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Enfrentar la enfermedad

By Pbro. Juan Luis Mendoza Junio 06, 2020

Hablando en general, hay que advertir que en todo sufrimiento de índole física no es la herida material que se siente sino la mental: esa perturbación que afecta a todo el ser humano y lo sume en el desconcierto y la tragedia. Un animal apenas sufre por una lesión física. Y esto porque no anda vuelto sobre sí mismo, atado a su mal, irritado con él, como sí ocurre en el ser humano, sino que vive fuera de sí, sin dar mayor importancia a su situación y malestar.

¿Qué hacer ante la enfermedad? Es obvio que no podemos conducirnos como el animal, pero tampoco es sensato el padecer por culpa nuestra por la agresividad con que tratamos una situación que se nos impone absolutamente. ¿Qué hacer? Lo que dice el Padre Larrañaga: “Una vez que el hombre ha hecho y está haciendo cuanto esté en sus manos para vencer la enfermedad debe deponer toda agresividad, no irritarse contra ella, no entrar en enemistad con ella, dejar en paz”.

Recordemos aquello de que todo lo que se rechaza se convierte en enemigo. Combatir la enfermedad, sí, pero hasta donde se pueda, y hacerlo con paz, paciencia y esperanza; y en una actitud de “abandono” que significa, si lo logro, bien y, si no, también. Más, aceptarla, convertirla en amiga, en hermana, la “hermana enfermedad”, que decía san Francisco de Asís.

Y antes aún, aceptar los achaques de la vejez. Henri Amiel afirma que “saber envejecer es la obra maestra de la vida y una de las más difíciles en el dificilísimo arte de la vida”. Otro tanto hay que decir de los defectos físicos. No ande enemistado con ellos, después de haber hecho y estar haciendo lo posible por disminuirlos. Acéptelos, y sufrirá en paz, sufrirá menos.

Acepte, pues, sus enfermedades, sobre todo las que sobrevienen con los años y las “incurables”, acepte sus vulnerabilidades, todos los males físicos que teme, con el tiempo u otras circunstancias, padecer.

Más aún, si es creyente, únase a Jesús y padezca “con” Jesús y “como” Jesús por su salvación y la de los demás, en espera de la resurrección y glorificación y felicidad del cielo. No sólo sufrirá menos, sino que hasta sufrirá con alegría. Santa Teresa del Niño Jesús lo hacía por las misiones y los misioneros, y solía repetir: “Ya no padezco ningún sufrimiento porque todo sufrimiento se me ha convertido en alegría”. 

Otro tanto se dice de los Apóstoles de Jesús que padecen malos tratos, juicios y cárceles y salen felices de los tribunales por amor al Evangelio. Y muchos santos y aún gente que uno conoce, lo mismo. Eso es haber encontrado sentido y valor al dolor, a la enfermedad en concreto.

Last modified on Sábado, 20 Junio 2020 19:28

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