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El Cordón de San José

By Charbel EL ALAM / Monje de la Orden Libanesa Maronita Noviembre 25, 2024
“Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno”. Efesios 6, 14-16. “Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno”. Efesios 6, 14-16.

Durante la investigación para mi nuevo libro sobre San José, encontré un verdadero tesoro bibliográfico en una antigua revista francesa de 1873 titulada El Propagador, bajo la dirección de Jean-Joseph Huguet. Entre sus páginas desgastadas, descubrí una colección de relatos de milagros vinculados al llamado Cordón de San José. Estos testimonios reflejan la devoción histórica hacia este sacramental, venerado por siglos como medio de protección y lazo con la intercesión del glorioso Patriarca.

El Cordón de San José consiste en un cordón de lana blanca, con siete nudos en uno de sus extremos, recordando los siete gozos y dolores de San José. Debe usarse ceñido a la cintura, sobre la ropa. En caso de dolores y sufrimientos físicos, se puede colocar en la parte enferma del cuerpo, similar a cómo se utilizan las medallas del Señor o de la Santísima Virgen. Se recomienda rezar a San José siete Glorias mientras se lleva el cordón.

Este sacramental debe ser bendecido por un sacerdote en su primer uso. Si el cordón se deteriora o pierde, no es necesario bendecir los nuevos; basta con la primera bendición ritual impartida.

Inspirado por este hallazgo, sentí una profunda urgencia de pedirle a San José que intercediera para obtener uno de sus cordones. Este deseo me llevó a comprender que, cuando los anhelos humanos se alinean con la voluntad de Dios, lo imposible se torna posible.

Pocos días después, un nuevo impulso me llevó a visitar un monasterio carmelita al que había acompañado espiritualmente en el pasado. Desde el instante en que crucé el umbral de este venerable lugar, una calma profunda me envolvió, una serenidad que solo puede ser atribuida a la presencia divina. La hermana portera me recibió con calidez y me condujo con reverencia al Sagrario, donde saludé al Señor Jesús y le dediqué mis oraciones más íntimas. Este acto de devoción preparó el terreno para el encuentro especial que se avecinaba.

Tras comunicarme con la Madre Superiora, fui invitado con delicadeza a felicitar a una hermana en su aniversario de profesión solemne. La espera en el confesionario, destinada a encontrarme con ella, se convirtió en un momento de reflexión y anticipación.

Al saludarnos con afecto fraterno, comenzamos a compartir nuestras experiencias espirituales, enfocándonos en la devoción a San José, que es central en mi vida. Este intercambio reveló profundas vivencias y aprendizajes que enriquecieron nuestras almas. Aproveché para expresar mi gratitud por haber contribuido a mi libro con los relatos de milagros obtenidos en el monasterio a través de la intercesión de San José, historias que destacan su atenta cercanía.

Para mi asombro y alegría desbordantes, la hermana me dijo con una sonrisa radiante: “Te tengo una sorpresa.” Se retiró por un momento y, al regresar, tenía en sus manos el cordón de San José. Me emocioné profundamente hasta que las lágrimas brotaron de mis ojos. Fue un momento cargado de emoción en el que sentí que San José había escuchado mis plegarias. Este gesto generoso no solo me proporcionó un objeto tangible, sino que simbolizó la respuesta a mi fe y devoción. Guardé el cordón con inmenso cariño, consciente de que, más que un simple regalo, se trataba de una manifestación palpable de mis anhelos más profundos.

Origen y milagros del Cordón de San José

El Cordón de San José tiene su origen en la devoción de una monja agustina belga, conocida como la Hermana Elizabeth. En 1657, después de tres años de dolorosa enfermedad y estando desahuciada por los médicos, se preparaba para una muerte inminente. Devota del Santo Patriarca San José, confeccionó un cordón (cíngulo) de lana blanca, lo hizo bendecir en honor a San José y se lo ciñó. Unos días después, mientras rezaba, experimentó una curación milagrosa y se sintió completamente sana.

En 1842, durante el mes dedicado a San José, se divulgó en la iglesia de San Nicolás de Vernoa, en Italia, un milagro relacionado con el uso del Cordón de San José en Anvers, Bélgica. Muchas personas enfermas comenzaron a usar este cordón bendecido y reportaron un valioso auxilio del Glorioso Patriarca, lo que reforzó su devoción y práctica en diversas regiones.

A partir de estos eventos, el uso del cordón se fue extendiendo no solo para el alivio de enfermedades corporales, sino también como un poderoso recurso espiritual contra los peligros del alma, especialmente contra la impureza y las tentaciones demoníacas.

En 1859, cumpliendo una solicitud del Obispo de Verona, la Sagrada Congregación de Ritos aprobó la fórmula de bendición del Cordón de San José. Además, el Papa Pío IX enriqueció esta devoción con indulgencias plenarias y parciales, fomentando su práctica y devoción entre los fieles.

Beneficios del Cordón de San José

El uso del Cordón de San José y la práctica de las virtudes asociadas a él, a ejemplo de San José, conlleva numerosos beneficios espirituales y materiales:

  • Protección especial del Santo Patriarca.
  • Auxilio especial en la enfermedad.
  • Protección en casos de aborto, partos difíciles y esterilidad.
  • Fortalecimiento de la pureza del alma.
  • Gracia para la castidad.
  • Perseverancia final en la fe.
  • Asistencia particular a la hora de la muerte.

Requisitos para el Uso del Cordón

  • Rezar diariamente siete Glorias en honor de los siete dolores y gozos de San José.
  • Orar con la siguiente oración del Acordaos a San José:

 “Acordaos, oh castísimo Esposo de la Virgen María y dulce protector mío San José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestra asistencia haya sido desamparado de Vos. Lleno de confianza en vuestro socorro, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos con todo fervor. No desechéis mis humildes súplicas, oh Padre virginal de Jesús, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.”

Si usted desea obtener un Cordón, puede dirigirse al monasterio carmelita más cercano. Las hermanas, como fieles devotas de San José, estarán felices de extender su hermosa devoción.

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