad a unirse en oración por el eterno descanso de tantos hermanos nuestros que han sufrido muertes violentas y a orar también por sus familias que sufren su separación repentina. Que el dolor que sentimos nos impulse a renovar nuestro compromiso con la justicia y la seguridad, desde la solidaridad y el respeto a la vida.
Asimismo, los obispos hacen un llamado a las autoridades para que redoblen sus esfuerzos en erradicar esa lacra y en la implementación de políticas públicas que aborden las raíces de la violencia. La paz no se construye solo con medidas de seguridad, sino también con educación, oportunidades y una cultura del encuentro que valore la vida por encima de todo.
Que la Virgen María, Madre de la Misericordia, nos acompañe en este camino de sanación y esperanza. Que su intercesión nos ayude a ser instrumentos de paz en medio de las dificultades, y que el Señor nos conceda la gracia de construir un Costa Rica donde reine la justicia, la fraternidad y el amor.