Mi nombre es Joan Manuel Vega Jiménez, de 27 años, y oriundo de la Parroquia San Isidro Labrador de Jiménez, Diócesis de Limón. El pasado 30 de noviembre concluí mi etapa de formación inicial en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles con un sentimiento de gratitud a Dios por su inmensa bondad y misericordia al llamarme para ser Pastor con una llamada que inquieta y arde en el corazón.
En mis tiempos de la escuela recuerdo ser un niño hiperactivo, travieso, servicial y alegre, me gustaba jugar con los compañeros canicas y fútbol. En el 2011 entré a la secundaria, donde fui un joven aplicado y disciplinado en mis estudios, me gustaba mucho jugar fútbol sala, baloncesto y mi materia favorita son las matemáticas.
Recuerdo cuando cursaba el octavo año de colegio, estando con algunos compañeros, vino una amiga contando que en la Iglesia de Jiménez iba a iniciar la catequesis de confirmación. Le pregunté: “¿Para qué es la confirmación?” Y ella me respondió: “Es un requisito para casarse”. Entonces, le dije: “Claro yo necesito confirmarme para en un futuro casarme”, y fue ahí, después de tanto tiempo, que volví asistir a misa con frecuencia, aunque me sentaba siempre en la banca de atrás y al inicio me aburría. Con el tiempo fui adquiriendo el deseo por ir a la Celebración Eucarística.
Fue durante mi preparación para la confirmación que un día la catequista me invitó a salir en un Vía Crucis en vivo representando el personaje de Jesús. Recuerdo haberle dicho que no y que buscara otro, a la semana siguiente, terminada la catequesis, se acercó a mí y a un amigo y al final nos convenció, saliendo yo de Jesús y mi amigo como soldado.
En ese momento, en medio de la catequesis, despertó un deseo de conocer a la persona de Jesús, Aquel que se entregó por amor a la humanidad para salvarnos.
Ese mismo año 2013, participé con la Pastoral Juvenil Illán de un Congreso Diocesano, donde en la misa de clausura, presidida por el Pbro. Luis Alberto Aguilar, sentí que el Señor me llamaba a seguirle, pero tenía miedo y no me sentía digno de servirle en algo tan sagrado como es ser sacerdote.
Sin embargo, me fui involucrando en la vida parroquial gracias al testimonio, acompañamiento y cercanía del párroco en aquel entonces el Pbro. Luis Enrique Madrigal García sirviendo como lector y participando en la pastoral juvenil.
Recuerdo que en algún momento el párroco y miembros de la comunidad me preguntaban si quería ser sacerdote y mi respuesta fue un silencio y en algunos momentos dije: “Yo sé lo que quiero, pero Dios sabe lo que es mejor para mí”.
Además, tuve novia en el colegio, en undécimo año, y fue una experiencia que marcó mi vida y hasta creí que mi vocación era el matrimonio. Y, aun teniendo novia, me preguntaban que si quería ser sacerdote, probablemente porque algo veían en mí que yo no veía, pero yo ante la pregunta respondía siempre que no y sentía que era el matrimonio; pero pasó el tiempo y la relación de noviazgo terminó.
Al graduarme de la secundaria, donde ni pensaba en ser sacerdote y lo único que quería era ser profesor de matemáticas, me fui a estudiar al Instituto Tecnológico de Costa Rica, en la sede de Cartago, donde adquirí nuevos conocimientos y una experiencia de vida.
Iniciando el primer semestre asistí a misa a la Basílica de los Ángeles donde recuerdo haber llegado temprano para rezar en la capilla, y durante el momento de la consagración sentí nuevamente esa inquietud al sacerdocio. Busqué la ayuda de un sacerdote en el confesionario. Fue el Pbro. Walter Morales, vicario de la Basílica, quien me acompañó espiritualmente durante ese año y empecé asistir a misa todos los días.
Tomé la decisión de realizar los procesos vocacionales en Cartago porque me quedaba difícil viajar hasta Limón. Además, el rector de la Basílica, el Pbro. Francisco Arias, me permitió servir como lector en el sector de San Antonio y me acompañó en mi proceso vocacional en Cartago.
Al finalizar el primer año de carrera en el 2016, tomé la decisión de interrumpir la universidad para responder a la llamada de Dios con generosidad. Ingresé al Seminario Introductorio el 12 de febrero del 2017, iniciando esta hermosa aventura de discernir mi posible vocación en medio de miedos y alegrías.
A la Congregación de la Misión, fundada por San Vicente de Paúl, la Iglesia en Costa Rica le debe mucho, por sus obras tan significativas que desarrollaron en Costa Rica.
