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Cuarenta días

By Redacción Marzo 24, 2022

La Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que la Iglesia Católica invita a todos a la conversión. La conversión es un cambio de vida fruto de un encuentro personal con Jesucristo que nos lleva a ver la existencia centrada en Él. También es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la redención de Cristo que murió en la cruz para reconciliarnos con el Padre.

Lo que pasa es que, a casi todos, no nos gusta hablar de conversión porque la asociamos con algo mortificante, casi imposible, para lo cual ya no tenemos ánimo. Si contamos solo con nuestras fuerzas desde luego que será imposible de lograr, por eso tenemos en la Cuaresma una oportunidad para crecer en la relación con Dios por medio de prácticas que la Iglesia recomienda desde siempre.

Tengamos esto presente, mientras haya vida nunca es tarde para cambiar, para ser mejores, para acercarnos a Dios y ser más felices en el cumplimiento de su voluntad.

Significativamente, la Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. Este número recuerda a los creyentes los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña y los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de su pasión.

Son periodos simbólicos de tiempo en la historia de la salvación que, personal o colectivamente, han implicado incertidumbre, soledad, desolación, temor y dolor, pero que siempre han conducido a un cambio, a una transformación salvífica.

Por eso, en el camino personal que cada uno vive en su Cuaresma, se nos invita reiteradamente a cambiar de vida. Y, para lograrlo debemos vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Cristo, por ejemplo escuchar la Palabra de Dios, orar, compartir con el prójimo  y hacer obras buenas. Es necesario, desde luego, un esfuerzo consciente, disciplina y fe.

En primer lugar debemos tomar conciencia del modo como nuestros pecados hacen que nos alejemos de Dios, debilitando con ello nuestra vida interior y nuestra relación con los demás.

Tenemos cuarenta días para añorar sentir de nuevo su misericordia, para pensar en el bien dejado de hacer, en las ofensas proferidas y para arrepentirnos de corazón. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y consciente. Revisar los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder vivir el sacramento es el primer paso. En esta edición incluimos un examen de conciencia para ello. Busquemos el tiempo para llevarlo a cabo.

Luego, hay que luchar por cambiar y no es fácil. Hay que analizar nuestra conducta para conocer en qué estamos fallando. Debemos hacernos propósitos para cumplir día con día y revisarlos en la noche si lo logramos. Conoce cuál es nuestro defecto dominante y hacer un plan para luchar contra él. Un plan realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

Cuaresma es tiempo propicio para hacer sacrificios, una palabra casi prohibida en nuestra sociedad de bienestar y comodidad. La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa “hacer sagrado”. Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amamos, cosas que a menudo nos cuestan trabajo hacer. Desde luego que ayuda fortalecernos en la oración. Y orar no es repetir como loros, como diría el Papa Francisco, es decirle a Dios lo que queremos y cuánto queremos estar con Él. Hay recursos muy valiosos de meditación para la Cuaresma, busquémoslos y aprovechemos el tiempo.

Finalmente el ayuno y la abstinencia, muchas veces tan sacados de contexto e incomprendidos. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de abstinencia y ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad. Se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.

Cuaresma por tanto, no debería pasar de lejos en la vida de los creyentes, por el contrario, es una ocasión especial que Dios nos da para ser mejores, para acercarnos al Amor de los amores e irradiar su misericordia en toda la sociedad. Depende de nosotros que no sea solo una Cuaresma más.

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