En general podemos afirmar que el magisterio social de la Iglesia presenta algunos valores constantes respecto a la visión del ser humano y de la sociedad en los cuales debe inspirar el cristiano su actividad política. De este modo hace un servicio, que lo es de discernimiento, de formación de las conciencias, de orientación, de estímulo y apoyo a un compromiso que ha devenir igualmente en servicio.
Por lo mismo quien está convencido de que el ser humano es creatura e hijo de Dios, y que Dios actúa en la historia junto con ese ser humano, no puede menos que fundarlo todo sobre esa fe, incluso a la hora de adoptar una postura frente a la economía, el poder, la riqueza, la misma historia. Estas convicciones ofrecen criterios de referencia, cuya utilidad, y aún necesidad, se manifiesta en el diálogo y en la mutua colaboración, incluso con el no creyente.
Por su parte, ya la misma Biblia y su Palabra de Dios expone algunas exigencias morales a las que el cristiano tiene que ser fiel en su acción, como por ejemplo: la defensa de los más débiles, el juicio crítico sobre la riqueza, la condena de un ser humano sobre el otro, hombre o mujer, la autoridad como servicio, la supremacía de ese hombre o mujer sobre todo lo demás en lo creado, la necesidad de trabajar unidos, de modo individual y colectivo, la existencia como lugar donde el ser humano colabora con Dios para un futuro mejor.
En especial, la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, pone en guardia contra toda idolatría. En este sentido: en que los proyectos y las instituciones de los seres humanos tienen que ser respetados, pero una ideología, un plan político, un Estado mismo que quisieran sustituir a Dios deben ser rechazados.
Se trata de totalitarismos, y contra todo totalitarismo los cristianos reconocen un único Señor, Cristo que los libera y los hace disponibles para amar y servir a los demás. En consecuencia y aún trabajando para que haya leyes y estructuras más justas, saben y son conscientes de que la transformación del mundo pasa necesariamente a través de la conversión de los corazones.
Esta es la inspiración y estas las experiencias de la ya larga marcha de la Iglesia. Por lo mismo, los cristianos trabajan en la política para asegurar siempre la centralidad del ser humano en la economía y en la producción, superados los modelos del consumo materialista; para defender todas las libertades esenciales, incluyendo la religiosa; para extender y hacer posible la participación de todos los ciudadanos; para promover los derechos de las personas y de los grupos sociales, ayudándoles a que actúen eficazmente en la vida pública.
Sigo otro día, Dios mediante.
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