Tres “Padres Paulinos alemanes”, de la Congregación de la Misión de la Provincia Alemana, llegaron a Costa Rica, el año 1878, entre ellos Bernardo Augusto Thiel, electo segundo obispo de Costa Rica en 1880, a los 30 años de edad. Fundaron el Colegio Seminario de segunda enseñanza, con mucho prestigio formativo. Monseñor Thiel, les confió la formación de los sacerdotes en el seminario, en 1883, servicio que prestaron insignes y sabios sacerdotes alemanes, hasta el año 1967, en que pasó la responsabilidad formativa de los futuros pastores al clero diocesano costarricense, hasta hoy.
El año 1892, Monseñor Thiel envió un equipo de misioneros venidos de Alemania a Limón, territorio de misión, insalubre, con muchas dificultades de comunicación y con numerosas comunidades que atender. Solo por tren se podía viajar al Puerto del Atlántico desde San José.
El 16 de febrero de 1921 fue creado el Vicariato Apostólico de Limón por el Papa Benedicto XV y elevado el 30 de diciembre de 1994 a Diócesis, por el Papa Juan Pablo II. Los cuatro primeros obispos, vicarios apostólicos fueron alemanes y de la Congregación de la Misión, el último Vicario Apostólico de Limón, fue el sacerdote diocesano Monseñor Alfonso Coto Monge, de la Arquidiócesis de San José.
Durante el tiempo del Vicariato Apostólico y un tiempo corto como Diócesis, los misioneros alemanes de la Congregación de la Misión permanecieron en el territorio de Limón y el Cantón de Turrialba de la Provincia de Cartago. A ellos, la Iglesia Particular de la Diócesis de Limón, les reconoce y agradece profundamente su arduo trabajo misionero en tiempos muy difíciles de la Zona Atlántica.
Como primer Obispo de la Diócesis de Limón, tuve el privilegio de tener entre los sacerdotes colaboradores en la Diócesis de Limón el último grupo de eximios misioneros paulinos de la Región Atlántica: Los padres: Bernardo Drug, Bernardo Kock, Jorge Grunken, José Funke y Christian Muiser (holandés), todos ellos, gozando de la Misión eterna que el Padre le encomendó a su Hijo para salvar el mundo. ¡Que hayan recibido su recompensa!
Servidor en seis parroquias
El pasado 29 de junio de 2024 falleció el Padre José Funke, a los 93 años, sirviendo a Costa Rica desde 1958, en que desembarcó en el Puerto de Limón, proveniente de su querida Alemania y es quien cierra con broche de oro el grupo de valientes misioneros sacerdotes y obispos, que por 132 años, entregaron gran parte de su vida al servicio de la misión evangelizadora de la Región Caribeña, con sus diversas etnias: habitantes originarios indígenas, afrocaribeños, originarios chinos y otros, para quienes todos ellos, los misioneros alemanes tenían una palabra de Evangelio, gestos de cariño y proyectos de promoción social. Todos y cada uno de ellos dejaron huella a lo largo y a lo ancho de la Provincia de Limón.
El Padre José Funke realizó su ministerio pastoral en seis parroquias del Vicariato Apostólico de Limón, hoy Diócesis (Jiménez de Pococí, Santa Teresita, la Suiza y San Buenaventura en Turrialba, Cairo en Siquirres y Bribri en Talamanca). El Padre José, como buen alemán tenía un carácter fuerte, pero no grosero. Era casi fanático de la puntualidad, al estilo de la formación alemana que recibimos en el Seminario Nacional.
Luis Córdoba Barrantes es el nuevo diácono de la Diócesis de Limón. Fue ordenado por Monseñor Javier Román en la Parroquia de Guápiles este sábado 1 de junio. Es hijo de Juan Rafael Córdoba Marín y Marielos Barrantes Durán.
Ha elegido el lema “Pues irás donde yo te envíe y dirás lo que te mande” (Jer 1, 6-7). Junto a su formación sacerdotal, Luis es Técnico en Alimentos y Bebidas. Consultado por el Eco Católico sobre su proceso vocacional, nos contó que siempre ha visto en su vida la mano de Dios. “Siempre he tenido presente que la oración es lo que me mantuvo en el Seminario”, afirma.
Manuel Eduardo Zamora Salazar se convierte a partir de este sábado 30 de diciembre en nuevo presbítero de la Diócesis de Limón. Este día, en el que su Iglesia particular celebra 29 años de erigida, recibe la ordenación presbiteral en una solemne eucaristía presidida por Monseñor Javier Román Arias, obispo diocesano.
Manuel ha tomado como lema de ordenación el versículo 16 de 1 Jn, 4: “He conocido al Amor y he creído en Él”. Su primera misa será el lunes 8 de enero, fiesta del Bautismo del Señor, en su parroquia de origen, Sagrado Corazón de Jesús, en Guápiles.
Como parte de su proceso pastoral, la Diócesis de Limón ha dado inicio al ciclo de asambleas parroquiales, bajo el lema: “Caminando juntos, en comunión, participación y misión… discípulos misioneros en salida”. Las asambleas iniciaron en algunas comunidades el pasado 29 de octubre y concluirán en este mes de noviembre.