Hemos insistido, una y otra vez, en la necesidad de que el sistema económico que se implemente en nuestro país (y en todo el mundo) esté al servicio del ser humano y no al revés. Es importante que tomemos conciencia que la persona debe estar en el centro del desarrollo.

Lamentablemente, por 25 o 30 o más años, Costa Rica se ha sumergido en un modelo que privilegia la desigualdad, que no hace disminuir la pobreza, que no brinda oportunidades de crecimiento para un gran sector de la sociedad.

Precisamente, el Papa Francisco, en un mensaje ofrecido a los participantes de la XLII Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el pasado 14 de junio, afirmaba esta necesidad como camino para que todos salgamos adelante, especialmente en medio de la crisis que vivimos aún por la pandemia.

“El factor fundamental para recuperarse de la crisis que nos fustiga es una economía a medida del hombre, no sujeta solamente a las ganancias, sino anclada en el bien común, amiga de la ética y respetuosa del medio ambiente”, decía el Papa.

Desde luego que es evidente el agravamiento de la crisis por causa de la pandemia en materia económica y social, ya sabemos que solo en Costa Rica por esta causa, se duplicó el desempleo en medio de la pandemia, y recién se ven algunos esfuerzos en recuperación de empleos. Igualmente, sabemos del aumento de la pobreza y la pobreza extrema.

En su mensaje el Papa precisamente advierte sobre que a futuro la inseguridad alimentaria será mayor, la hambruna será mayor y perjudicará aún más a millones de personas.

Hizo de nuevo un llamado a revertir los modelos de desarrollo que se han aplicado en diferentes países durante mucho tiempo para que el ser humano pueda ser la prioridad.

Es urgente que este llamado que hace el Santo Padre sea escuchado por los líderes mundiales, por los gobernantes, por todos en el mundo, para que podamos encaminarnos a un modelo en que el bien común pueda privar.

De no pocas formas, vemos en nuestras comunidades parroquiales el aumento de necesidades alimentarias de primer orden para cientos de familias que requieren algo básico para enfrentar el hambre. Por medio de la solidaridad, como también hemos resaltado, gracias a fieles, de buena voluntad, pequeños, medianos y grandes empresarios, hemos podido desde la Iglesia tender la mano en medio de la crisis.