Debemos, como sociedad, procurar que haya acceso a empleo digno, pues como también lo enseña el Magisterio de la Iglesia, desde el trabajo se puede fundar una familia, célula de la sociedad.
Mi llamado es a los gobernantes para que procuren leyes para favorecer la creación de trabajo, que hagan los esfuerzos necesarios para construir una sociedad en la cual el ser humano pueda desarrollarse de manera integral. Se requiere voluntad política. Sabemos que el Estado no tiene la capacidad de dar trabajo para todos, pero puede tender puentes y disposiciones para la generación de empleo desde la empresa privada, mediante formas de reactivación económica. Si esto se da, todo el país se beneficia.
¿Qué pasará con la población que se prepara en una carrera académica, en una técnica o en una vocación determinada si no hay fuentes de trabajo? El trabajo se hizo para el ser humano, que es el centro de la creación y requiere posibilidades para realizarse.
Sabemos que la pandemia provocada por el Covid-19 vino a desestabilizar aún más las posibilidades de reactivación económica y llegó a golpear aún más las fuentes de empleo. Pero, no debemos desfallecer. Debemos pensar en el ser humano, en fuentes que le permitan llevar sustento para sus familias. Solo así puede crecer una sociedad.
Hace dos años, en la memoria de San José Obrero, el 1 de mayo, el Papa Francisco calificó el desempleo como una “tragedia mundial”.
Como en otros momentos lo hemos dicho, sabemos también que la tecnología ha remplazado, reemplaza y reemplazará mucha de la mano de obra. Tenemos que procurar no deshumanizar el trabajo, caso contrario, esta tragedia será peor.
A propósito del año electoral que vivimos, trabajemos todos, sin cálculos políticos, por propuestas que permitan generar trabajo digno.
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