El pasado sábado 26 de julio, la juventud limonense vivió con intensidad su Día Diocesano de la Juventud en el Centro Pastoral Diocesano Monseñor Alfonso Coto, en una jornada marcada por la alegría, la reflexión profunda y el encuentro con Cristo.
El evento reunió a los jóvenes de toda la diócesis, quienes participaron con entusiasmo en cada una de las actividades organizadas por la Pastoral Juvenil, bajo la guía del sacerdote Juan Carlos Álvarez, coordinador diocesano de esta misión evangelizadora, junto a catequistas y miembros de la comisión organizadora de PJ. Entre los signos que destacaron en la actividad: la reliquia de Carlo Acutis, una imagen de la Virgen de los Ángeles y el logo del DNJ.
Durante el día, los jóvenes vivieron momentos intensos de alabanza, adoración al Santísimo, animación de grupos , espacios para la confesión, dinámicas, juegos y, sobre todo, la fraternidad de sentirse Iglesia viva.
El punto culminante fue la Santa Eucaristía, presidida por Monseñor Javier Román Arias, obispo de Limón, quien dirigió a los presentes un mensaje cargado de cercanía, empatía y fuerza:
“¡Qué alegría tenerlos aquí, qué alegría verlos con vida, con fuerza, con historia y con sueños, aunque algunos estén rotos! Hoy no vengo a regañarlos ni a darles lecciones desde un pedestal. Hoy vengo como obispo, sí, pero también como hermano, como amigo… ustedes valen, ustedes importan, ustedes son la esperanza de esta Iglesia y de este mundo que tanto necesita su luz”, afirmó con el corazón en la mano.
Monseñor Román no evitó tocar temas sensibles y urgentes que afectan a la juventud: desde la salud mental hasta la precariedad económica, el suicidio, la presión social, las adicciones, la falta de oportunidades y el vacío existencial que muchas veces enfrentan.
“¡No es justo que nuestros jóvenes tengan que sobrevivir en lugar de vivir!”, exclamó, haciendo un llamado a las autoridades y a toda la sociedad a apostar de verdad por la juventud: con educación de calidad, acceso a becas, empleos dignos, espacios de escucha y acompañamiento real.
En su homilía, el obispo también denunció una cultura superficial que promueve el egoísmo, el individualismo y la vida sin raíces ni propósito. Frente a ello, invitó a los jóvenes a redescubrir su vocación profunda:
“Lo que llena el alma es un propósito, una misión… una vida entregada por algo más grande que uno mismo. Y eso empieza por escucharse, por soñarse, por dejar que Dios hable en el corazón. ¡Levántate, joven, y brilla!”, proclamó.
A lo largo de su mensaje, el prelado reiteró que la Iglesia no quiere jóvenes perfectos, sino auténticos, valientes, capaces de equivocarse, aprender y volver a intentarlo. Les recordó que “nadie nace aprendido para ser papá”, y que la vida, con todos sus desafíos, es una vocación que vale la pena abrazar.
“Muchos de ustedes viven cargando mochilas pesadas… pero su vida vale. No se la entreguen al vacío ni a la desesperanza. ¡No están solos! Hay manos tendidas, hay ayuda, hay esperanza”, les aseguró.
Haciendo eco del magisterio de San Juan Pablo II, Monseñor Javier culminó su predicación con un llamado :
“¡No tengan miedo! ¡Sean protagonistas del cambio! ¡Levántense y brillen! El mundo no cambiará con quejas, sino con decisiones valientes. ¡Y esa valentía está en ustedes!”
Este Día Diocesano dejó claro que la juventud de Limón está viva, que sueña, que lucha, que anhela ser escuchada y acompañada. Y que la Iglesia, lejos de estar alejada, quiere ser un hogar seguro, un espacio de encuentro, una comunidad que impulsa, abraza y camina junto a ellos.
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