Los días de Comboni en Tierra Santa, no fueron pues, un episodio sin profundas resonancias, sino que fueron para él como el sello definitivo sobre su firme determinación en mantenerse en el Camino de Jesús, quien le había precedido camino a la cruz. Justamente se ha afirmado que “Palestina ha sido para Comboni, la puerta del África”.
Días de extraordinaria gracia
No cabe duda, aquellos intensos días en la Tierra de Jesús, constituyeron para Comboni unos días de “extraordinaria gracia”, para penetrar aún más y de manera definitiva y determinante, en lo que afirma San Pablo acerca del “sublime conocimiento de Cristo Jesús” (Flp 3, 8).
Lo que aconteció en Cristo, pertenece a un “nivel” y a un “rango” superiores de la misma Creación. El principio de la nueva creación está tan por encima de la antigua, como el amor que se reveló en la Encarnación y en la Cruz, está por encima del amor que creó el firmamento, las plantas, los animales y el ser humano… Comboni lo expresa con su conocido estilo, a veces, inclusive desafiante, y escribe: “El Hombre Dios nunca mostró de mejor manera su sabiduría que al fabricar la Cruz” (Escritos 1673).
En no pocas ocasiones, Comboni expresa la misma convicción y escribe: “Busquemos el tesoro de la cruz. Nunca se ha revelado la sabiduría de Dios con mayor esplendor que al crear la cruz” (Escritos 23, 24).
Se trata aquí de la convicción que encontramos también en unos Padres de la Iglesia y que ha sido expresada en la liturgia, particularmente en el tiempo de Navidad, cuando la Iglesia ora suplicando al Padre: “Tú que admirablemente has creado el universo y que, más admirablemente aún, lo has redimido…”
Entre esos dos adverbios comparativos se ha ido escribiendo la entera historia de salvación “historia de amor”, como lo diría el Papa Benedicto XVI, entre Dios y nosotros, sus hijos y su tesoro.
Esa es la convicción que hizo vivir lo más íntimo que había en la fuerte personalidad de nuestro Fundador. Es la verdad que constantemente afloraba de su corazón y la medida de todos sus atrevidos proyectos y… sueños.
Es por esa convicción, la que se iba además fortaleciendo en al medida con que tenía fija su mirada en el corazón traspasado de Jesús, Buen Pastor, que se repetía para sí mismo y para… todos “cuando contemplo aquel fuego que se encendió en la ladera del calvario, me sobran argumentos para lanzarme a las más exigentes y heroicas fatigas en favor de África”. Comboni ha logrado así, el “conocimiento que supera todo conocimiento” (Ef 3, 19) y le ha llegado como “chispa” que enciende una grande llama y que le llegó de aquel fuego de que Cristo había hablado: “Fuego he venido a arrojar sombre la tierra; ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49).
Comboni, como los Apóstoles, testigos que “miraron” asombrados, el Corazón traspasado de Jesús, su Maestro y Amigo, y que después lo vieron también resucitado y vivo, no pudo callar lo que vivió… Él hizo todo lo posible para comunicar el fuego del que se sentía como “quemado” dentro y así impulsado, a cuantas más personas e instituciones de la Iglesia, que él iba encontrando y conociendo en su peregrinar misionero.
Actualmente los frutos de la entrega heroica de Comboni, quedan materializados en unas 26 familias misioneras que se injertan, como retoños, en el tronco del fuerte carisma que el Espíritu Santo suscitó en San Daniel Comboni… Si todos quisiéramos dejarnos llevar por el mismo fuego… reconozcamos, sin embargo, que hay que ser prudentes con las grandes palabras: fuego, entrega, sacrificio, martirio… Mejor es mostrarle a Jesús nuestra debilidad, nuestras incoherencias y límites. Es mejor pedirle una y otra vez como insistentemente lo hacía Comboni, que se nos manifieste como lo que es, Corazón traspasado que atrae a todos hacia Él.
Llegará el día, lo esperamos y anhelamos, en que nos pondremos a su plena disposición y nuestra voluntad será una con la suya, y seguiremos adelante, haciendo nuestra la experiencia de San Pablo, que Comboni hizo suya y que deseaba ardientemente que aconteciera en todos sus misioneros y misioneras: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia, la persecución?, ¿el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?, como dice la Escritura: por tu causa somos muertos todos el día maltratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a Aquel que nos amó” (Rom 8, 35-37).