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Jueves, 02 Mayo 2024
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Vive el aquí y el ahora. Reforzando lo positivo. Reencontrándote contigo mismo, con tu pareja, con tus hijos, con tus amigos. Pensando en el legado que quieres dejar. Dando el ejemplo en tu familia. Convirtiéndote en un modelo para tus hijos de cómo gestionar momentos difíciles. En resumen: encontrando oportunidades.

La salud mental es fundamental tener una vida sana y en paz. Como presentábamos en la edición anterior, la psicóloga Rocío Pastor, del INCAE Bussines School, recientemente preparó un documento con recursos para abordar situaciones de ansiedad o intranquilidad en el contexto de pandemia que estamos viviendo, consejos que pretenden ser un auxilio para todos aquellos a quienes en estos momentos los inunda el miedo y la incertidumbre.

La publicación plantea 15 recomendaciones. Ésta es la segunda entrega de ellas.

 

Recomendación # 6

Toma pausas y realiza actividades energizantes

 

Catequesis en audiencia general, miércoles 14 de octubre, 2020. 

Leyendo la Biblia nos encontramos continuamente con oraciones de distinto tipo. Pero encontramos también un libro compuesto solo de oraciones, libro que se ha convertido en patria, lugar de entrenamiento y casa de innumerables orantes. Se trata del Libro de los Salmos. Son 150 salmos para rezar.

Forma parte de los libros sapienciales, porque comunica el “saber rezar” a través de la experiencia del diálogo con Dios. En los salmos encontramos todos los sentimientos humanos: las alegrías, los dolores, las dudas, las esperanzas, las amarguras que colorean nuestra vida. Leyendo y releyendo los salmos, aprendemos el lenguaje de la oración.

En este libro no encontramos personas etéreas, personas abstractas, gente que confunde la oración con la experiencia estética o alienante. Los salmos no son textos nacidos en la mesa; son invocaciones, a menudo dramáticas, que  brotan de la vida de la existencia. Para rezarles basta ser lo que somos.

En los salmos escuchamos las voces de orantes de carne y hueso, cuya vida, como la de todos, está plagada de problemas, de fatigas, de incertidumbres. El salmista no responde de forma radical a este sufrimiento: sabe que pertenece a la vida. Sin embargo, en los salmos el sufrimiento se transforma en pregunta. Del sufrir al preguntar.

Y entre las muchas preguntas, hay una que permanece suspendida, como un grito incesante que atraviesa todo el libro de lado a lado. Una pregunta, que nosotros la repetimos muchas veces: “¿Hasta cuándo, Señor? ¿Hasta cuándo?”. Cada dolor reclama una liberación, cada lágrima invoca un consuelo, cada herida espera una curación, cada calumnia una sentencia absolutoria. “¿Hasta cuándo, Señor, debo sufrir esto? ¡Escúchame, Señor!”: cuántas veces nosotros hemos rezado así, con “¿hasta cuándo?”, ¡basta Señor!

Planteando continuamente preguntas de este tipo, los salmos nos enseñan a no volvernos adictos al dolor, y nos recuerdan que la vida no es salvada si no es sanada. La existencia del hombre es un soplo, su historia es fugaz, pero el orante sabe que es valioso a los ojos de Dios, por eso tiene sentido gritar. Y esto es importante. Cuando nosotros rezamos, lo hacemos porque sabemos que somos valiosos a los ojos de Dios. Es la gracia del Espíritu Santo que, desde dentro, nos suscita esta conciencia: de ser valiosos a los ojos de Dios. Y por esto se nos induce a orar.

La oración de los salmos es el testimonio de este grito: un grito múltiple, porque en la vida el dolor asume mil formas, y toma el nombre de enfermedad, odio, guerra, persecución, desconfianza… Hasta el “escándalo” supremo, el de la muerte. La muerte aparece en el Salterio como la más irracional enemiga del hombre: ¿qué delito merece un castigo tan cruel, que conlleva la aniquilación y el final?  El orante de los salmos pide a Dios intervenir donde todos los esfuerzos humanos son vanos. Por esto la oración, ya en sí misma, es camino de salvación e inicio de salvación.

Todos sufren en este mundo: tanto quien cree en Dios, como quien lo rechaza. Pero en el Salterio el dolor se convierte en relación: grito de ayuda que espera interceptar un oído que escuche. No puede permanecer sin sentido, sin objetivo. Tampoco los dolores que sufrimos pueden ser solo casos específicos de una ley universal: son siempre “mis” lágrimas. Pensad en esto: las lágrimas no son universales, son “mis” lágrimas. Cada uno tiene las propias. “Mis” lágrimas y “mi” dolor me empujan a ir adelante con la oración. Son “mis” lágrimas que nadie ha derramado nunca antes que yo. Sí, muchos han llorado, muchos. Pero “mis” lágrimas son mías, “mi” dolor es mío, “mi” sufrimiento es mío.

Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.

 

La pandemia provocada por el COVID-19 ha generado un cambio de hábitos en nuestra sociedad y ha puesto en evidencia que realmente somos importantes los unos para los otros, pues no podemos superar solos esta emergencia sanitaria mundial, que ha causado graves consecuencias.

Ahora más que nunca, cuando la Organización Mundial de la Salud ha dicho que la pandemia durará alrededor de dos años, tenemos que adaptarnos a esos hábitos que buscan cuidar de nuestra propia salud y la de los demás.

Los cierres y restricciones realizados al inicio y durante el progreso de esta emergencia, han afectado la vida de todos, sea a nivel de salud, social y económico.

En los próximos días, cuando se retomen algunas de nuestras actividades, buscando un equilibrio que permita reactivar la economía y el regreso al trabajo de tantas y tantas personas que lo requieren, debemos ser muy conscientes de la grave responsabilidad que tenemos como sociedad. Del mismo modo, la apertura de negocios y comercios en general se va dando en un ritmo que no puede escapar a la premisa de que se debe cuidar la salud de todos.

Sabemos que el más sagrado derecho de todos es la vida, don de Dios, el cual estamos llamados a cuidar, proteger y promover. En este sentido, como sociedad, tenemos que hacer un esfuerzo cada vez mayor, si queremos retomar las actividades que realizábamos antes de la pandemia.

Organizaciones advierten sobre graves limitaciones de recursos en estas instituciones para evitar un contagio masivo de Covid-19, lo que podría significar la muerte para muchos de sus usuarios.

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