El cristianismo, en sus múltiples rostros, tanto congregacionales como individuales, ha constituido una cosmovisión y una práctica de gran fecundidad en la construcción del bien común en la sociedad costarricense, sin negar los desaciertos y errores entre sus miembros.
Los principios del amor al prójimo, de la solidaridad, de la justicia, del perdón, de la reconciliación y de la paz aportados por el cristianismo a lo largo de nuestra historia están a la base de muchísimos de los logros de nuestra nación.
En la actualidad, la magnitud de las obras sociales nacidas de la cultura cristiana en el país no es bien conocida ni dimensionada. El arduo trabajo con la niñez y la juventud de las confesiones religiosas, sembrando en ellas principios y valores absolutamente necesarios para una convivencia pacífica y próspera, es un semillero de buenos ciudadanos y ciudadanas.
Las relaciones fraternas y colaborativas en las comunidades contribuye a su desarrollo; el fortalecimiento de la comunión y del respeto y paz en los hogares es una de las principales estrategias para combatir la violencia doméstica. La esperanza y el compromiso en favor del prójimo promovido en los diversos cultos son indispensables en momentos críticos de desasosiego, temor y desconfianza, como el que estamos viviendo actualmente.
La principal fuente inspiradora de la cultura cristiana en la República pluricultural de Costa Rica para su presencia constructiva y promotora del desarrollo humano integral es la Biblia. De ahí que esta forma parte de la riqueza del patrimonio cultural de Costa Rica. Hoy celebramos la sabia decisión de nuestra Asamblea Legislativa de crear el Día Nacional de la Biblia hace 11 años, mediante la ley 8030. E
special reconocimiento merece el legislador Dr. Walter Muñoz, quien, siendo diputado en la legislatura del año 2000 propuso e impulsó el correspondiente proyecto de ley. El brevísimo texto de esta norma legislativa señala que el objetivo de esta declaratoria es “el fortalecimiento de los valores morales y espirituales del individuo”.
Desde la perspectiva compartida en esta reflexión, este objetivo trasciende la mera confesionalidad. Las confesiones cristianas cuentan con sus propios espacios de estudio y reflexión bíblicos. Pero es de interés de todos los habitantes del país, comenzando por quienes lo conducen desde los diferentes poderes del Estado o aspiran a gobernarlo, porque la Costa Rica de hoy no se puede entender cabalmente sin conocer el texto que ha inspirado prácticas sociales solidarias, instituciones de bien público, normas jurídicas, reformas sociales, superación de graves conflictos sociales y políticos, e impulso de la democracia.
Nuestro sistema educativo no puede renunciar a que, no solo mediante la asignatura de Educación Religiosa –que felizmente ha cumplido 80 años de existencia–, sino desde una formación integral cívica y humanística, haga del conocimiento de nuestros niños, niñas y jóvenes ese pilar del desarrollo humano en Costa Rica que es la Biblia.