La persona designada debe de ser ejemplo de integridad, de inteligencia y de independencia para poder ejercer su función de manera transparente y justa.
Es necesario que el proceso de elección se aleje de todo interés económico, político o ideológico. Lo sabemos, es casi imposible que así sea, pero es necesario si de verdad les interesa Costa Rica, la democracia y la misma aplicación de la justicia. El principio que debe de prevalecer es la búsqueda del bien común por igual para todos los habitantes de la República.
Quien aspire a una responsabilidad de este tamaño no puede hacerlo por una simple aspiración personal o por los beneficios económicos que comporta, su deseo tiene que ser altruista y consciente de que será examinado todos los días en su función, que será presionado o criticado por unos y aplaudido por otros, y con ninguno de ambos debe de sentirse comprometido.
Debe de ser una persona con experiencia y conocimiento, con capacidad y valor para tomar decisiones aunque no coincidan con las fuerzas que se mueven en las altas esferas de los Poderes de la República para torcer de una forma u otra los procesos y las investigaciones.
Debe de ser una persona capaz de anteponer los derechos inalienables de las personas al despliegue mediático y el lucimiento personal: no más acciones abusivas, desmedidas y desconsideradas solo para aparecer en la prensa como adalides del bien y la verdad.
El Fiscal General no puede tener conflictos de interés con causas y personas que debe de investigar y acusar, y no es un tema de inhibirse nada más de los casos, tiene que ser un criterio de selección desde antes de su nombramiento.
La persona que aspire a un puesto de esta magnitud tiene que ser un líder, alguien que inspire, que oriente y ejecute, que llegue con la consigna de replantearse lo que por años se ha hecho de la misma manera y tenga la capacidad de hacerlo diferente para obtener mejores resultados.
Tiene que ser jefe y compañero de sus subalternos, no un capataz que subyugue a punta de la amenaza o el miedo, debe de crear equipos de trabajo balanceados, capaces y competentes, que se fijen objetivos, metas y plazos para el cumplimiento de su trabajo.
El Fiscal General no puede ni debe ser una persona timorata o calculadora, tampoco debe ser alguien imprudente o desmedido, debe de ser, primero que nada, una buena persona y un buen ciudadano o ciudadana, un ser humano íntegro que se esfuerce por llevar una vida personal y familiar correcta, solo de este modo podrá proyectar y orientar su servicio a la sociedad.
Porque no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza ni justicia con inequidad. “Cuando la irracionalidad y la violencia pretenden ser proyectos políticos y ocupar cargos de gobierno, nada mejor que un Poder Judicial fuerte y honesto, comprometido con el ser humano y el planeta, para impedir la anomia, la degradación y el descarte”, recordaba no hace mucho el Papa Francisco a juristas panamericanos.
O como le manifestó también a los jueces de África y América, reunidos de forma virtual a fines del año pasado para reflexionar sobre la construcción de la justicia social: “Recuerden siempre que cuando una justicia es realmente justa, esa justicia hace feliz a los pueblos y dignos a sus habitantes. Ninguna sentencia puede ser justa, ni ninguna ley legítima si lo que producen es más desigualdad, si lo que producen es más pérdida de derechos, indignidad o violencia”.