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Miércoles, 01 Mayo 2024
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Tenía apenas cuatro años de edad cuando un día fue a un funeral y vio la escultura de un ángel en el cementerio, entonces, con toda inocencia, le dijo a su abuelita: “Cuando mueras, te haré un ángel como ese”.

Ese niño había marcado su destino sin darse cuenta. Gerardo Mora Villalobos, hoy de 52 años de edad y vecino de Los Guido de Desamparados, es un respetado imaginero, o sea, un artista que esculpe imágenes religiosas. Entre sus obras está el Corazón de Jesús y un San José instalados en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles.

Cuando era pequeño dibujaba en cualquier pedazo de papel que se encontrara. A pesar de sus inclinaciones artísticas, su familia no tenía los recursos para llevarlo a una academia. Recuerda que para aprender buscaba libros y veía programas de televisión relacionados con el arte.

Con ese deseo de saber, buscó un empleo como “mandadero” en el taller de los hermanos y escultores Franklin y Edgar Zúñiga. “Aunque nadie iba a enseñarme nada, para mí era magnífico, yo quería estar dentro de esas cuatro paredes, allí conocí las técnicas básicas de moldeo, estofado en oro (una técnica tradicional y antigua para dorar las piezas) y otras”.

Gerardo les mostraba a don Franklin y don Edgar dibujos y figuras que él hacía humildemente con plasticina. Al ver el ímpetu y la insistencia del muchacho, el segundo lo aceptó como discípulo.

Un día, su maestro lo recomendó para hacer unos trabajos en el Teatro Nacional por unos tres mese, la tarea consistía en moldear las decoraciones de este emblemático edificio, era una gran oportunidad para él. Le prolongaron el contrato por 2 años, su trabajo se hizo notar y fue contratado por una reconocida empresa para dar mantenimiento y crear obras de decoración arquitectónica.

Todos estos conocimientos y experiencia abrieron el camino para lo que él quería hacer. De manera paralela, comenzó a trabajar diversos proyectos en su casa, así creaba y restauraba imágenes religiosas.

Gerardo la tenía claro: Quería dedicarse única y exclusivamente al Arte Sacro. Un día, su parroquia Nuestra Señora de Fátima, le encomendó un Cristo Resucitado de 2,30 metros de altura, fue uno de sus primeros trabajos grandes.

A veces los artistas se ven a sí mismos como demiurgos, es decir, algo así como pequeños dioses creadores. Gerardo, en cambio, se ve como una herramienta que el Creador utiliza para expresarse.

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